Determinada a actuar como factor de cohesión de su familia frente a las adversidades, doña Sofía, que cumple este viernes 80 años, ha asumido su nuevo papel como madre de rey sin reducir apenas el ritmo de sus actividades públicas, sobre todo iniciativas sociales y culturales muy vinculadas a su trayectoria.

Mientras el ya famoso vídeo con el desencuentro tras la misa de Pascua en la catedral de Palma el pasado 1 de abril ha desviado muchas miradas en busca de una supuesta rivalidad con la Reina Letizia, doña Sofía multiplica su presencia en decenas de actos, dentro y fuera de España, si bien un número significativo de ellos ya no figura en la agenda oficial de la Familia Real.

Aunque, tras el relevo en la Corona, cedió el testigo a la Reina Letizia en entidades como Unicef-España, Cruz Roja Española, el Real Patronato sobre Discapacidad y la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), conserva varios galardones culturales que llevan su nombre y mantiene una implicación directa en las actividades de la Escuela Superior de Música Reina Sofía.

Pero, por encima de todo, lo que le ha permitido aprovechar su aparentemente inagotable energía -"Tengo 80 años, pero una mente de 50", comentaba hace poco con orgullo- para desterrar la amenaza de la jubilación y esgrimir a día de hoy su proclamado objetivo de "ser útil a España", ha sido la Fundación Reina Sofía, de la que es presidenta ejecutiva.

A través de esta organización, constituida en 1977 gracias a un pequeño capital aportado por ella, sigue impulsando proyectos educativos, sanitarios y humanitarios para ayudar a niños, mayores, inmigrantes y discapacitados en cuatro continentes y en la propia España, donde ofreció un creciente apoyo a los más desfavorecidos en los años más duros de la crisis económica.

A ese fin ha contribuido con frecuentes visitas y operaciones de ayuda a diferentes Bancos de Alimentos, si bien la iniciativa más emblemática de la fundación es el Proyecto Alzheimer, que desarrolla la mayor parte de sus trabajos de prevención, investigación y tratamiento desde un centro abierto en 2007 en Madrid y que ha conseguido relevancia mundial de la mano de doña Sofía.

Precisamente el Centro Alzheimer acogió en mayo del año pasado, con motivo de su primer decenio y los 40 años de la Fundación, un gran homenaje a la Reina Sofía en el que Felipe VI, en presencia de don Juan Carlos y doña Letizia, alabó "el gran ejemplo" de su madre, a quien expresó "reconocimiento y admiración" por su "humanidad y compromiso" con los más desfavorecidos.

Los dos primeros años del reinado de su hijo fueron para ella una época de adaptación, de traspasos de funciones entre elogios públicos de doña Letizia -"Nunca la palabra suegra ha sonado mejor"-, de despedidas, cargadas de nostalgia, a la FAD y a casi dos décadas de viajes en apoyo a la cooperación española, con los que recorrió 34 países.

No obstante, con su nuevo estatus ha participado en una quincena de actos y ceremonias institucionales en el extranjero, ha recibido una decena de galardones y reconocimientos nacionales e internacionales, y ha acompañado en numerosas actividades oficiales a otros miembros de la Familia Real, con frecuentes apariciones junto a don Juan Carlos desde que, hace año y medio, él pusiera fin a su anterior distanciamiento.

Al igual que cuando era reina consorte, en todo este tiempo ha sido muy visible su dedicación a la familia, el apoyo permanente a la Infanta Cristina y sus cuatro hijos, antes y después de la entrada en prisión de Iñaki Urdangarin, y la pasión por sus ocho nietos, que en el caso de la princesa Leonor y la infanta Sofía tuvo consecuencias traumáticas en términos de imagen pública por la frustrada foto en la catedral de Palma.

Siempre preocupada por preservar la imagen de una familia unida, doña Sofía se ha empleado al máximo en los últimos diez años para garantizar ese objetivo frente a adversidades como el divorcio de su hija mayor, el viacrucis judicial del caso Nóos y la crisis abierta por los efectos de la relación del Rey Juan Carlos con Corinna zu Sayn-Wittgenstein.

Lejos queda ya su matrimonio en 1962, cuando empezó a dejar de ser una desconocida en España para ganarse en poco tiempo el respeto y cariño de quienes la consideraron enseguida una compatriota -"Soy española cien por cien", proclama siempre orgullosa- en un país al que ha dedicado las tres cuartas partes de su vida y donde ha demostrado prudente inteligencia en momentos clave, como el 23-F, y cercanía a los que sufren.