A menos de dos metros de distancia, hasta doce cámaras apuntan al Príncipe, sentado en su pupitre con los brazos cruzados y semblante serio en aquel septiembre en el que cursaba su primera semana de clases. La imagen resume una expectación que, más o menos disimulada, se repetiría durante toda su estancia en la comarca de Pontevedra, al menos durante los fines de semana en los que salía de las instalaciones de la Escuela Naval Militar.

Dentro del centro castrense, el recién llegado se convertía en uno más, si se exceptúa el hecho de que cursaba un programa intensivo que pretendía resumir la formación que sus compañeros realizarían en cinco años.

Formó parte, con otros 70 futuros marinos, de la 389 promoción y su plan de estudios buscaba ahondar en su formación castrense y dotarlo de un conocimiento de la armada, amén de familiarizarlo con un entorno militar "normal". Así, compartió idénticas experiencias (adiestramiento, clases, alojamiento, comida...) que compañeros de clase.

Fuera de la Escuela Naval, al igual que había sucedido años antes con su padre, el heredero intentó llevar la discreta vida de cualquier otro joven, pero no podía evitar generar interés, en muchas ocasiones disimulada y en otras, como comprobó alguna vez cuando salió de compras en Vigo, tan evidente que se vio obligado a saludar al ser ovacionado.

Ovacionado, felicitado... Y piropeado. Si en 1993 una revista internacional lo situó entre los hombres más atractivos del mundo, siete años antes jovencitas de toda España abrumaron a la Escuela Naval Militar con cientos de peticiones de invitaciones para el baile que celebran los guardamarinas al iniciar su singladura en el buque escuela "Juan Sebastián Elcano", deseosas de coincidir con el heredero.

Guardamarina o caballero Felipe de Borbón (los nombres con los que se dirigían a él sus profesores) pero también adolescente, alguna vez llegó tarde, se despistó sobre la indumentaria o realizó travesuras, fallos que pagó teniendo que escalar a la cofa o sudando en una sesión extra de deporte.

Con todo, "nunca tuvo un arresto" ni un suspenso, como recuerdan los docentes que supervisaron sus estudios.

A mediados de los ochenta los alumnos de la Escuela Naval visitaban con frecuencia el Liceo Casino de Pontevedra "y como cualquier chico normal", añaden sus entonces profesores, "hablaba con las chicas, porque una de las cosas que buscaba la Casa Real es que fuese un alumno más e hiciese una vida, dentro de un orden, como cualquier otro estudiante, uno o dos días durante la semana salían por la tarde, y esos días los guardamarinas iban generalmente al Casino".

Lo corrobora el presidente de la sociedad en esos años, José Ángel Fernández Arruty, que incide en que "a Don Felipe lo conozco más que a su padre, porque siendo presidente del Liceo Casino tuve el alto honor de condecorarle con la insignia de oro de la sociedad y con él mantengo, en fin, no diría que una relación de amistad pero si cierto conocimiento mutuo, de modo que puedo decir que es un hombre preparadísimo y a estas alturas con una gran experiencia para el cargo de desempeñará".

El joven disfrutaba especialmente de los deportes. De hecho, su primer contacto con la Escuela Naval Militar de Marín fue para disputar un torneo interacademias y él formaba parte del equipo de baloncesto.

No obstante, su actividad favorita era la vela y en aquellos momentos patroneaba el barco "Aífos" (el nombre de su madre, Sofía, invertido), además de destacar en las operaciones navales tácticas.

Noventa y un días después de su ingreso en el centro castrense el caballero Felipe de Borbón cesa en la escuela para embarcar en el "Juan Sebastián Elcano", donde cumpliría 18 años, si bien regresaría para incorporarse al portaaviones "Dédalo" y posteriormente a la fragata "Asturias".

Su abuelo, el conde de Barcelona, viajó a Marín en julio de 1987 para entregar al heredero su despacho de alférez de navío. En la ceremonia castrense también participaron los reyes y supuso el fin de una etapa formativa en la que, poco a poco Don Felipe se iba desprendiendo de su timidez, más acusada que la de su padre. Con todo, los que lo conocen dicen que no la ha perdido del todo, como tampoco su carácter serio, paciente, tranquilo, sentimental y cómodo en el oficio.