Con el curso político terminado -al menos hasta que la actividad parlamentaria se reanude en septiembre- ya han comenzado los tiras y aflojas por la negociación de los Presupuestos para 2021 y quién sabe si para toda la legislatura. Las prórrogas presupuestarias se han convertido ya en costumbre en este país, ante la falta de mayoría parlamentarias estables. Lo curioso es que esta vez han sido los socios del Gobierno de coalición, PSOE y Podemos, los que han dado las primeras muestras de tener estrategias distintas, aireando públicamente las diferencias sobre cómo ha de enfilarse la elaboración de las cuentas, que sin duda marcarán la actualidad política de los próximos meses. Y, por lo que se ha visto y oído en las últimas horas, el grado de comodidad con que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias convivirán en Moncloa.

Los socialistas quieren abrir el diálogo y el potencial pacto a todos los partidos. A través de su ministra de Hacienda y portavoz, María Jesús Montero, subrayan que no está excluido ni el PP, que tendrá su hueco en la agenda de las primeras reuniones. Iglesias, el vicepresidente segundo y líder de Podemos, replica que de eso ni hablar, que no son compatibles con ellos y miran a los socios de investidura.

Los de Pablo Casado, mientras tanto, juegan a hurgar en la cicatriz gubernamental que barruntan y piden a los protagonistas de la coalición que se pongan de acuerdo. Los conservadores saben del precio que en estos momentos tiene ante una opinión pública deseosa de acuerdos ligados a una crisis gravísima, la del covid-19, desmarcarse de ofertas de pactos desde el minuto uno, así que se tomarán su tiempo antes de autoexcluirse de cualquier negociación.

Pero a la organización que de verdad miran de reojo los socialistas para un posible acercamiento es a Cs -a sus diez escaños- y no tanto al PP. En Ferraz saben que mantener el máximo tiempo posible al partido de Inés Arrimadas sentado a una negociación presupuestaria, con independencia de cuál sea el resultado final, incrementa la sensación de tener varios caminos para transitar (pese a ser un Gobierno débil y en minoría parlamentaria) y, sobre todo, abarata el precio que puedan poner otros hipotéticos socios para apoyar las cuentas. Se piensa concretamente en las demandas que pueda hacer ERC a partir de octubre, cuando es previsible que Cataluña haya entrado en una reñida precampaña electoral.

Pero todo esto no parece convencer a Podemos, que ya tuvo sus problemas para aceptar que los naranjas tuvieran un papel protagonista durante el estado de alarma. Según ellos, lo que conviene es ir por el camino más corto y menos complejo (a priori), que es buscar directamente el entendimiento con los socios de la investidura y, por tanto, evitar tentaciones con la derecha. De momento a través del propio Iglesias dan réplica al llamamiento que el PSOE ha hecho al PP, al que vetan sin duda. Fuentes cercanas a la dirección morada aseguran que la idea del Gobierno de coalición es, "desde hace semanas", buscar el apoyo de la "mayoría parlamentaria igual o similar a la de la investidura". No es lo que transmite la parte socialista del Ejecutivo, sea por estrategia o por convencimiento.