Desde que en febrero de 2015 tuvo que dejar su plaza en la Audiencia de Barcelona al ser suspendido por escribir borradores de una constitución catalana, Santiago Vidal se convirtió en un icono para las bases soberanistas, temido por las direcciones políticas por su desenvoltura verbal.

Cuando el 24 de abril de 2015 los cerca de 16.000 asistentes al acto convocado por las entidades independentistas detectaron que Vidal serpenteaba entre el público, aún con la chaqueta puesta, en busca de un asiento en el Palau Sant Jordi de Barcelona, le dedicaron una de las ovaciones más unánimes de la noche sin ser ni tan siquiera uno de los intervinientes que debía subir al escenario.

Hacía tan solo dos meses que el pleno del Consejo General del Poder Judicial había decidido suspenderlo como juez durante tres años, su popularidad en el mundo soberanista estaba por las nubes y su nombre empezaba a ser pieza codiciada por más de un partido.

Al día siguiente de la suspensión, jueces, abogados y funcionarios se concentraron en las puertas del Palacio de Justicia de Barcelona bajo el lema "Todos somos Santi Vidal", entre vítores al magistrado y gritos de "independencia", con la presencia de representantes de ERC, ICV, EUiA y Podemos, aunque no de CiU.

Por esas fechas, en privado, Vidal solía dar por hecho que la Generalitat lo reclutaría para alguna tarea relacionada con el mundo judicial, pero los recelos del entonces conseller de Justicia, Germà Gordó, fueron retrasando la designación, que finalmente quedó en poco más que una colaboración para elaborar un libro blanco de la justicia en Cataluña.

Vidal, que tras su suspensión presumía de tener sobre la mesa propuestas de "dos o tres formaciones" para concurrir bajo sus siglas en las siguientes elecciones, acabó "fichando" por ERC.

En las elecciones municipales de 2015, ya se prestó a cerrar la candidatura que encabezaba Alfred Bosch a la alcaldía de Barcelona, pero su salto definitivo a la política se concretó en las últimas generales cuando lideró con éxito la lista de ERC al Senado.

Pero el desparpajo con el que, en entrevistas y conferencias, solía dar detalles sobre los pasos discretos del proceso hacia la independencia empezó a exasperar a las cúpulas de los partidos soberanistas, que temían sus indiscreciones públicas.

El protagonismo que ERC concedía a Vidal había ido decreciendo, pero no sus apariciones en conferencias de entidades soberanistas como la ANC u Òmnium Cultural, en los que se prodigaba en revelaciones.

Sentencias pioneras

Cuando fue suspendido como juez en 2015, Santiago Vidal (Sant Sarduní d'Anoia, Barcelona, 1954) llevaba una larga trayectoria en el mundo de la justicia, que arranca en la década de los 80, cuando empezó a ejercer como abogado laboralista.

Entró a la carrera judicial en 1990 como juez de instrucción en Arenys de Mar (Barcelona) y, dos años después, ascendió a magistrado destinado en juzgados penales de Sabadell (Barcelona) y Barcelona, hasta que en 1998 desembarcó en la Audiencia Provincial.

Miembro de Jueces por la Democracia desde el año 1998, Vidal firmó resoluciones pioneras que han hecho célebre su compromiso con los derechos humanos y civiles, la igualdad de género o la protección de los menores de edad.

Como juez de lo penal, absolvió a insumisos, planteó la inconstitucionalidad de la prestación social alternativa a la "mili" y reconoció el sexo femenino a una transexual a la que el Registro Civil impedía inscribirse como tal, además de redactar sus resoluciones en catalán en una época en que las sentencias en esa lengua podían contarse con los dedos de una mano.

Un juez que rompió moldes

En 2001, fue el primer juez que habilitó su despacho como un cuarto de juegos para interrogar a un menor y más tarde redactó el auto en el que la Audiencia ordenaba investigar los bombardeos de la aviación italiana en Barcelona, en la primera causa abierta en España por los crímenes de la Guerra Civil.

Rompió moldes dentro de la judicatura, también en las formas: su talante cercano y afectuoso, su vestuario informal, su aspecto menudo lo convertían en un juez al que abogados, funcionarios o periodistas veían casi imposible no tutear.

Su primer encontronazo con el Consejo General del Poder Judicial se remonta a 2009, cuando el órgano de gobierno de los jueces lo sancionó por llamar "juez caracol" en una tertulia radiofónica al magistrado Juli Solaz, que había descartado el ingreso en prisión preventiva de Fèlix Millet y Jordi Montull por el caso Palau.

Su apoyo público a la independencia se hizo explícito al firmar un manifiesto junto a otros 32 jueces catalanes y, más tarde, al anunciar en una radio que participaba en sus horas libres en la redacción de una 'constitución catalana'.

Vidal siguió prodigándose como tertuliano hasta que su desenvoltura verbal le ha acabado traicionando y obligando a dejar su escaño en el Senado por afirmar, entre otras cosas, que el Govern tiene de forma "ilegal" los datos fiscales de todos los catalanes e investiga a los jueces que trabajan en Cataluña para saber si están a favor de la independencia.