Alberto es un enfermero vigués que reside en Barcelona desde hace diez años debido a sus estudios. Ha cursado el máster de Emergencias y Urgencias, y ahora mismo estudia medicina en la Ciudad Condal.Este jueves estaba comiendo con un amigo y sobre las 5 menos 20 recibió una llamada que les puso sobre aviso. Había ocurrido un acontecimiento trágico, que aún no había sido calificado como acto terrorista, pero parecía bastante gordo. Alberto cuenta con conocimientos teóricos y prácticos de asistencia en urgencias, así que pidieron su ayuda.

Cuando llegó a las instalaciones del Sistema de Coordinación de Emergencias Médicas (SEM), "ya habían marchado hacia el lugar de los hechos una gran cantidad de profesionales", recuerda el vigués.

"Admiro la gran coordinación que existió entre policías, servicio médico, bomberos...", recalca el enfermero, quien valora la respuesta veloz de los cuerpos de sanidad y seguridad, que tomó todas las medidas de seguridad necesarias.

Como relata Alberto, "rápidamente se cortaron las calles para dejar vía libre a las ambulancias y que llegaran lo más rápido posible. Los bomberos aportaron sus propias ambulancias, y también hicieron acto de presencia los vehículos de entidades privadas como Ambulencias Domingo o el Grupo Falck, una empresa danesa".

Cuando ya se había confirmado la naturaleza terrorista del acto, Alberto llegó a Plaza Cataluña. "Al principio, todo era un caos, no se sabía muy bien qué había pasado, incluso había sospechas de que uno de los causantes de la tragedia se había atrincherado en un bar con rehenes. Más tarde, esa información resultó ser errónea", afirma, recordando los primeros momentos de confusión y tensión que se vivieron en la capital catalana. El enfermero vigués llegó a la zona acordonada y hasta que no pasó un tiempo prudencial los cuerpos de seguridad no le dejaron entrar en ella por motivos de seguridad.

Después ayudó a realizar los primeros auxilios y la atención primaria a las víctimas, yendo y viniendo en las ambulancias para intentar evacuar el máximo numero de heridos. "Tras estabilizarlas todo cuanto podíamos, se trasladaba a las víctimas al hospital para poder realizarles una atención completa, sin las limitaciones con las que contábamos en el lugar de los hechos", señala.

Primero desplazaron a los heridos al Hospital del Mar (el que más pacientes recibió a lo largo de la jornada), y en cuanto se fueron llenando sus instalaciones también utilizaron las del Clinic o el Sant Joan de Deu, especializado en pediatría, algo importante pues entre los más de 100 heridos hay que lamentar una gran cantidad de menores desde la más temprana edad hasta la adolescencia.

Como comenta Alberto, en estos casos de emergencia lo que se hace es priorizar a las víctimas menos recuperables. Es una situación difícil, afirma, "mucha gente pidiendo ayuda a la vez, en un ambiente caótico, teniendo que priorizar, sin poder atenderlos a todos al momento. Por fortuna, la policía nos iba indicando dónde podíamos hacer más falta".

Alberto trabajó de refuerzo hasta las 7 de la tarde, después se quedaron solamente los médicos de guardia para no congestionar la zona, pero él permaneció unas horas en el SEM para echar una mano en el caso de que fuera necesario.

La gente menos grave le habían explicado cómo vieron llegar la furgoneta desde el comienzo de Las Ramblas. Su testimonio, declara Alberto, es que el vehículo, que subió fácilmente a la aceradebido a unbordillo de escasa altura, ladeaba intensamente en lugar de avanzar en línea recta. De todos modos, estaban todavía en shock, sin poder entender muy bien lo que les había pasado.

Por último, tras uno de los peores atentados en la historia de nuestro país, Alberto quiere agradecer una vez más el trabajo codo con codo e inestimable labor de "todos los servicios de emergencias, y los taxis que ofrecieron servicio gratuito a la gente cuando no funcionaba el transporte público".

Carlos Mandianes | Presidente del Centro Gallego en Barcelona

"La gente ha vuelto a andar por las Ramblas; la vida sigue"

El barcelonés Carlos Mandianes, hijo de gallegos emigrantes y presidente del Centro Gallego de Barcelona desde febrero de este año,despertó ayer todavía consternado por la masacre del jueves, pero consciente como el resto de Cataluña de que la vida sigue al percibir "cierta normalidad" en el pulso de la Ciudad Condal. "La gente ha vuelto a andar por las Ramblas", a excepción de los coches y el transporte público.

