Pese a mostrarse más sonriente de lo habitual, su cara refleja el cansancio y la tensión acumulada en una semana crítica para su partido, el PSOE. A Javier Fernández, el hombre fuerte del socialismo español para el momento más difícil en la historia moderna de la organización, se le acumulan tareas nada sencillas: gobernar Asturias en minoría, tratar de cohesionar un partido hecho añicos y hacer frente a una campaña de críticas de Podemos, formación que aspira a convertirse en el referente de la oposición al PP.

Aunque lo que más echa en falta en los últimos días es "tiempo para dormir", Fernández se ve capaz de lidiar simultáneamente con la gestora del partido y con el Gobierno autonómico. "La gestora es algo provisional, contingente al tiempo que tarde en conducir al partido a un congreso. En la gestora no sólo estoy yo, hay un equipo muy amplio en Ferraz. Soy el presidente pero hay mucha gente ayudando. Va a suponer un sobre esfuerzo, sin duda muy, muy duro, pero creo que durante un tiempo puedo compatibilizar ambas responsabilidades". Es consciente de que deberá dar la cara en procesos internos delicados, como la posición ante una investidura de Rajoy. "Esa decisión se tomará en el comité federal", reitera. También se muestra "convencido" de que los diputados del PSOE acatarán la decisión que se tome "en el órgano soberano del partido" porque en "el grupo socialista siempre ha habido disciplina de voto". Y asume que tendrá que hablar con los socialistas catalanes tras el congreso del próximo sábado.

El tiempo que se prolongue la gestora hasta la celebración del congreso federal, del que saldrá el próximo secretario general del PSOE, dependerá de lo que tarde en apaciguarse el partido.

Sobre la decisión que debe tomar el partido acerca de la formación de gobierno considera que es un posicionamiento sobre el que no parece que vayan a tener participación las bases del partido, porque todas las miradas están puestas en el comité federal.

La semana en la que menos durmió, "por los viajes, el teléfono, las entrevistas y las reuniones", toca a su fin.

Nunca olvidará una atmósfera del partido "que había llegado a un punto insoportable, como si la tensión hiciera correr por todo el comité una corriente eléctrica", pero no quiere recrearse en aquel "espectáculo bochornoso", tras el que tuvo que postergar la lectura de SPQR, la historia de Roma de Mary Beard, que había comenzado en el hotel de Madrid la noche antes.