En cuatro años, menos de un lustro, la media de edad de los líderes de los principales partidos políticos ha descendido de 62 años a sólo 38,6, casi veinticuatro menos. El último en sumarse a la manada de delfines ha sido el nuevo presidente del PP, Pablo Casado, que tiene 37. Sustituye a Mariano Rajoy, que ha cumplido ya los 63 y tenía 59 en 2014, la fecha que aquí se toma como referencia por ser el año en que Pedro Sánchez sustituye a Alfredo Pérez Rubalcaba, entonces de 63 años, en la secretaría general del PSOE. Y fue en julio, cuatro meses antes de que Pablo Iglesias asumiera la de Podemos.

En 2016, dos años más tarde, es IU la que opera un acusado relevo generacional. Alberto Garzón, de 33 años, sustituye como coordinador federal de la coalición a Cayo Lara, que ese año tenía 62: casi treinta más que quien le daba el relevo. El vuelco generacional en los partidos tradicionales se aceleró con la llegada de Podemos (Iglesias tiene ahora 40 años pero alcanzó el liderazgo a los 36) y de Albert Rivera, que ha cumplido los 38 pero es presidente de Ciudadanos desde los 26.

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