En un PSOE sumido en la oscuridad, sin referentes nacionales o regionales destacados y con el peor resultado electoral de su historia, la mayoría de los barones socialistas, numerosos alcaldes, cargos públicos y militantes han fijado sus miradas en Susana Díaz Pacheco, una sevillana de Triana, de 39 años y con carné en el partido desde los 16 años a la que le han bastado ocho meses de gestión como presidenta de la Junta de Andalucía para deslumbrar a un partido incapaz de dar respuesta a esos cientos de miles de ciudadanos que salen a la calle a defender ideas que llevan, en principio, el sello socialista.

José Antonio Griñán, su principal valedor, supo ver en su consejera de Presidencia lo que ahora comparten los principales líderes del PSOE. Con un lenguaje claro, cercano, de agrupación de barrio y llamando a las cosas por su nombre, Susana Díaz se hizo con las riendas de la Junta de Andalucía sin pasar por las urnas y apabulló al socialismo andaluz, muy dado a las cuitas internas, en el congreso de Granada. Ahí empezó todo. Dice en voz alta lo que piensa y no renuncia al discurso nacional que se está construyendo pese a que colisione con las decisiones que adopta la dirección federal del PSOE.

Ya en su discurso de investidura sentó las bases de los nuevos tiempos que quiere instaurar en la gestión de la cosa pública y dejó entrever que sus miradas estaban puestas también en la política nacional. Invitó a Mariano Rajoy a un acuerdo para la regeneración política, movimiento que no fue bien acogido por Alfredo Pérez Rubalcaba al entender que a Díaz no le correspondía liderar la oposición socialista en España. Una muestra más de las pésimas relaciones entre los dos dirigentes desde el congreso de Sevilla donde Rubalcaba se impuso a la candidata de Díaz, Carme Chacón.

Desde el primer día, el reducido grupo de asesores de Susana Díaz le diseñó una agenda política con clara vocación para cubrir espacios en la política nacional que otros líderes del partido no llenaban por falta de liderazgo y por ser ella la única, junto al presidente de Asturias, Javier Fernández, que atesora un inmenso poder institucional, además de controlar a la federación con más peso del socialismo español.

La proyección nacional de Susana Díaz quedó evidente en su estreno en Madrid. En un desayuno en el hotel Ritz, en octubre, no tuvo reparos en decir en voz alta delante de toda la cúpula de su partido lo que otros socialistas piensan pero no dicen en público: que el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero se equivocó al afirmar en su momento que aceptaría cualquier texto del estatuto que llegara del Parlamento catalán. O cuando minutos más tarde desarmó a todo el equipo económico de los gobiernos de ZP criticando abiertamente que en plena crisis económica se le vendiera a los ciudadanos que ya había brotes verdes. Y lo dijo con todos ellos presentes en la sala. En voz alta.

Susana Díaz había llegado para quedarse. No tuvo reparos en visitar a Rubalcaba un día antes de la entrevista con Mariano Rajoy en La Moncloa para anunciarle que le iba a proponer al presidente del Gobierno que liderara un pacto contra la corrupción política pese a que Rubalcaba había roto las relaciones con el Ejecutivo a raíz del caso Bárcenas. O cuando maniobró a distancia y forzó en el Congreso de los Diputados el apoyo del grupo socialista a una iniciativa de UPyD en defensa de la Constitución y contra el derecho a decidir.

Fue entonces cuando en Madrid empezaron a comprender que Susana Díaz tenía toda la libertad para hacer y deshacer en el PSOE. La exhibición de fuerza orquestada a través de los diputados andaluces no gustó a muchos, pero el mensaje ya había calado.

Esta insólita proyección nacional en tan poco tiempo se sustenta en un discurso público bien armado centrado en tres ideas básicas con las que volvió a deslumbrar en la conferencia política del PSOE celebrada en Madrid en noviembre. Primero desactivó la intención de Rubalcaba de ofrecerle la presidencia de la conferencia para rebajarle su protagonismo, pero Díaz rehusó de ese regalo envenenado y levantó en varias ocasiones al auditorio con el discurso más autocrítico realizado por un dirigente del PSOE.

