Néstor Rego, ayer. | // E.P.

Inés Arrimadas. | // E.P.

La moción de censura de Vox sirvió ayer para dejar en evidencia en el Congreso la soledad de la ultraderecha con sus 55 diputados. Pese a que su posición no puede alterar en lo sustancial un resultado que se sabe fallido de antemano, ayer todos miraban al PP, Casado mantiene la incógnita sobre su voto final mientras Abascal le reclamaba reciprocidad en el apoyo con el que Vox sustenta a varios gobiernos autonómicos populares. Desde la otra esquina, el presidente Sánchez instaba a Casado a desmarcarse de la ultraderecha con un “no” rotundo a su moción.

El líder de Vox defendió su candidatura a la presidencia del Gobierno con un discurso repleto de alusiones al “virus chino”, a ETA, a Estados Unidos, negacionista del cambio climático y antieuropeísta. Sobre esas bases construyó sus ataques al Ejecutivo y su propuesta de sacar a Pedro Sánchez de la Moncloa para “detener el proceso de destrucción de España”, por las alianzas que el dirigente socialista mantiene con Unidas Podemos y los partidos independentistas.

Pocas novedades en su intervención. Casi una hora y media dedicó el líder de la ultraderecha a explicar su hoja de ruta: el fin del estado autonómico, la recuperación de las competencias transferidas, la rebaja de impuestos y una política económica proteccionista. Al estilo de Trump en EE UU, advirtió contra la llegada de inmigrantes, cuestionó el cambio climático y el origen del Covid-19.

Sin ninguna opción de que la moción prospere, Abascal la justitificó también como un medio para convocar elecciones generales en diciembre si desaloja a Sánchez.

El aspirante, que en la votación de este mediodía se confirmará como fallido, reclamó el apoyo del PP para construir juntos no solo “una alternativa política”. Era una mano tendida, que por momentos se volvía amenazante, con el recordatorio envenenado de que su partido sostiene el gobierno en tres autonomías (Andalucía, Madrid y Murcia). Abascal venía ayer a cobrar la factura por esos servicios, sin conseguir que el PP despejara la incógnita de si su rechazo se va a sustanciar en una abstención o un voto en contra de la moción.

Para atenuar el impacto de la posición del PP, Abascal eludió referirse a sus escándalos de corrupción, algo que los populares consideraban probable y que movería su posición hacia el “no”, según anticipaban en los días previos.

Del armario de los argumentos conocidos, Abascal volvió a sacar el calificativo del Gobierno de Sánchez como el peor de los “últimos 80 años”, lo que incluye a la dictadura franquista. Más que un Ejecutivo, lo que está ahora al frente de España es “un frente popular socialcomunista en alianza con los separatistas y los terroristas”. “Una mafia”, concluyó, término con el que aludió de forma reiterada al Gobierno, recurso dramático quizá tomado del extinto presidente de Ciudadanos Albert Rivera.

En algún momento, el líder de la ultraderecha intentó desprenderse del lastre de la dictadura al asegurar que “no beneficiaría al futuro que existiera ahora un partido político que se declarara franquista porque es algo del siglo pasado”.

El vicepresidente Iglesias fue el destinatario de las invectivas y descalificativos de Abascal. El líder de Podemos es culpable de casi todo, pero sobremanera de atacar a la monarquía, queriendo echar por tierra las bases de la democracia española. La animosidad contra Iglesias alcanzó lo personal y Abascal llegó a criticar su indumentaria, similar a lo que “exige la etiqueta en los botellones de la facultad”.

La gestión de la pandemia era una de las partes fuertes de la censura de Vox, en conexión con las movilizaciones que la ultraderecha ya intentó articular en pleno confinamiento. Abascal acusó al Ejecutivo de ocultar los datos de fallecidos y de haber actuado tarde, permitiendo que el virus se expandiera por España y culpó a Sánchez por una gestión “negligente y criminal”. Volvió a ponerse a la sombra de Trump al hablar del “virus chino” y fue literal al copiar el discurso del mandatario estadounidense con un “China debe pagar”. Traído a casa, eso significa romper el pacto de cooperación con el país asiático suscrito en su día por Mariano Rajoy.

La salida de la crisis múltiple en que está inmerso el país no está en la cooperación comunitaria. “Europa no es nuestra solución, pero como sigan ustedes en el Gobierno vamos a acabar siendo su problema”, sentenció Abascal tras un discurso antieuropeísta en el que criticó a los dirigentes de la Unión Europea y despreció los más de 140.000 millones de euros que llegarán en forma de ayudas. “Ese dinero que ha conseguido usted no va a llegar a tiempo ni en cantidad suficiente”, reprochó Abascal a Sánchez. Para completar el estereotipo de la derecha radical, el candidato a presidente que, al menos hoy, no lo será cuestionó el calentamiento global. “Ustedes que se ríen de los creyentes, han comprado una religión supersticiosa”, advirtió a la izquierda que se supone concienciada con los males del planeta.

Vox rentabilizó ayer la plataforma escénica que es toda moción de censura, pero sin ninguna consecuencia política visible, al menos por ahora. Para algunos, como el PNV, todo se reduce a “una patochada” que merece la mínima atención del Congreso. Su portavoz, Aitor Esteban, le dedicó 82 segundos.

El diputado del Bloque Nacionalista Galego (BNG) en el Congreso, Néstor Rego, confirmó su rechazo a la moción de censura de Vox, un partido al que tacha de “totalitario y franquista” y que, en su opinión, busca “eliminar” al discrepante. A su juicio, los de Vox son “unos imperialistas fracasados” y defendió su voto en contra de Santiago Abascal como un rechazo “al fascismo y un sí a la libertad”.

Inés Arrimadas justificó en “no” de Ciudadanos argumentando que la “indignación y el cabreo” no son “un proyecto político”. Dio la razón a Abascal en sus críticas a la gestión de la pandemia por parte del Gobierno y señaló la necesidad de “un liderazgo y un proyecto que vuelva a unir a los españoles”. “Pero ni usted es ese líder, ni Vox es ese proyecto”, dijo la presidenta de Cs.

El portavoz de Esquerra Republicana, Gabriel Rufián, defendió ante el líder de Vox la legitimidad de que la izquierda esté en el Gobierno de España, y ante sus lamentos por ello le aconsejó: “A llorar, a Mingorrubio”. En su turno de réplica, Santiago Abascal se burló de que Rufián dijera que mantiene el acta de diputado para combatir a Vox: “A ver, supermán, que hay cola”.

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Rufián manda a Abascal “a llorar a Mingorrubio”