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Torra da plena continuidad al mandato de Puigdemont con una soflama secesionista

El candidato, que pierde la primera votación, se compromete a conseguir la república con "un proceso constituyente", pero no convence a la CUP

Torra recibe el aplauso de los diputados independentistas después de su discurso de investidura. // Reuters

Tal como estaba previsto, Joaquim Torra perdió ayer la primera votación para ser president, pues necesitaba mayoría absoluta y la CUP se abstuvo. Pero tal como también estaba previsto, dado que sobre él no pesan cargas judiciales, el candidato lanzó desde la tribuna del Parlament una soflama independentista que da plena continuidad a la legislatura anterior. El diputado de Junts per Catalunya (JxC) se comprometió a recuperar las instituciones tras el levantamiento del 155 ("a lo que el Gobierno está obligado", afirmó) y a trabajar "sin descanso" para hacer posible la "república catalana", emprendiendo "un proceso constituyente" que culminaría "en la elaboración de una constitución catalana". Y siempre, recalcó, con fidelidad al "mandato del 1 de octubre".

En un intento de ganarse el favor de los cuatro diputados de la CUP, aunque sea para que mañana, cuando se celebre la segunda votación, también se abstengan, Torra propuso llevar adelante "un proceso constituyente ciudadano", como quieren los anticapitalistas, "un debate masivo sobre el modelo de país", y se comprometió a hacerlo "radicalmente, con una visión disruptiva del régimen autonómico", aunque, eso sí, en el marco de la situación de "provisionalidad" y de "transición" en la que él mismo inscribió su mandato y que solo cesará cuando Carles Puigdemont y todo su Govern puedan volver a ocupar sus cargos, algo que, advirtió, ocurrirá esta legislatura, aunque el Estado "movilizará todos sus tentáculos para evitarlo en una frenética carrera hacia el abismo de la represión".

Durante la mayor parte de su áspero discurso (con continuas críticas al PP, al Gobierno y al juez Llarena y explícitas referencias a la "represión", los "presos políticos" y los "exiliados"), la alocución de Torra pareció más un ejercicio de ventriloquia que el programa de gobierno de un candidato a la investidura con ideas propias. Por su boca hablaba siempre su jefe de filas, salvo en los momentos -muchos- que el aspirante dedicó a reivindicar al expresident como "legítimo" mandatario de Cataluña. El resto de su discurso, como Torra adelantó desde el principio ("yo no debería estar hoy aquí", "a nadie le apena tanto como a mí haber llegado a esta investidura"), podía haber sido el de Puigdemont.

En consecuencia, el candidato avaló el proyecto de poder bicéfalo que quiere instaurar el expresident para, desde el extranjero, declarado en rebeldía por el Supremo, controlar la acción del Govern. Libre de la presión judicial que pesaba sobre Jordi Turull cuando este pronunció el único discurso de investidura escuchado hasta ahora en la Cámara esta legislatura, Torra rescató del olvido el consejo de la república y la actividad de la asamblea de electos para "recuperar la democracia en su máxima expresión".

Con todo, de salir investido, serán él y su Govern los que asuman "toda la responsabilidad" que se derive de sus actos; "nunca ninguna de las personas que están en la cárcel, en el exilio, procesadas o en riesgo de hacerlo". En otras palabras: que solo él responderá por sus políticas, aunque se las dicte Puigdemont.

Como medidas concretas, el candidato avanzó el nombramiento de un "comisionado" que elaborará un "plan de choque" para revertir los efectos del 155 sobre la Administración catalana; la implantación de una renta garantizada de ciudadanía; la "internacionalización del caso catalán", para lo cual piensa reabrir las delegaciones en el exterior, y la retirada de la demanda contra los promotores del 9-N que la Generalitat presentó esta semana ante el Tribunal de Cuentas por orden del Gobierno central.

Torra obtuvo 66 votos a favor (JxC y ERC) y 65 en contra.

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