La rabia y la impotencia de no poder hacer nada ante el hecho de que atenten contra nuestras libertades es uno de los puntos más sobresalientes de su reflexión en el día después: "Lo bueno de la democracia es que damos cabida a todo el mundo, incluso a estas personas que se aprovechan de esta libertad para atentar contra la nuestra", una sensación que, bajo su punto de vista constituye uno de los pilares fundamentales del debate que suscita la tolerancia de nuestro país: "Tolerar a esta gente es eliminar nuestra democracia", concluye.

A esto añade que, sin caer en la xenofobia, "es necesario un acuerdo político capaz de regular los comportamientos que atentan contra nuestra forma de vida".

Carlos Mandianes opina que si las fuerzas de seguridad, tanto autonómicas como estatales, fueran quienes de llegar a un acuerdo que les permitiese tener la situación controlada en pocas horas, cuyo trabajo califica de "superlativo y ejemplar", los gobernantes españoles deberían hacer lo mismo con el objetivo de evitarlas.

El día del atentado, Mandianes se encontraba en las oficinas de la institución. Estas se sitúan en la Rambla de Capuchinos, dos calles más atrás del lugar de la tragedia, y desde allí escucharon el ruido de la furgoneta cuando esta se paró: "Vimos a toda la gente bajar por las Ramblas corriendo y en ese momento nos quedamos bastante parados". Lo primero que hizo fue advertir a los obreros que actualmente se encuentran haciendo obras en el local, recomendándoles que se fuesen a casa, y acto seguido, al ver el enorme flujo de personas que no sabían ni tenían a donde ir, habilitó como refugio la sala polivalente del centro: "Fue un caos porque nadie sabía lo que pasaba ni lo que tenía que hacer". Mandianes asegura que había gente corriendo en todas las direcciones ante el enorme desconcierto que suponía "el hecho de tratarse de un atentado terrorista". Además, a pesar de saber que la ciudad se encontraba en nivel cuatro de alerta, señala que no fue "consciente de lo que eso significaba" hasta el momento en el que vivió la situación: "Esta gente va buscando la máxima destrucción al mínimo coste".

Ana Alonso | Estudiante viguesa en Barcelona

"No estamos del todo tranquilos; recibimos más de mil llamadas"

La joven viguesa Ana Alonso no se encontraba por el centro de Barcelona en el momento en que se produjo el atentado. Estaba en su casa, junto a su novio, Samuel Araújo, el canterano celtista que ahora mismo se encuentra en Barcelona como futbolista del Barça B, y en compañía de otra amiga, también viguesa. "Vivimos en Sant Joan Despí, a media hora del centro. Aquí hoy (por ayer) todo está más tranquilo.", indica.

La viguesa es clara, ella misma admite que no han salido de su casa desde que ayer se enteraron de lo ocurrido en Plaza Catalunya. "Aún no habían cogido a uno de los terroristas. No estamos del todo tranquilos y por eso nos ha dado un poco de miedo ir por la mañana al minuto de silencio", señala Ana.

El atentado les sorprendió el jueves por la tarde en su casa: "Estábamos durmiendo y cuando nos despertamos vimos que cada uno tenía mil llamadas perdidas", explica. "Llamé a mi madre y lo primero que me dijo fue si estaba bien, yo no entendía nada, me dijo que había sucedido un atentado en Las Ramblas", apunta. Más tarde encendió la televisión y ya fue consciente de todo lo que había sucedido.

Fausto Iglesias | Vigués, trabaja en Barcelona como administrativo contable

"A pesar de estar en la zona del atentado, me enteré de todo por las noticias"

El vigués Fausto Iglesias relata cómo se enteró del ataque, a unque trabaja cerca del lugar de los hechos, a través de las noticias y el Whatsapp.

Tanto él como su mujer se encontraban en sus respectivas oficinas durante el atentado. Cuando volvió a casa estaba todo cortado y había mucho tráfico. "La situación fue caótica. Mi mujer estaba trabajando justo en la calle paralela a Las Ramblas. En teoría salía un poco más tarde de la hora a la que se produjo el atentado, a las 5:30. Las autoridades les recomendaron no salir de las oficinas y posteriormente los obligaron a permanecer dentro por su seguridad. Al final salió a las siete, aunque ni taxis ni buses entraban en la zona acordonada. Fuera de ella funcionaban autobuses sin coste que permitían alejarse de la zona para ir a sus casas, con recorridos especiales; esos buses se llenaban y salían lo más rápido posible para facilitar los desplazamientos", explica Fausto, quien añade que "son barrios con muchos trabajos y comercios, donde sabían que si todos salían a la vez podía generarse una situación de caos".