El interminable y polémico proyecto del submarino S-80 -el mayor y más sobredimensionado quebradero de cabeza para la Armada- sigue dando problemas. El nuevo sumergible, que ya debió ser rediseñado y alargado tras detectarse un exceso de peso que le impedía reflotar a la superficie, no entra ahora con sus nuevas dimensiones en los muelles de la base naval de Cartagena, por lo que el ministerio de Defensa deberá invertir otros 16 millones de euros en dragar y ampliar sus fosas de atraque, según informó ayer el diario "El País".

La historia del desarrollo de los submarinos de tecnología avanzada S-80, proyecto estrella para la renovación de la flota española, se convirtió en un sonoro y costoso fiasco desde que en 2013 se demostró que un desvío de 125 toneladas en su peso comprometía su flotabilidad. Para corregir este error de diseño, el sumergible debió ser ampliado con otras 16 cuadernas, alargando su eslora en unos 10 metros. Si el primer S-80 tenía una longitud de 71 metros, el rediseñado S-80 Plus alcanza ahora los 80,81 metros. El problema es que las fosas de la base naval de Cartagena sólo miden 78 metros, por lo que el submarino sencillamente no puede atracar en ellas.

Pero el tamaño del sumergible no es lo único que se ha visto incrementado durante el desarrollo de este accidentado programa. Si el proyecto inicial comprendía un encargo de cuatro submarinos por un coste total de 2.132 millones, Defensa se ha visto obligada a incrementar este techo de gasto hasta los 3.900 millones. Esto significa que, en total, los cuatro submarinos ya encargados para la Armada habrán costado casi mil millones de euros cada uno. Un sobrecoste nada competitivo para la empresa fabricante, Navantia, que deberá abaratar su precio si quiere competir en un mercado en el que el precio de sus competidores oscila entre los 500 y los 600 millones de euros por unidad.

Cabe destacar, no obstante, que este tipo de errores y sobrecostes no es verdaderamente inusual dentro de la industria armamentística. El caso del caza furtivo norteamericano F-35, usualmente calificado como el avión de combate más avanzado del mundo, es sin duda el paradigma de esta realidad. Tras verse obligado a afrontar varios rediseños y múltiples modificaciones, este polémico programa armamentístico ha costado ya ni más ni menos que un billón de dólares a Washington, sin que las dudas se hayan despejado aún.

Además, el complejo proyecto del S-80 todavía puede acabar siendo rentable. Todo depende del desarrollo de un inédito sistema de propulsión independiente del aire (AIP) que le dotaría de una autonomía superior a la de los submarinos convencionales y a medio camino de los submarinos nucleares. Si este sistema se logra con éxito, el S-80 Plus se convertirá en uno de los submarinos más avanzados del mundo.