El líder del PP, Mariano Rajoy, ha sido reelegido hoy en su cargo con el apoyo del 95,65 por ciento de los votos de los compromisarios del XVIII congreso nacional de su partido.

Rajoy ha sido el único candidato a presidir el PP, y los afiliados asistentes a este congreso han ejercido su derecho a voto en las urnas habilitadas después de que el presidente del partido interviniese ante el plenario para pedir la confianza de los suyos.

Los compromisarios han tenido que depositar dos papeletas, una para el Comité Ejecutivo Nacional, encabezado por Rajoy, y otra para la Junta Directiva Nacional.

La presidenta del XVIII congreso y presidenta de la comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ha sido la encargada de dar cuenta del escrutinio.

Para el Comité Ejecutivo Nacional han votado 2.659 compromisarios, de los que han sido válidos 2.645. Un total de 2.530 han sido a favor (el 95,65 por ciento), 14 nulos y en blanco 115.

En la votación para la Junta Directiva Nacional se han emitido 2.658, de los que 2.641 han sido válidos y 2.529 (el 95,65), 17 nulos y 112 en blanco.

La de hoy ha sido la carta ocasión en la que Rajoy ha sido votado para presidir el partido y en dos de ellas superó el porcentaje de hoy. En el congreso de 2004 obtuvo el 98,37 por ciento de apoyos, en el de 2008 el 84,24 y en 2012 el 97,56.

Tras el resultado de la votación, Rajoy ha agradecido el "cariño y la generosidad" con la que siempre le ha tratado el partido y, tras ser de nuevo designado líder con más del 95 por ciento de los votos, ha sentenciado: "Y puesto que soy un ser humano, esto realmente me emociona".

Nada más pronunciar el escrutinio la anfitriona del congreso nacional de los populares, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, el líder reelegido ha pronunciado unas palabras de agradecimiento por el apoyo prestado, que ha sido muy alto, y por el que, como ha dicho luego a los medios, se ha declarado "muy contento".

Acompañado por su mujer, Elvira Fernández, y por la plana mayor del PP, Rajoy ha destacado que es "un honor" presidir un partido en el que lleva toda la vida desde que, muy joven, en su Pontevedra natal, comenzara a pegar carteles.

Tal y como ha recordado, su trayectoria en las filas populares ha circulado en paralelo a la historia del propio partido, que "ha estado en todos los sitios importantes" desde que la democracia se instalara en España.

"Para mí ha sido algo enormemente grato todo esto porque trabajo en lo que creo, para que las cosas vayan mejor", ha añadido.

Como le gusta hacer, ha rememorado sus constantes viajes por "todas las provincias, todas las capitales y todas las islas" y por "casi todos los municipios", aunque "no todos porque en España hay más de 8.000".

El PP, es su tónica, ha colaborado para que en España "hayan mejorado las cosas", pero ha recalcado en que el gran reto pendiente es dar trabajo a quienes aún no lo han encontrado.

Sobre la nueva ejecutiva del partido, ha dicho en declaraciones a los medios que, "como siempre", ha intentado integrar al "mayor número de personas que representen el pensar y el sentir del PP".

Tras el resultado de la votación de este sábado, Rajoy se ha asegurado superar a Aznar. No es que el congreso del PP le haya dado alas para que su velocidad punta en las largas caminatas que da cada mañana le permitan adelantar en carrera a su predecesor, avezado corredor desde sus tiempos en la Moncloa.

Lo que se ha garantizado en esta cita en la Caja Mágica madrileña es estar más tiempo que él como presidente del partido después de que los afiliados, que ya no militantes, hayan vuelto a darle manos libres para una etapa no exenta de incertidumbres.

Que casi nueve años después de aquel Congreso de los populares en Valencia en el que hubo amagos de disputarle el liderazgo, haya certificado que nadie se atreve a hacerle sombra, es un reflejo de la maestría de Rajoy a la hora de aplicar la que dicen que es una de sus máximas: aguantar es ganar.

Aguantó dos derrotas en su camino hacia la Moncloa. Aguantó el pulso de los críticos abanderados por Esperanza Aguirre. Aguantó las reprimendas de quien le nombró su sucesor y no ha dejado de indicarle el camino que debería seguir. Y aguantó diez meses como presidente en funciones mientras se esfumaban las expectativas de quienes en otras formaciones políticas llegaron a verse cerca de su sillón.

Rajoy sigue ahí. Es un fondista, un superviviente político que asirá las riendas del PP al menos cuatro años más si es que las circunstancias políticas (léase, por ejemplo, el regreso de Pedro Sánchez) no hacen variar un calendario del que será dueño total a partir del 3 de mayo, cuando tendrá en su poder el comodín de la convocatoria de elecciones generales.

Para entonces ya habrá recibido felicitaciones por su 62 cumpleaños, una edad que contrasta con la de quienes fueron sus rivales en los comicios y, ahora, o no están, o viven luchas internas o han firmado un pacto con él para hacerle presidente.

A la experiencia que conlleva su edad y a su larga trayectoria política ha recurrido Rajoy en numerosas ocasiones para confrontar lo que ofrece frente a lo que prometen los demás. Y lo que asegura ofrecer, lo repite una y otra vez, es sensatez y sentido común.

Es el bagaje que él reivindica y con el que lo ha sido casi todo en política hasta llegar a presidir el PP y el Gobierno.

Quizás haya ido acrecentando de forma paralela sus dotes para no despejar hasta el último momento la incógnita sobre quiénes le acompañan en sus equipos y llegar a superar incluso el misterio que rodeaba al famoso cuaderno azul de Aznar.

Lo ha hecho al formar sus gobiernos y lo ha repetido ahora al no despejar hasta el último instante la incógnita de si María Dolores de Cospedal seguiría siendo su número dos en el partido.

Cospedal continuará en el puesto, y eso dará argumentos a Rajoy para reiterar, como le gusta decir, que él es un hombre previsible.

Pero también creían que lo era muchos de quienes a lo largo de estos años preveían que Rajoy seguiría contando con ellos pero, por unas u otras circunstancias, se han ido apeando de su lado.

Eso sí, sin estridencias y con el sello de quien empezó ganándose la vida como registrador de la propiedad y, ya en política, se convirtió en un experto administrador de los tiempos.

Quizás lo que más le haya costado administrar haya sido la sombra de corrupción que ha seguido planeando incluso hasta este congreso del PP, cuyo inició coincidió con sentencias judiciales en Valencia por el caso Gürtel.

Rajoy admite el daño que todo eso ha provocado tanto a él como al partido, pero argumenta que se trata de hechos del pasado que siguen siendo juzgados en los tribunales pero que ya fueron juzgados en las urnas, y que ha reaccionado ante ellos con una batería de medidas que dificulten su repetición.

Que después de esos casos y de las decisiones que admite duras y dolorosas que tuvo que tomar en los últimos años para hacer frente a la crisis, Rajoy siga ahí, liderando el Gobierno y el partido, parece dar la razón a la canciller alemana, Angela Merkel, cuando le dijo que tenía "la piel de elefante".

Este paquidermo político, al que Felipe González consideró como el único animal que camina sin moverse, ha confesado en ocasiones que aspiraba a gestionar el aburrimiento porque eso sería un buen síntoma de normalidad.

En el PP lo ha conseguido. En su faceta de presidente del Gobierno parece tenerlo algo más difícil en esta incipiente legislatura.

Una legislatura en la que, sin pistas sobre su sucesión, nadie se atreve a afirmar si será la última que viva desde su actual atalaya. Hoy sólo se puede aspirar a conseguir de él una respuesta a la gallega: depende.