Jefe del servicio de Anestesiología y Reanimación del Complexo Hospitalario de Ourense (CHUO), Fermín Domínguez se muestra optimista pero prudente ante el riesgo de una cuarta ola, pues sabe que las próximas semanas son cruciales, debido a la Semana Santa y al ritmo de vacunación, elementos clave para determinar la situación que afrontaremos en verano

Domínguez, que desde que comenzó la pandemia combate codo con codo con los profesionales de la primera línea contra el virus, tiene muy claro la receta para tener un verano tranquilo pasa por la responsabilidad ciudadana durante la Semana Santa y la agilidad en la vacunación, para que haya un mayor porcentaje de población inmunizada.

Cumplido el año de pandemia, el anestesista confía en que no vuelva a repetirse otra gran ola como las registradas hasta ahora, convencido de que ahora “estamos muchísimo mejor”. Con todo, llama a no confiarse: “No hay que desaprovecharlo”, afirma en una entrevista con Efe. Esa es reflexión de este profesional en prórroga -está a punto de cumplir 67 años-, que atesora más de cuarenta años de experiencia y que fue antes jefe de Urgencias.

Para él es clave “cómo nos comportemos” durante los días festivos, que es cuando suele producirse una mayor movilidad diaria, aunque también será determinante “el ritmo de vacunación que determinará cómo lleguemos al verano”. Con un matiz, la llegada de “las nuevas variantes” antes de pensar en tener “un verano tranquilo”.

Con vacuna o sin ella, cree que todavía habrá que mantener bastante tiempo las actuales medidas de seguridad de distancia social y mascarilla. “No puedo aventurar cuándo podremos dejar la mascarilla”, esgrime este profesional sanitario, que no canta victoria ante una enfermedad que prevalecerá algún tiempo más en el país, al menos hasta que acabe este año.

Desde su especialidad, quizá menos conocida que otras, reivindica la labor de un servicio que, a veces, se ha visto “en la sombra”, a pesar de que atiende a los pacientes más críticos -politraumatismos y qurúrgicos- incluidos covid. Cuando llega un crítico al hospital, estos profesionales son unos de los primeros en ponerse en marcha: “Si bien nuestra especialidad es menos conocida, es tremendamente versátil, estamos perfectamente capacitados para tratar a estos pacientes”, afirma.

Cuando la UCI se llena, este servicio realiza un papel determinante fruto de un amplio bagaje en atender a todo tipo de pacientes críticos, quirúgicos, politraumatizados que llegan de toda la provincia y también de Monforte. “Estamos acostumbrados a intubar a diario a cientos de pacientes”. Tan solo colocar vías y pronarlos puede requerir de la participación de seis personas para moverlos y varias horas de trabajo. Pero no son los únicos que se han volcado en esta pandemia. Hervella ensalza el trabajo “ímprobo y espectacular” de unidades de ”microbiología y medicina interna”.

En un repaso por lo que ha sido este año de pandemia, tiene claro cuál ha sido el momento más duro: Sin duda, la primera ola. “Primero por la incertidumbre, después porque fue necesario improvisar y también por la escasez de material”, asegura. No en vano, recuerda que la saturación en todos los hospitales obligó a “reducir la actividad quirúrgica” y habilitar unidades para poder acoger a todos los enfermos. “Fue un sufrimiento por el temor al contagio”, rememora Hervella quien se considera un “privilegiado”.

Pese a la dureza de la pandemia, se queda con el lado positivo: “Ha sido un año por un lado para olvidar pero también para sacar enseñanzas y aprender de lo vivido”. Con incógnitas aún por resolver, ya ve los primeros efectos positivos de las vacunas. Entre ellos, destaca una reducción en el número de ingresos de mayores procedentes de los centros de tercera edad, que ya fueron inoculados con las dos dosis.