En Vigo nació como partido instrumental para aglutinar a todas las fuerzas rupturistas y en Vigo cerró la campaña ayer, tras meses de convulsión interna, a las puertas de unas generales que servirán como test para medir su tirón. La En Marea liderada por Luís Villares se presenta a las urnas bajo la etiqueta de ser una formación sin tutelas, con los pies en Galicia, que se ofrece a conformar una mayoría progresista en el Congreso, aunque con condiciones.

"Somos progresistas, sí, pero a vaquiña polo que vale", previno Villares, en un mensaje con carga doble: por un lado, para recalcar que los votos de En Marea a una hipotética coalicicón PSOE-Podemos se darán, pero no serán gratis, y por otro, para exprimir las diferencias con En Común-Unidas Podemos, integrado par antiguos aliados, como Yolanda Díaz o Antón Gómez-Reino, que en el pasado sí apoyaron los presupuestos de Sánchez pese a que reservaban las peores cifras de inversión para Galicia en 17 años. Por ello el líder de En Marea también recalcó que si llegan a obtener escaño tras el 28-A, escenario complejo a tenor de las encuestas, no consentirán otras cuentas que "humillen" a la Comunidad.

Con todo, el referente rupturista descartó que su partido fuera a entrar en "tacticismos" ni cálculos postelectorales. Al contrario, aclaró que facilitarían el bloqueo a cualquier alternativa de la derecha "desde el primer día", y evitar con ello una entente de Vox, Ciudadanos, o el PP de Casado que entienden lesiva para Galicia. Aunque Villares extrajo una tercera lectura al papel de En Marea el próximo domingo: su rol como voto "profiláctico" para evitar que el PSOE "se acueste" con Ciudadanos. Un "no pasarán", en definitiva, que el de En Marea trazó contra los "recortes" o la "corrupción".

Previamente, la candidata del partido por la provincia de Pontevedra, Iris Malvido, descartó el discurso del "voto útil", tan empleado a lo largo de la campaña, y presentó el suyo como un "voto necesario" para garantizar los servicios públicos y evitar su "desmercantilización".