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El difícil arranque de la legislatura

Mes y medio hasta el 2 de mayo

Los partidos disponen aún de seis semanas para negociar antes de que el Rey convoque elecciones, pero el diálogo ya no tiene visos de fructificar -Sánchez e Iglesias se reunirán

Sánchez y el portavoz en el Congreso, Antonio Hernando, en la sesión de investidura del líder socialista.

El próximo 2 de mayo, si un acuerdo no lo remedia, el Rey se verá obligado a disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. Los comicios se celebrarían casi dos meses después, el 26 de junio, y, según vaticinan los sondeos, algunos partidos, caso de C's e IU, mejorarán sus resultados. Sin embargo, esas mismas encuestas dicen que los votantes no modificarán sustancialmente lo que decidieron el 20 de diciembre, hizo ayer tres meses: volverán a trocear en cuatro partes (PP, PSOE, Podemos y C's) el pastel que antes solo repartían entre socialistas y populares, y además en porciones similares a las del 20-D.

A día de hoy, las negociaciones entre estas cuatro fuerzas parecen agotadas. El pacto PSOE-C's es el único éxito de estos tres meses de contactos. Pero no basta para hacer presidente del Gobierno a Pedro Sánchez, y con ser un ejemplo de la clase de acuerdos transversales que exige la nueva coyuntura política, no satisface ni a Podemos ni al PP. De hecho, hasta es un obstáculo para llegar a algún tipo de entente con cualquiera de los dos, dado que Sánchez y Albert Rivera se han conjurado para negociar juntos con las demás fuerzas.

El PP quiere pactar con el PSOE -y con Ciudadanos, aunque no juzga imprescindible su concurso- y Podemos también quiere llegar a un entendimiento con los socialistas. El problema es que éstos no renuncian a su acuerdo con C's y pretenden que uno u otro (el PP o Podemos) se abstengan en una hipotética nueva sesión de investidura de su secretario general. Y ni Rajoy ni Pablo Iglesias están por la labor.

El líder del PP proclamó el sábado: "No me rendiré nunca", en lo que sonó como un mensaje dirigido a Sánchez y a Rivera, y una indicación muy clara de que se aferra a su puesto de líder más votado el 20-D, lo que a su juicio le otorga credenciales suficientes como para considerarse acreedor a la reelección, sin haber movido un dedo para negociar en un momento en el que el diálogo y la cesión son imprescindibles para la supervivencia política.

El problema de Rajoy es que le dijo "no" al Rey, y ese rechazo suyo abrió el turno para que Sánchez se moviera y se entendiera con Ciudadanos. Ya le gustaría a Rajoy tener ahora ese acuerdo, pero ni siquiera lo intentó, porque estaba seguro de que la presión acabaría haciendo entrar en razón a los socialistas. No fue así, y a medida que fueron pasando las semanas y los nuevos casos de corrupción detonaban como bombas, la imposibilidad ya remota de negociar con el PSOE se esfumó del todo.

El PP debe de estar estudiando la manera de salir airoso de una nueva cita con las urnas, pues al castigo que los votantes podrían infligirle por la corrupción que no cesa -cuyo emblema es ahora la tozuda negativa de Rita Barberá a renunciar al acta de senadora- se une el que podría depararle su juego especulativo ante el monarca, que, después del desaire de Rajoy y el fracaso de Sánchez, no quiso arriesgarse a convocar una tercera ronda de consultas con los líderes de los partidos, visto el éxito obtenido con las dos anteriores.

Así las cosas, Podemos es la única salida. Y casi más que Podemos, sus confluencias. Para favorecer su abstención, los socialistas están rondando más a algunas marcas territoriales (como En Marea), o a afines como Compromís, que al Podemos fetén. Pero incluso con el núcleo duro de Iglesias están empleando un tono menos hiriente. Y más esta última semana, en la que la cuña "con el PSOE sí-con el PSOE no" estuvo muy cerca de dañar seriamente el complejo equilibro de voces del partido de los politólogos.

El sábado, el secretario de Organización, César Luena, trocó antiguos exabruptos por suaves consejos al discípulo aventajado, y en vez de arremeter contra Podemos acusándolo poco menos que de hacerle el trabajo sucio al PP, se limitó a pedir a sus dirigentes "voluntad" para aprovechar la oportunidad de fraguar un cambio. "Hay mayoría", que cada uno asuma su "responsabilidad", dijo Luena.

Algo más sabremos cuando Sánchez e Iglesias se reúnan esta semana. Los socialistas han accedido a no llevar con ellos a ningún representante de C's, concesión que no ha enfadado a los de Rivera, pero sí les ha llevado a redoblar sus advertencias al PP. Si los populares no pactan, el PSOE puede "tirarse el monte" y entenderse con Podemos y los independentistas catalanes.

Pero el PP sigue sin inmutarse. La llamada de Rajoy a Sánchez para quedar la ha pospuesto el jefe del Ejecutivo hasta después de Semana Santa. Para "dejar enfriar las cosas", dice. ¿Más aún?

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