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Arranca el maratón de las europeas

Reino Unido y Holanda abren hoy la ronda, que se cierra el domingo - Los populares, favoritos en unos comicios en los que la derecha eurófoba buscará evitar que reediten su pacto de mayoría con los socialistas, a la vez que intenta influir en la elección del presidente de la Comisión Europea

Arranca el maratón de las europeas

Ironías del destino, serán los británicos del "Brexit" quienes inicien hoy, junto a los holandeses, la maratón de cuatro días en la que 427 millones de electores de 28 países están llamados a elegir los 751 diputados del Parlamento Europeo (PE). Una cámara que, en esta legislatura, estuvo controlada por la alianza de conservadores (PPE) y socialdemócratas (S&D), cuyos 403 escaños rebasaban de largo la mayoría absoluta (376).

Sin embargo, las encuestas auguran que, pese repetir como grupo más votado, el PPE no podrá reeditar la fórmula, a menos que también se apoye en los 76 diputados que se adelantan a los liberales de ALDE. De impedirlo se encargará la galaxia de ultraderecha y derecha eurófoba, a la que se auguran al menos 173 escaños, por encima de los 149 socialdemócratas y con esperanza de superar los 180 populares y alcanzar una primera posición desde la que tentar al PPE con un cambio de pareja.

La irrupción ultra en la Eurocámara marcará un quinquenio en el que la UE, inmersa en profunda crisis de relaciones y guerra comercial con Estados Unidos, y desconcertada por China y Rusia, tendrá que decidir si aborda o sigue postergando su reforma. Un abanico de cambios cuya necesidad han vuelto acuciante tanto la crisis del euro, y su secuela de austeridad, recortes y miseria, como la ola migratoria de 2014-2015, el referéndum del "Brexit" o el ascenso ultra impulsado por el discurso xenófobo abonado por los escombros de la austeridad.

De momento, el francés Macron ya ha pedido la convocatoria de una convención reformadora tras las elecciones. Sin embargo, siguen siendo tibias las respuestas que recibe desde una Alemania que lidia con el fin de ciclo de Merkel, el temor a que la pérdida de gas de su economía no sea coyuntural y el pánico a que parte de la factura reformista la paguen sus contribuyentes. De modo que el eje francoalemán, mucho más germano que galo, sigue girando a bajas revoluciones. Paralizarlo será la misión de los eurófobos, encabezados por las cohortes del italiano Salvini y el húngaro Orbán, quien nominalmente aún está en el PPE. Para ello deberán superar sus dos grandes lastres: la división, en tres eurogrupos, y la inoperancia, en parte derivada de los cordones sanitarios. Ese es el objetivo de la iniciativa de unidad de Salvini, que ha atraído fuerzas poderosas como la francesa Le Pen o los xenófobos alemanes de la AfD.

En este escenario, cabe preguntarse si el PE puede, de verdad, jugar un papel relevante en los planes eurófobos. Y la respuesta es que, tras ganar competencias en varias reformas, y pese a su imagen de lejanía, la Eurocámara no solo es decisiva para regular la vida cotidiana de los ciudadanos, sino que, además, es una formidable máquina de poder capaz de paralizar a la más poderosa institución comunitaria, el Consejo Europeo.

Es cierto que el PE no posee una competencia típica de los parlamentos nacionales, la iniciativa legislativa, que recae en la Comisión Europea, el llamado "Ejecutivo de Bruselas". Pero tiene otras muy notables. Además de controlar a numerosas instituciones comunitarias y aprobar los Presupuestos, la Eurocámara comparte con el Consejo la capacidad de legislar, lo que quiere decir que ambos tienen que entenderse para plasmar en leyes las iniciativas de la Comisión. Un potente instrumento de parálisis al que se suma su capacidad de influencia en la elección, tras los comicios, del presidente de la Comisión, el jefe máximo del colegio de comisarios nombrados por los países y de toda la burocracia comunitaria.

Si bien este cargo es designado por el Consejo Europeo, debe hacerlo una vez oída la voz de la Eurocámara o, lo que es lo mismo, el resultado de las elecciones. Esto no quiere decir que el Consejo escoja obligadamente un nombre propuesto por el PE -de hecho Francia se opone a cualquier automatismo-, pero sí ha de tenerlo muy en cuenta. Entre otras cosas, porque la elección que haga deberá ser refrendada por el PE. Otro poderoso instrumento de parálisis. Y hay muchos más que, seguro, emergerán una vez que el 2 de julio se constituya la Cámara.

De modo que cuando, de hoy al domingo, por sistema proporcional, en listas abiertas o cerradas, con o sin umbral de apoyos y con edades mínimas para votar de 18 a 25 años, que de todo hay según los países, cientos de millones de europeos renueven los 751 escaños de la Eurocámara estarán poniendo en ignición los motores de un cohete que, en el próximo lustro, puede describir trayectorias muy, muy sorprendentes.

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