Quienes han asociado durante décadas la Corona a la ejemplaridad deberían dar un paso al frente, para regularizar a continuación su situación con la opinión pública. La autocalificación de Juan Carlos I como defraudador a gran escala lo degrada a figura insostenible. Los millones de euros que pretendía hurtar a los españoles, y que solo han aflorado con motivo de la investigación de su ritmo de vida, no son un mero apunte contable. Se traducen en médicos, enfermeras, equipo hospitalario y vacunas. La enésima confesión tributaria del Jefe de Estado durante cuatro décadas se superpone tristemente al homenaje de su sucesor y de la presidenta del Congreso a raíz del 23F, lo cual agrava el escándalo hasta proporciones disparatadas. De paso, permite entender la cautela de Pedro Sánchez al no sumarse al orfeón rehabilitador.

El título de restaurador de la monarquía aplicado a Juan Carlos I significa que la ha devorado. Nadie en su sano juicio puede anhelar el tránsito del juancarlismo al chavismo espoleado por Podemos, pero los juancarlistas reciclados en felipistas de última hora deberían justificar el funcionamiento de la Corona durante cuarenta de sus cuarenta y cinco años de vigencia. Ahora que la pandemia ha convertido a cada ciudadano en un experto estadístico, el grado de infección es irreversible.

El coronavirus ha supuesto una bendición para el evadido no solo fiscalmente a Abu Dhabi, al amortiguar el escándalo sin amortizarlo. Cuatro millones confesados por el propio infractor, en el cuarto o quinto embate contra su figura, trasladan el estupor de la mente a reacciones fisiológicas impublicables. La presencia de Felipe VI entre los herederos de la última trama, que solo fue neutralizada por Zarzuela tras su difusión en el Telegraph británico, solidifica la hipótesis de una inmolación con rehenes. Privados de los mecanismos de fraude fiscal reservados a su Jefe de Estado, los españoles deben reclamar cuando menos que no se liofilicen las investigaciones abiertas con el recurso a ditirambos jurídicos. La burla regia supera en magnitud a la cantidad que sustrajo ilegalmente.