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La última rúbrica del pontevedrés Luciano Varela

Tras firmar el fallo del Supremo, el magistrado, de 72 años, abandona por jubilación una carrera judicial exitosa y polémica

Luciano Varela, segundo por la izquierda, junto a los otros miembros de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, durante el "juicio del Procés". // Efe

Luciano Varela abandona la carrera judicial a lo grande. Un final casi natural en un magistrado cuya trayectoria profesional se ha caracterizado en no pocas ocasiones por el estruendo mediático. Porque si algún rasgo define -más allá de su profundo conocimiento del derecho y su sólida preparación intelectual- al magistrado de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo es que no deja indiferente a casi nadie, dentro y fuera de los tribunales.

Esa vis, ese genio, ese temperamento, que algunos colegas no dudan en definir como "teatral", ha quedado de manifiesto durante la celebración del "juicio del procés". Mientras sus compañeros se instalaron en la moderación, casi en la imperturbabilidad -salvo alguna salida en forma de amonestación del presidente Manuel Marchena-, el juez pontevedrés hizo gala en repetidas ocasiones de impaciencia, malestar, desesperación e incluso indignación ante lo que se estaba escuchando en la sala. El gesto de taparse el rostro con la mano o de abalanzarse sobre la mesa del tribunal para conminar a Marchena a cortar de raíz una declaración que entendía improcedente, incluso irrespetuosa, de alguno de los testigos fueron trending topic. Varela se erigió, en cierta medida, en el verso suelto de un tribunal comedido e impasible, que actuó provisto de una máscara, consciente de que millones de personas escrutaban, a través de los televisores, el menor detalle que pudiese delatar falta de imparcialidad de una sala sometida a una extraordinaria presión política y mediática. Pero quienes le conocen bien aseguran que Varela es así: de fuerte carácter, poco comedido, una persona que se mueve en los extremos y proclive al show.

La sentencia del llamado "procés" es la última que firma la mano de Luciano Varela, cuya jubilación se produjo durante la celebración del juicio, por lo que tuvo que ser especialmente habilitado por el Consejo General del Poder Judicial para llegar al final del proceso. Con esa rúbrica se baja el telón a una carrera profesional brillante, exitosa y en alguna ocasión controvertida.

Luciano Varela ingresó en la carrera judicial en 1975. Sus inicios profesionales los desempeña en Asturias. Pontevedra sería su siguiente destino como titular de un Juzgado de Primera Instancia e Instrucción. Entre los asuntos más notables que tuvo en sus manos destacan varias causas contra el entonces alcalde de Pontevedra José Rivas Fontán (algunas iniciadas por denuncias anónimas). El regidor le llegó a acusar de someterle a una verdadera persecución. Rivas fue condenado primero por la Audiencia de Pontevedra pero finalmente absuelto por el Tribunal Supremo.

Durante años compatibilizó la actividad judicial con la docencia en la Universidad de Santiago de Compostela y la preparación de opositores a judicatura. Nadie duda de su conocimiento del derecho y su peso intelectual. Posteriormente, en 1989, accedió a la Audiencia Provincial y en octubre de 2007 pasa a formar parte de la Sala Segunda (Penal) del Tribunal Supremo.

Varela fue cofundador de la asociación Jueces para la Democracia. Con Juan Alberto Belloch (otro cofundador ) como ministro de Justicia del Gobierno socialista dirigido por Felipe González, elaboró el borrador de la Ley del Jurado, controvertida en su momento y hoy consolidada.

Entre las investigaciones más mediáticas que emprendió destaca una especialmente: la de instructor de la causa seguida por prevaricación contra el juez Baltasar Garzón a causa de su investigación sobre los crímenes del franquismo. Sin embargo, Garzón sería absuelto por seis de los siete magistrados que conformaban el Tribunal Supremo.

Pero su choque contra Garzón -a quien, paradojas de la vida, había presentado de forma extraordinariamente elogiosa en 1992 en el Club FARO- tendría una segunda parte. Porque Varela también formó parte del tribunal que sí condenó al en su día juez estrella por prevaricación en el caso Gürtel (el hoy exmagistrado había intervenido comunicaciones de los encarcelados con sus abogados) con los votos a favor, entre otros, de Manuel Marchena.

Padre de cuatro hijos, hoy uno es juez y otro fiscal. Al igual que ocurrió durante el juicio del procés, la personalidad de Luciano Varela no deja indiferente a nadie. Todos destacan en él a un hombre muy trabajador, con sólida preparación como jurista. Pero también una vehemencia, que raya en un carácter autoritario, intransigente, provocador y mordaz. Estos rasgos, del que han sido víctimas no pocos compañeros, le han granjeado la indisposición de numerosos colegas de su asociación (Jueces para la Democracia), en la que hoy carece ya del ascendiente que, según mantienen algunos de sus destacados miembros, gozó en otro tiempo.

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