"No había alternativa". Fue la ciudad de Pontevedra y no otro lugar el escenario por Mariano Rajoy para su reaparición. Reivindicó al PP y su legado. Arropó a Ana Pastor, amiga y cabeza de lista por la provincia. Y mostró a Pablo Casado que el camino más corto para ganar unas elecciones es "huyendo de la prepotencia y actuando con sentido común".

En un momento en que el discurso de los populares reivindica una "derecha sin complejos", el exjefe del Ejecutivo recordó que si el PP ha podido presumir históricamente de resultados electorales -37 victorias en 37 elecciones en Pontevedra- es porque su acción se apoyó siempre en el trabajo "con mesura, con equilibrio" y con "buen sentido". Aun así, Rajoy pronosticó que el 28 de abril será otro domingo de gloria para el partido. Y para su líder. "Casado es un hombre joven, curtido, con ambición y con ganas. Va a ganar las elecciones; y si no, al tiempo", proclamó.

El regreso del expresidente del Gobierno a la arena electoral -nueve meses después de entregar el mando del PP- cumplió las expectativas. En un auditorio Afundación que enseguida llenó sus 750 butacas, Rajoy comenzó su intervención con una advertencia para quienes creían que su retiro de la vida política implicaba también una desconexión. "Una cosa es dejar la política y otra es desinteresarte por tu país. Ni me desinterasado ni lo voy a hacer", acertó a decir, ante un público entregado, de casa, que le coreó a su llegada al grito de "presidente, presidente".

Se esperaba a Rajoy; y Rajoy se lució en todas sus vertientes. En la de estadista, en la de mitinero, en la de la retranca y en la de la experiencia, virtud ésta última con la que arengó al partido para no dejarse desanimar ante los pronósticos de las encuestas. "Esto ya lo vivimos en 2015 y 2016", recordó. Entonces el PP -bajo su batuta- ganó las generales pese a que los "gurús decían que estábamos todos empatados". "Aquí lo único que cuenta es lo que digan los españoles", insistió.

Casado, única alternativa

El escenario de fragmentación a tres bandas que vive la derecha, con la competición en el mismo espacio entre PP, Ciudadanos y Vox, también se hizo notar en el discurso del expresidente, que designó a Casado como la alternativa más viable para desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa. "¿Alguien cree que hay alternativa?", cuestionó. "El único que puede serlo es Pablo Casado". Por ello, pidió a los militantes y simpatizantes populares hacer un "esfuerzo" que tendrá como "premio" la victoria.

Y todo, en vísperas de unas elecciones que Rajoy calificó como "las más abiertas en años" pero a las que el PP puede llegar como una apuesta segura.

"El PP es una apuesta con claridad y sin fisuras por los marcos de convivencia vigentes en España", dijo, en alusión implícita a las tensiones territoriales y Cataluña. Ese PP, enfrentado a los dirigentes "parlanchines" que "prometen el oro y el moro" a cambio del poder, es el que resaltó Rajoy en Pontevedra. "Los momentos difíciles siempre le tocan al PP; y nos va a tocar", apostilló. Como ejemplo, se retrotrajo a los tiempos en que su Gobierno afrontaba las sacudidas de la crisis económica y un paro lacerante. Una época que le pasó factura electoral al partido en las elecciones de 2015 y 2016 pero que, a ojos de la multitud que ayer lo ovacionó en su ciudad, no ha sido suficiente para emborronar su legado.

En palabras de Ana Pastor, que teloneó al exmandatario, Rajoy dejó un ejemplo de "buena gestión" perfectamente equiparable a los viejos platos. "Es como la buena cocina, que se hace a fuego lento, y no la de esos que ventilan los grandes problemas de España en dos ideas y un minuto de gloria". De momento, la carrera electoral es una olla que va ganando presión.