Le bastaron tres mensajes en un discurso sin papeles: el ya famoso "No lo estamos haciendo bien"; "Tenemos un proyecto común y ese proyecto se llama España"; y la recuperación de las señas de identidad socialista, adelantándose incluso la irrupción de fuerzas políticas nuevas en la izquierda como ha sucedido con Podemos. "El partido no tiene en este momento el pulso de lo que sienten y dicen los ciudadanos que se manifiestan en las calles contra las políticas del PP, que se refugian en mareas y plataformas porque el PSOE no responde a lo que necesitan".

El entusiasmo que levantó el discurso de Susana Díaz entre los militantes fue inusual en un partido alicaído.

Para completar esa estrategia de política con visión nacional (en sus intervenciones parlamentarias casi todas sus críticas son para Rajoy, no para el PP andaluz), su equipo diseñó una apretada agenda de firma de convenios y sesiones de fotografía con los principales empresarios del IBEX 35, que uno tras otro desfilaron por la sede de la presidencia de la Junta de Andalucía. Emilio Botín, César Alierta, Isidro Fainé...; viajes a Bruselas para entrevistarse con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso; varios encuentros con el Rey en Zarzuela y un mano a mano con Artur Mas en Barcelona para ofrecerse como mediadora ante la falta de diálogo entre Rajoy el presidente catalán.

Sin darse cuenta, Rubalcaba y cualquier otro dirigente con aspiraciones futuras para liderar el PSOE se habían percatado que Susana Díaz ya copaba todos los espacios políticos posibles y sin pisar ningún charco salvo una minicrisis de gobierno en Andalucía con su socio de gobierno, IU, por un conflictivo desalojo de La Corrala Utopia.

Aunque la presidenta de la Junta de Andalucía no es una mujer que adelante sus planes de futuro, tiene a otros que trabajan discretamente para allanarle el camino.

La noche electoral del pasado domingo sabía ya que a partir del lunes iban a buscarla. La renuncia de Alfredo Pérez Rubalcaba el lunes tras los pésimos resultados electorales ha abierto al partido en canal por el proceso planteado por el todavía secretario general para elegir primero a su sucesor y meses después en unas primarias abiertas al candidato del partido que se medirá con Mariano Rajoy.

Desde el martes fue un goteo constante de federaciones socialistas como Madrid, Valencia, Canarias, Navarra, Cantabria, La Rioja...; alcaldes, secretarios provinciales, cargos públicos..., que mostraron en público su disposición a que Susana Díaz diera el paso para suceder a Rubalcaba. "Es el inicio de un nuevo tiempo para el PSOE y Susana es la persona que mejor pueda hacerlo"; "Tiene un liderazgo fuerte, es nuestro gran activo"; "Genera ilusión y confianza"..., son solo algunas de las muestras de apoyo que se han sucedido esta semana como una cascada para invitar a la presidenta de la Junta a que presente su candidatura.

Para este viaje tiene el aval también de José Luis Rodríguez Zapatero, Manuel Chaves, José Antonio Griñán e incluso de Felipe González, que ha pasado de manifestar en julio de 2013: "No conozco a Susana Díaz; soy demasiado mayor", a rendirse a sus encantos y ser uno de sus confidentes: "Tiene mucho empuje, no cabe duda".

Mañana está previsto que Pérez Rubalcaba defina el proceso para elegir al secretario general del partido después de que el diputado Eduardo Madina exigiera (después de fallar su intento de adelantar las primarias) que todos los militantes pudiesen votar al nuevo líder del partido.

Este debate provocó que Rubalcaba cambiase la idea de acudir a un congreso extraordinario en julio de corte clásico. El viernes por la noche remitió a todos los secretarios de las federaciones un documento que permitirá a los militantes votar aunque la consulta no será vinculante.

Ahora todos esperan que mañana Susana Díaz anuncie que se presentará, aunque solo lo hará si su candidatura no provoca fracturas. Ya tiene la bendición de que puede compaginar la secretaria del PSOE con la Presidencia de la Junta de Andalucía, pero este salto mortal hacia el poder orgánico puede desgastarle en el gobierno de una comunidad en la que todavía no ha ganado la presidencia en las urnas.

@juandemellado