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Rajoy, el hombre de las tres censuras

El ya expresidente sufrió el "golpe parlamentario" de Barreiro Rivas, la sentencia de la Gürtel y la derrota en el Congreso

Rajoy, el hombre de las tres censuras

Mariano Rajoy siempre fue la gran esperanza blanca de la derecha. De la gallega primero, cuando en los tiempos de Xerardo Fernández Albor como presidente de la Xunta aparecía la larga sombra de un Fraga, que entonces aún no había bajado del monte, ni a los restos del franquismo, ni a la parte residual del Movimiento que se le había integrado tras el estallido final de la UCD. Por eso le fue confiada en 1983 la presidencia de la Diputación Provincial de Pontevedra, y por eso después del intento de golpe dentro de la Xunta de José Luis Barreiro en 1986, se le encargó la Vicepresidencia del Gobierno autonómico -con mando en plaza- para respaldar institucionalmente al moderado presidente Fernandez Albor. Duró poco en el cargo porque al año siguiente el golpe fallido de Barreiro se transformó en otro, parlamentario, a través de una moción de censura que con el apoyo del PSOE, Coalición Galega y el Partido Nacionalista Galego más el respaldo del BNG salió adelante. La primera de las censuras que Rajoy Brey tuvo que soportar sirvió para llevar a la Xunta como presidente al socialista Fernando González Laxe y a la Vicepresidencia a su exjefe en AP José Luis Barreiro Rivas.

En realidad, Mariano -que así le llamaron siempre sus amigos: sus adversarios se limitaban a "Rajoy" su primer apellido-, no ha sido en política un hombre de acción. Su estrategia siempre pasó por largos periodos de reflexión que sus rivales de dentro y de fuera utilizaron para crear el mito de que era capaz de manejar los tiempos como si fuera el amo del calendario. Quizá por eso, su ahora sucesor Pedro Sánchez no le concedió margen para la meditación y presentó su moción de censura -la segunda, pues, de las que perdió- con una celeridad tal que hubo quien la definió como elaborada con premeditación,nocturnidad y alevosía.

Conste que el ahora expresidente tampoco tuvo entre sus características una habilidad para clarificar sus intenciones. En 1989 se dijo en los mentideros políticos gallegos, que Rajoy Brey podría aspirar a la Presidencia de la Xunta en las elecciones de ese año. Nunca llegó a especificar si lo pretendía o no. Lo cierto es que, aunque lo hubiera querido, tropezó con el propio Manuel Fraga que, relegado entonces a un escaño de eurodiputado vio una clara posibilidad de tocar poder en su más alto sillón en el Gobierno gallego. No era lo que siempre había querido -gobernar España- pero le permitiría construir su propia idea de las Autonomías: un regionalismo basado en la autoidentificación con directa presencia en Europa y un Senado integrado por los representantes de las Comunidades. Para ese objetivo, que consiguió, habría de ascender y alejar a Mariano Rajoy y lo hizo mediante su envío a la vicesecretaría general del PP con José María Aznar y, de alguna forma robusteciendo el aspirantazgo del propio "Don Manuel" con el lema "Galego coma ti", que en la campaña del 89 quería hacer olvidar el jacobinismo del por entonces considerado "patrón de la derecha española".

Aquella sutil distinción entre uno y otro se reflejó también en una anécdota que dio la vuelta a la geografía política y social del Noroeste. Se conoció precisamente durante un homenaje que el PP gallego tributó a un Rajoy que se iba a Madrid. Durante el acto, Fraga aludió con sorna a la posibilidad de que algún día Rajoy pudiera presidir la Xunta y le indicó "Mariano, antes tendrás que casarte y saber hablar gallego". Cómo es bien sabido, Rajoy se casó pero ha estado siempre lejos de dominar la lengua vernácula. Por aquel entonces Mariano aspiraba sobre todo a que el PP ganase unas elecciones generales, y a partir de ahí integrarse en el gobierno de Aznar como ministro de Justicia. Su currículum gubernamental es bien conocido y en él constan varios ministerios, una Vicepresidencia y la Presidencia, pero no la cartera a la que aspiraba en sus años mozos. Acaso su historia pudiera haber sido otra de haber logrado su primera aspiración y conocido mejor los entresijos y recovecos de la Administración de Justicia.

Y es que la segunda de las censuras ganadas contra él procedió precisamente del mundo de los tribunales. La "sentencia Gurtel" incluyó en su texto dos elementos decisivos para que Pedro Sánchez sea hoy presidente del Gobierno. Uno, la consideración de que el PP es una organización en la que existía una corrupción institucionalizada con fines lucrativos; la segunda, la convicción de dos magistrados de que el ya expresidente habría faltado a la verdad durante su testimonio ante la Sala. La dureza de las penas corroboraba esos dos puntos clave.

La tercera de las censuras fue la política, que aprobó el Congreso de los Diputados. En opinión de quien esto escribe tiene una serie de consideraciones que el propio Rajoy explicó pero que es posible que no hayan calado lo suficiente ni en la opinión pública ni en la publicada pero que merece la pena recoger por cuanto pudieran tener de valioso para el futuro parlamentario. La primera se refiere al hecho de que el Congreso valida una actuación que los jueces no han considerado delito: la "convicción moral"de dos magistrados, en el caso de que la tuvieran no es un valor jurídico sobre el que se pueda fallar del mismo modo que no lo sería la de un procesado para reclamar la absolución sin otras pruebas. La segunda, el ánimo lucrativo que se supone a todo el PP por la actuación concreta y muy localizada de alguno de sus miembros, es opinable y está pendiente de recurso para ser confirmada o no. Por tanto el Congreso podría haber vulnerado la presunción de inocencia por lo menos del ya expresidente del Gobierno.

Parece cierto,también, que puede haber habido una negligente -por lo menos- actuación in vigilando de la Presidencia del PP y, por lo tanto, del Gobierno a la hora de reaccionar de forma contundente a la detección de los casos de corrupción. Resulta cierto que casi todos ellos se iniciaron antes de la llegada de Mariano Rajoy a ambas presidencias, pero resulta un hecho probado según la sentencia recurrida que las actividades ilícitas se prolongaron durante el mandato del Sr. Rajoy y que aunque los implicados fueron expulsados del partido se dieron circunstancias poco explicables y mal explicadas tanto en lo referido a Bárcenas como a otros de los ahora condenados. Pero se da la circunstancia de que el núcleo de la censura era un "si o no" a Rajoy. Y eso, qué políticamente puede ser aceptable, lo es menos cuando el censurado ganó dos elecciones consecutivas aún con el conocimiento general de los votantes de lo que después se recoge en la sentencia del caso "Gürtel".

De las tres censuras de Rajoy, una, la parlamentaria, parece por los motivos recogidos, la más admisible. Pero sienta dos precedentes especialmente preocupantes:el primero, que se condena políticamente a un presidente de Gobierno no tanto por razones concretas cuanto por criterios de oportunidad; la segunda, que se modifican las condiciones del Gobierno y del Estado gracias a los votos de quienes no quieren pertenecer a ese Estado y que lo combaten con todos los recursos dialécticos de que disponen. Eso es legal, y quizá democrático pero está por ver si además es bueno para la gran mayoría de los ciudadanos y ciudadanas.

El tiempo lo dirá.

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