Una economía atrapada entre devaluaciones e inflaciones brutales, un sistema fiscal caduco y una deuda exterior por las nubes, un país recién salido del franquismo con las resistencias típicas de todo régimen y las aspiraciones territoriales incipientes. En este escenario, convulso y agitado en los ámbitos político, económico y social, los pactos de la Moncloa, de cuya firma se cumplen mañana 40 años, sirvieron de acelerador, para dar un arreón a la España que dejaba atrás cuatro décadas de dictadura.

El parto de aquel consenso no resultó sencillo por más que desde algunas voces destacadas de la nueva política actual se venda una versión almibarada en lo que han venido en acuñar como el régimen de 1978. Estaban recientes las primeras elecciones democráticas, de las que había salido vencedor Adolfo Suárez (UCD), pero el PSOE de Felipe González ya tenía claro que su objetivo era llegar a La Moncloa más temprano que tarde tras superar ampliamente al PCE de Santiago Carrillo. De ahí que ya hubiera intereses políticos contrapuestos, que añadían obstáculos al consenso.

Plano económico

En el plano económico, Francisco Fernández Ordóñez, que despertaba recelos entre los sectores más conservadores de UCD, aprovechó su etapa como ministro de Hacienda de Adolfo Suárez para implantar un sistema fiscal moderno en España, con un impuesto progresivo sobre la renta, gracias al apoyo de otra de las figuras ineludibles de aquellos pactos, el vicepresidente económico Enrique Fuentes Quintana, que con apenas ocho meses en el cargo, se convirtió en el "arquitecto" de un modelo gracias al cual España pasó de una inflación del 40 por ciento a mediados de 1977 al 2 por ciento en 1998.

No solo de reformas económicas se articuló aquel pacto. Hubo cambios en políticas de urbanismo, se gestó la reforma de la seguridad social, se apostó por la construcción de colegios públicos; se aprobaron los derechos de asociación política, de reunión y de libertad de expresión; se dio carpetazo a la estructura del Movimiento Nacional; en el ámbito penal dejó de ser delito el adulterio.

Con luces y sombras, el consenso rubricado por Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, Santiago Carrillo, Enrique Tierno Galván, Juan Ajuriaguerra, Manuel Fraga, Miquel Roca, Joan Raventós y Josep María Triginer puso a España en la vía para conectar con la en aquel entonces ansiada Europa.