El Rey cerró ayer la última ronda de contactos con los partidos sin proponer candidato, después de constatar que ninguno cuenta con los apoyos suficientes para ser investido, lo que aboca al país a unas nuevas elecciones generales que se celebrarán el próximo 26 de junio. El presidente del Congreso, Patxi López, lo expuso con toda claridad: "Mañana (por hoy) es la fecha límite para convocar un pleno de investidura, pero al no haber ningún candidato no habrá sesión de investidura y disolveremos las Cortes la semana que viene".

López se reunió con Felipe VI al finalizar la ronda de contactos, la tercera desde los comicios del 20-D, y su comparecencia ante los medios puso fin a una jornada que protagonizó el ofrecimiento "in extremis" de Compromís para salvar la legislatura, que será la más corta de la democracia. El partido de Joan Baldoví, con cuatro diputados, propuso al PSOE un pacto de mínimos para favorecer la formación de un gobierno "a la valenciana", el denominado "Acuerdo del Prado".

De sus treinta medidas, los socialistas anunciaron que aceptaban veintisiete y que matizaban las otras tres, pero sin renunciar a su acuerdo con Ciudadanos. Y además exigieron gobernar en solitario con independientes y el compromiso de Podemos y sus confluencias para aprobar dos presupuestos generales. Eso sí, Sánchez se sometería a una cuestión de confianza en 2018.

El ofrecimiento de Compromís fue inmediatamente rechazado por el líder de C's, Albert Rivera, quien resumió así su posición: "Tres páginas para gobernar seis partidos durante cuatro años no es razonable". De echar por tierra la contraoferta socialista se encargó Xavier Domènech, de En Comú Podem, quien la tachó de "broma" y fue el primer político de la órbita de Podemos en certificar el cariz plenamente electoral de la jornada.

Después vino Pablo Iglesias. Y con él se inició un incesante cruce de reproches y acusaciones que siguió después con las comparecencias públicas de Sánchez y el jefe del Ejecutivo en funciones, Mariano Rajoy, al término de sus reuniones con el Rey.

Iglesias, que llegó un cuarto de hora tarde y tuteó al monarca -"me alegro de verte", le dijo-, acusó al líder socialista de frustrar "una vez más" la formación de un gobierno "a la valenciana" con las condiciones impuestas a la "muy sensata" oferta de Compromís. Le culpó, así, de la convocatoria de nuevas elecciones: "La política no puede ser un casino ni una partida de póquer. Nosotros hemos sido coherentes desde el principio, asumiendo cesiones en tiempo y forma".

A partir de aquí, todo fue ya pura contienda preelectoral y un mutuo culparse del fracaso de la legislatura. Abrió el fuego el líder del PSOE, disparando a izquierda y derecha. Primero responsabilizó a Iglesias de haber abocado al país a nuevas elecciones tras acusarle de "no haber querido pactar nunca" con el PSOE y haber bloqueado los intentos de acuerdo del ala moderada de su partido, liderada por Íñigo Errejón.

"Más, honestamente, no puedo hacer. Lo he intentado todo", dijo Sánchez después de comunicar al Rey que "ni podía, ni debía" intentar de nuevo la investidura al carecer de apoyos suficientes. El líder socialista sentenció que "los vetos nominales y los sillones han bloqueado el cambio" y provocado un "fracaso" colectivo de todos los partidos.

"Algunos hemos trabajado para que ese fracaso no se produjera y otros sí. Uno fue Iglesias y el otro Rajoy", les censuró.

Pero el líder del PP reprochó a Sánchez el haberse negado desde el principio a su propuesta de gran coalición, que era la más razonable y "la mejor para los españoles". Una actitud que Sánchez debería "corregir en el futuro", le advirtió, porque pactar es "el abecé de la democracia". Con todo, celebró que, "por suerte para España" no se haya conformado un gobierno de izquierdas.