Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Marchena, el juez que se agrandó con la televisión

Marchena, el juez que se agrandó con la televisión

Si hubo almas tiernas capaces de seguir la transmisión televisiva de las sesiones del juicio contra la intentona secesionistas catalana, quizá alguna de ellas pueda atribuir a Manuel Marchena una futura vocación por la carrera judicial. Canario de sesenta años, al frente de otros seis magistrados, fue el protagonista principal de más de medio centenar de jornadas, en las que por la sala más noble de la sede del Tribunal Supremo desfilaron más de cuatrocientos testigos.

El reto de la causa del "procés" le llegó a Marchena al poco tiempo de la clamorosa decepción por su abortado nombramiento al frente de lo que pretendía ser un renovado Consejo del Poder Judicial. Fue el entonces portavoz del PP en el Senado quien, sin merecer por ello el mínimo reproche de su grupo, alardeó en un grupo de Whatsapp de los senadores populares de la conveniencia de designar a Marchena para así controlar el juicio al proceso secesionista "por detrás". El efecto inmediato fue la renuncia del magistrado al puesto al que hubiera llegado por un pacto entre PP y PSOE y una ruptura de aquel acuerdo.

La compensación, que tiene mucho de justicia poética, fue la oportunidad para Marchena de llevar la causa de frente, ante las cámaras y sometido a todas las miradas, buena parte de ellas hipercríticas. El comportamiento del presidente de la Sala de lo Penal del Supremo se ajustó a la muy expresiva fórmula de mano de hierro en guante de seda. Resolutivo y firme, pero también irónico, Marchena mostró en su actuación como presidente del tribunal, el dominio del derecho inherente a quien está asentado en una de las cimas judiciales. Ahora aspira a renovar su presidencia, cargo en el que acaba de agotar un primer período de cinco años y en el que quiere continuar, para lo que mañana, pese a ser el único candidato, se someterá al proceso de exponer las líneas de su actuación en un nuevo quinquenio.

Marchena reconvino por igual a fiscales y abogados defensores, en lo que en múltiples ocasiones derivó en un mano a mano con letrados embarcados en una línea de defensa política, orientada entre otros aspectos a hacer visible el cuestionamiento de los magistrados sobre los que recaía la responsabilidad de resolver la causa. Pese a los reparos que pudiera suscitar su previa adscripción al sector conservador de la magistratura, Marchena mostró un perfil que desborda esas vinculaciones, en ocasiones simplistas, y trabó lazos de complicidad con aquellos letrados más sujetos al derecho y al procedimiento, como el defensor del exconseller Forn, Xavier Melero, otro de los perfiles de gran profesional del derecho que deja este largo procedimiento.

De no ser por su exigencia de discreción y apartarse de los focos para cumplir con lo que se espera de quien tiene que hacer justicia, Marchena entraría por méritos propios en la categoría de aquello que se llamó los "jueces estrella", algunos de ellos enterrados por los efectos de su propia fama.

Compartir el artículo

stats