España vive desde la medianoche la campaña electoral más corta, que para los líderes políticos es sinónimo de la más intensa y para los electores un desafío ante los nuevos requerimientos de los partidos con vistas al tercer domingo con urnas en seis meses.

El Ejecutivo de Sánchez aprobó ayer por vía de urgencia medidas en las que el resto de los partidos ve un uso electoralista del Consejo de Ministros. Son los preliminares de una confrontación que se intensificará en los días que restan hasta el viernes de la próxima semana, porque pese a la apariencia de que estamos en tiempo electoral de forma permanente las campañas como tales todavía importan.

Un elevado porcentaje de esa bolsa de indecisos cercana al 40 por ciento de los llamados a votar, en la que estarían tanto los que dudan a quién dar su papeleta como los que todavía no saben si irán, resolverá su dilema en esta semana. Algunos reconocen en las encuestas que se deciden el mismo día de la votación.

La repetición electoral permitirá testar el efecto movilizador de una campaña corta, abreviada por la reforma de la normativa electoral en 2016 ante la amenaza de ser llamados a las urnas por tercera vez el día de Navidad. Estrenamos formato comprimido para alivio de los electores saturados de mensaje político, pero también para los partidos que llegan a estas elecciones con las arcas exhaustas. En algunos casos, como el del PP, pensando incluso en la posibilidad de nuevos usos para su sede central en Madrid, el origen de muchos de sus males, para obtener ingresos.

Sevilla fue ayer el punto de arranque de la campaña de los dos principales partidos, PSOE y PP, y del candidato más reciente, Íñigo Errejón, quien al frente de Más País se estrena en unos comicios generales fuera de Unidas Podemos, su formación de origen.

El todavía presidente Sánchez llegó a Sevilla tras un problema con el avión privado que, por la mañana, iba a trasladarlo a Murcia, un vuelo abortado por la despresurización de la cabina. El líder socialista eligió la capital andaluza como ya hiciera en abril, quizá con la esperanza de repetir el resultado de cinco escaños, uno más que en 2016. Ante las 3.000 personas que llenaban el polideportivo, Sánchez criticó al PP por estar "enredando en wasap y en las redes" para desmovilizar a la izquierda. La de ayer era para el presidente una jornada de inquietudes digitales, después de que el Consejo de Ministros aprobara un decreto urgente para combatir el soberanismo que busca refugio en las redes (Más información en la página 25). Con ello el presidente pone el foco en lo que para los socialistas será uno de los principales ejes de la campaña, la confrontación con el independentismo. A ello fían la captación de votos que necesitan para mejorar sus resultados de abril, algo que resulta difícil a tenor de la mayoría de los sondeos, salvo el del CIS, que anticipa que superarían con holgura los 123 diputados de los comicios pasados.

Sánchez inicia la campaña con tarjeta de la Junta Electoral Central, el árbitro de los comicios que considera que hizo uso de medios públicos con fines electorales al usar La Moncloa para una entrevista nada institucional. La sanción, de haberla, no llegará hasta después de los comicios, pero Sánchez asegura que no hizo nada que no hubieran hecho ya sus antecesores, desde González a Rajoy, pasando por Aznar y Zapatero.

La tarjeta de la JEC sirve, sin embargo, de apoyo a las acusaciones de electoralismo que llueven sobre el presidente desde el resto de las formaciones.

El líder del PP, Pablo Casado, también eligió Sevilla para estrenar la que, en apariencia, se presenta como su campaña más cómoda. Los populares encaran la repetición electoral con mejores expectativas que ninguna otra formación, como consecuencia de la caída de abril, que destrozó su suelo electoral. Su horizonte es ahora la barrera psicológica de los 100 diputados, un éxito partiendo de los 66 escaños que el PP tenía en el Congreso en la frustrada legislatura última. Ante las 1.500 personas que congregó en un hotel sevillano, Casado insistió en la necesidad de concentrar el sufragio de centro derecha en torno a su persona. "Cualquier voto que no vaya al PP hará posible que sea investido Sánchez", advierte Casado. Cataluña y la organización territorial serán uno de los ejes de su campaña y ayer desacreditaba al líder socialista por considerarlo "inhabilitado para ser candidato si sigue defendiendo la plurinacionalidad. No puede ser presidente alguien que no cree en la nación española", afirmó.

Frente a la tranquilidad de Casado, la inquietud de Albert Rivera, que encara el que podría ser su peor trago electoral. El líder de Ciudadanos asume el pronóstico de los sondeos de un severo retroceso respecto a los 57 diputados conseguidos en abrily por eso ayer anunciaba la "campaña de remontada" para desmentir a las encuestas, un factor decisivo en los giros políticos que llevaron a la formación naranja a la delicada posición en la que ahora se encuentra. La campaña muestra signos de cierta confusión simbólica y Ciudadanos quiere jalear su desafío a la demoscopia haciendo suyo, como grito de guerra, el "sí se puede" acuñado por Podemos.

Pablo Iglesias, eligió ayer también romper moldes y fue el único de los líderes de los partidos mayores que no tuvo una apertura de campaña clásica. Antes que asistir al acto de Unidas Podemos, prefirió dejarse entrevistar por Pablo Motos en "El Hormiguero". Mucho antes abrió la vía sucesoria en su formación. "Podría ser bonito: la presidenta de España, Irene Montero, y la de la Generalitat, Ada Colau", lanzó como ensoñación a cuatro años en una entrevista en una emisora catalana. UP, que resiste ante la repetición electoral e incluso celebra que el CIS abra la posibilidad de que amplíe su representación parlamentaria, centra su discurso en el mismo asunto con el que la legislatura breve se fue a pique: su presencia en el futuro Gobierno. "Próxima parada, Coalición", reza el mensaje de su campaña en redes sociales en la que juega a simular un mapa del metro y con la que remueve la incógnita del día después del 10N.

Vox elige agitar el polvorín catalán como discurso central de campaña. Su líder, Santiago Abascal, estuvo ayer en Hospitalet de Llobregat y ante unas 2.000 personas se propuso como solución ante los que considera "una emergencia nacional".

En Sevilla, Íñigo Errejón se estrenó como candidato con la camisa nueva de Más País. Denunció el uso de su figura en redes sociales para desmovilizar a la izquierda con una falsa campaña, lo que ya trasladó a la Junta Electoral. Tuvo reproches para PSOE y Unidas Podemos, que convirtieron "la victoria progresista de abril en una derrota" y se presentó como garantía de que "lo que los ciudadanos ganan en las urnas se respete en el Congreso de los Diputados".