Mismo contenido pero un tono distinto, más suave y marcado por la insistencia en su disposición al diálogo. A eso se reduce la diferencia entre el discurso con el que Mariano Rajoy abrió ayer la sesión del debate de investidura como presidente del Gobierno y el que pronunció en la misma circunstancia el 30 de agosto, cuando su candidatura carecía del respaldo suficiente para prosperar. Las circunstancias han variado y "en los dos últimos meses hubo cambios relevantes que mejoran la situación política", dijo en alusión a los acontecimientos internos del PSOE que abren la posibilidad de que pueda ponerse al frente de un Ejecutivo que ya no estaré en funciones.

Fue una intervención de apenas 45 minutos con múltiples alusiones al discurso de su investidura fallida, en algunos casos incluso citas literales. El programa del candidato popular se vertebra sobre los cinco pactos ya ofertados para garantizar la sostenibilidad de las pensiones, conseguir que "veinte millones de personas estén trabajando en 2020", sacar adelante un gran acuerdo educativo, otro sobre financiación autonómica y un quinto de "limpieza de la vida pública". Rajoy hizo la propuesta de este último pacto contra la corrupción "desde la humildad de los casos que han protagonizado personas de mi partido" pero también desde su convicción de que "nadie puede presumir de infalibilidad".

Resolver la situación catalana fue otro de los asuntos que Rajoy enumeró dentro de "los desafíos que ningún partido puede resolver en solitario". "El primer paso hacia soluciones más justas" en ese terreno consiste, dijo, "en respetar la legalidad y el derecho de los españoles a decidir sobre su futuro y sobre su territorio".

La complejidad a la que se enfrenta un Gobierno que solo tiene garantizado el sustento parlamentario de los votos de sus 137 diputados salpicó todo el discurso del aspirante. Rajoy asume de antemano que el futuro Ejecutivo "estará lejos de cumplir las condiciones de solidez y estabilidad que yo reclamo", pero quiere evitar a toda costa que se trate de "un Gobierno de mero trámite". Aspira a estar al frente de un equipo "estable, duradero y tranquilizador". "Viable y previsible", añadió en otro momento del discurso. Ello requerirá una apertura completa al diálogo porque "cada día tendremos que construir una mayoría para gobernar". Pidió a los grupos parlamentarios que acepten "el mismo compromiso" y se mostró convencido de que "sabré interpretar lo que han dicho los españoles".

Lo primero que confiará a ese diálogo son los presupuestos para el próximo año. Pero incluso antes de ello, como prueba de su nueva disposición, Rajoy se mostró dispuesto ya en la jornada de hoy "a profundizar en los aspectos que consideren oportunos" los grupos parlamentarios y que se reflejen en la intervención de sus portavoces.

Eludir las terceras elecciones es, por encima de todo, la gran prioridad política. El candidato popular aseguró que su partido ha renunciado a la tentación de "mejorar nuestra posición" en unos nuevos comicios porque "ninguna consideración sobre política de partido me parece lícita" ante la peligrosa inestabilidad, en lo institucional y en lo económico, que generaría un nuevo llamamiento a las urnas. A esta altura de la intervención dejó caer la segunda velada alusión a la situación interna del PSOE al apuntar que evitar las terceras elecciones "no supone forzar a nadie a renunciar a principios" y se trata, ante todo, de ponerse a resguardo de los efectos indeseados de una "situación inédita".