Pablo Iglesias y Albert Rivera se enzarzaron ayer en un bronco debate que deja constancia de que nada queda de lo que en un tiempo pudo ser sintonía entre quienes encarnaban la "nueva política".

Las duras descalificaciones entre los líderes de Podemos y de Ciudadanos abrieron la segunda sesión de la moción de censura. Pese a lo habitual que resulta la crudeza en los enfrentamientos parlamentarios entre ambos, Iglesias reservaba para Rivera el tono y los términos más duros del debate de la moción de censura contra Mariano Rajoy.

En tono condescendiente, el líder de Podemos cargó contra su homólogo en Ciudadanos con la afirmación de que "no sirven para nada en política". Después afeó a Rivera que hay que ser "bastante facha" para afiliarse al PP en 2002, para matizar que "más que facha, cínico". También le reprochó que se hubiera negado a condenar el franquismo o que en una entrevista afirmase que las dictaduras daban "cierta paz y tranquilidad".

Iglesias atacó a Rivera también por el flanco del saber al apuntar que sus citas "pedantes" son de libros que no leyó y dejó constancia de que para meterse en política hay que tener "formación intelectual".

Para frenar los ataques, Rivera se rió del trabajo parlamentario de Podemos al apuntar que plantean iniciativas sin fundamento, como derogar el secreto bancario, algo que en España no existe. En ese mismo apartado incluyó siete de las once propuestas que Iglesias incluía en el programa expuesto en la primera sesión de la moción y que ya están aprobadas o en proceso tramitación.

El "número uno" de Ciudadanos sugirió al aspirante a presidente que salga del autobús de la trama "y vuelva a la Cámara". Con adjetivos como "viejunas" o "fracasadas" descalificó algunas de las medidas sociales y económicas de Podemos. Su mayor énfasis llegó al criticar la postura sobre la organización territorial, al afear a Iglesias que se alíe con Bildu y ERC, los únicos que quieren "liquidar" España. Podemos es "Demoliciones Iglesias", resumió Rivera.

En el turno de réplica, Iglesias endureció todavía más sus términos al considerar a Rivera como una "enorme decepción", tacharlo de "embustero" y pintarlo como el "escudero" que permite gobernar a lo que los jueces identifican como "una organización para delinquir".

La venganza de Rivera llegó después en los pasillos del Congreso cuando, tras descartar que el líder de Podemos llegue algún día a la presidencia del Gobierno, advirtió que "Pablo Iglesias tiene más cara de Hernández Mancha de que Felipe González", en alusión a los candidatos de las otras dos mociones de censura de la democracia, iniciativa que para el primero fue la puntilla que terminó por hundir su breve carrera política mientras que para el segundo sirvió de preludio al gran triunfo electoral que lo llevó a la Moncloa.

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