Los resultados de las elecciones andaluzas del domingo abocan a la comunidad a una situación aún más incierta que la que dejaron los comicios del 22 de marzo de 2015. Y si entonces -que el PSOE-A, con 47 diputados, solo debía cerrar un pacto con Podemos o con Cs-, la formación de gobierno se demoró 80 días, ahora, con la fragmentación del voto, la misma operación se promete todavía más compleja. Se verá el próximo día 27, cuando debe constituirse el nuevo Parlamento y ser elegido su presidente, lo que obligará a los partidos a tener prácticamente cerrados sus pactos con vistas a la subsiguiente investidura.

La elección del presidente, tal como queda establecida en el Estatuto de Autonomía, especifica que el candidato deberá lograr la mayoría absoluta en la primera votación y, en la segunda oportunidad, 48 horas después, más votos a favor que en contra. De fracasar, el procedimiento se repetirá durante los dos meses siguientes, transcurridos los cuales se hará obligatorio convocar elecciones.

La presidenta andaluza en funciones, Susana Díaz, tiene muy difícil repetir, por no decir imposible, tras haber perdido 14 escaños y quedádose con 33. PP (26), Cs (21) y Vox (12) suman 59 diputados, cuatro por encima de la mayoría absoluta (55). Pero el PP de Juan Manuel Moreno parece más dispuesto que el Cs de Juan Marín a marcarse pacto con los ultraderechistas de Francisco Serrano, y la adición de populares y Cs no basta para derrotar la suma del PSOE-A y Adelante Andalucía, que obtuvo 17 escaños.

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