"El ruido de fuera no está dentro". Una ministra del PSOE arranca la conversación, enfatizando cada palabra. "En el interior del Gobierno no vemos ese ruido, de verdad. Hay una relación normal. Pero en Podemos quieren sacar la cabeza, no porque quieran resquebrajar la coalición. Creen que deben hacerse ver a base de exabruptos, intentando contraponer su posición a la nuestra. Pero el Gobierno funciona como uno monocolor, donde a veces los ministros coinciden y otras no".

No es un análisis aislado. Es la lectura que atraviesa el grueso del Ejecutivo, a socialistas y morados. El matrimonio de conveniencia que ambos formaron acumula achaques, pero goza de buena salud. Pese a todo. Y tiene, subrayan ambas partes, vocación de continuidad. Los dos socios han naturalizado las discrepancias, han absorbido la polifonía, han intentado que la reverberación de cada marejada interna decrezca. Pero las tensiones están y no se esconden. Para el PSOE, por el afán de Pablo Iglesias de "marcar perfil". Para UP, porque no quiere que Sánchez gire a la "derecha".

"Por la huida del rey emérito tuvimos una discusión fuerte y el presidente se disculpó", reveló el martes Iglesias. Las palabras sorprendieron a varios ministros socialistas tras la reunión del Ejecutivo. Y molestaron. Mucho. "Otra vez", "es inaceptable". La portavoz, María Jesús Montero, y la vicepresidenta Calvo, a duras penas pudieron morderse la lengua. Ante las preguntas de los medios, recalcaron que las conversaciones de Sánchez con sus ministros son privadas, como son secretas las deliberaciones del Consejo.

La pelota bajaba otra vez al suelo. Incluso en el equipo del vicepresidente segundo se admitía que sus palabras fueron inoportunas. Pocas horas después, la coalición exhibía unidad al registrar en el Congreso una solicitud de comisión de investigación sobre el "caso Kitchen" que afecta al PP (y que prosperará). Lo hacía casi en paralelo a la primera derrota parlamentaria que el Gobierno sufría, al tumbar la Cámara baja el decreto ley de los remanentes de los ayuntamientos. Los 155 diputados de PSOE y UP votaron juntos, sin fugas de los comunes, algo que no estaba nada claro la víspera.

La coalición culminaba la semana con las aguas tranquilas. A la espera de la próxima tensión. Mañana, el Congreso vota una moción de los morados que pide al CIS que pregunte sobre la Monarquía. El PSOE aún no ha decidido el sentido del voto, pero se inclina por oponerse.

La batalla más dura es la de los Presupuestos. Montero sigue discutiendo el borrador con Nacho Álvarez, secretario de Estado de Iglesias, y de momento no ha habido atasco, indican en Hacienda. Lo difícil vendrá después, aunque Sánchez ha logrado que Podemos acepte que se negocie con Cs. Eso sí, la Moncloa ha operado un giro y ahora ve una mayor disposición en ERC.

Sánchez traslada que está satisfecho con su Gobierno y que no prevé cambios. Puertas adentro, se respira ese aire. "Buen ambiente, coalición fuerte", apunta telegráficamente un ministro. "Somos un equipo cohesionado, aunque haya matices y no comparta su estrategia de visibilizarse mostrando las diferencias en los medios", secunda otra. "A veces me preocupa lo que leo, porque las deliberaciones en el Consejo son constructivas, la comunicación es fluida y no hay broncas", apunta un tercero. Pero el pulso más vivo se libra en la Comisión de Asuntos Económicos, que preside Nadia Calviño y en la que sí se enfrentan esas dos visiones. Las disputas, si se enconan, las resuelven Sánchez e Iglesias. Ambos mantienen buena relación, así como sus equipos.

Incluso los más "críticos" asumen que el bipartito durará. Lo mismo cree el sector morado, que el Gobierno tiene mimbres para seguir, por lo menos, hasta el final de la legislatura. Fuentes parlamentarias destacan el "buen entendimiento" entre los socios y añaden que los dos portavoces, Adriana Lastra y Pablo Echenique, charlan a diario para coordinarse en la Cámara. Todos admiten que, guste más o menos, PSOE y UP están condenados a entenderse. Y a resistir.