El independentismo, que había demostrado en las últimas ocho ediciones de la Diada su vasta capacidad de movilización, se dio un respiro este año. Las recomendaciones sanitarias, las restricciones de acceso a los actos por culpa del coronavirus y también el sol, que inducía a dedicar el puente más al ocio que a la reivindicación, devolvieron la Diada a magnitudes de la era previa al "procés". Sin embargo, los mensajes políticos evidenciaron que el independentismo está en guardia y en "plena confusión" -en palabras de la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie-, a la espera de que Joaquim Torra ponga fecha a los comicios que hace ocho meses prometió convocar.

Las fastuosas fotografías de otros años, con aglomeraciones festivas de cientos de miles de personas, se cambiaron por imágenes más propias de estos tiempos pandémicos. La separación obligada entre los manifestantes -poco más de 50.000, que se habían inscrito previamente- deslució los actos. Las sillas y los espacios vacíos que se vieron en algunos de ellos fueron la respuesta de la población a las advertencias de las autoridades políticas y médicas de que se extremaran las precauciones sanitarias.

Desde el principio del día quedó claro que la de ayer era una Diada diferente. La tradicional ofrenda floral frente a la estatua de Rafael Casanova, que en los últimos años servía para exhibir los bajos instintos de una parte del independentismo, fue esta vez un inquietante remanso de paz. Sin público y sin orquesta -y por tanto sin interpretación de "Els Segadors"-, breves comitivas de partidos e instituciones dejaron sus flores en silencio.

Pero esa instantánea desangelada contrastaba con la efervescencia de los mensajes. En las declaraciones posteriores al acto estuvieron presentes los presos soberanistas, los deseos de que se celebren cuanto antes elecciones -o los silencios sobre el asunto, sobre todo el de Torra, que fue también muy elocuente- o la figura de Lluís Companys.

Pero, sobre todo, se reflexionó sobre la situación actual de los partidos independentistas en este momento de incertidumbre preelectoral. La ANC y Òmnium Cultural habían previsto para este año protestas frente a edificios emblemáticos del Estado, como las sedes de la Agencia Tributaria, el Banco de España, ADIF... En el acto central, en la plaza Letamendi de Barcelona, las entidades independentistas tiraron de las orejas a los partidos.

La ANC movilizó a 59.500 personas, según datos facilitados por la entidad, en 131 puntos del territorio catalán. El habitual baile de cifras que rodea las manifestaciones de la entidad no será en esta ocasión un motivo de discordia, pero tampoco ofrecerá un termómetro fiable del estado del independentismo en las calles. La pandemia y el puente, sumados a la desorientación de los últimos años de "procés", vació un asfalto que ya se palpaba poco entusiasmado. Y la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, abroncó, con hartazgo, a JxCat y ERC por la ausencia de unidad. "La paciencia de la gente no durará para siempre (...) Estamos hartos de la división y de la táctica. Exigimos ya una estrategia. Vicepresidente legítimo Oriol Junqueras, presidente legítimo Carles Puigdemont, por favor, leed cada uno el libro del otro. Reflexionad, hablad y haced una propuesta conjunta", les espetó. El vicepresidente de Òmnium Cultural, Marcel Mauri, avisó a los independentistas de que "nuestro peor enemigo somos nosotros mismos".