En la banda sonora de la Transición española hay mucho himno y también muchos santuarios con aire mitinero donde se elevaban esas canciones a la vez que se enviaba un mensaje de libertad y democracia. Uno de esos templos era la fiesta del PCE en la Casa de Campo de Madrid, con la presencia potente de Víctor Manuel y Nuberu. En una ocasión, cuenta Chus Pedro Nuberu, tocaba turno en el escenario a Nuberu y la otra parte de Nuberu, Manolo Peñayos, estaba desaparecido por alguna razón que no viene al caso. Carlos Tena, que era uno de los presentadores, lo llamaba: "¡Manolo, Manolo!, a escena". Una historia que los de "Nuberu" tienen siempre presente. En cierto modo aquellas fiestas del PCE en la Casa de Campo estaban inspiradas fiestas populares del rural.

Había más grupos con toque folk en la Transición, en la canción con acento político, como Aguaviva, el grupo de Manolo Díaz que también contaba y cantaba lo suyo. Llegaría poco después la carta de presentación de "Ilegales", TinoCasal, que ya revoloteaba, mientras que los "Stukas" precalentaban para su posterior asalto a Rock-Ola, la sala de la Movida madrileña que aterrizaría de lleno al iniciarse los ochenta, con el homenaje a Canito (Los Secretos posteriormente) en la escuela de Caminos de Madrid. Ya al final de la Transición afilarían armas Alaska y el núcleo central de aquel movimiento, que se asentaría con la llegada de Felipe González.

Los primeros años de la Transición fueron sobre todo momentos de cantautores o grupos incrustados en aquello que se llamó "canción protesta" y que pasaba por los catalanes Pi de la Serra, Serrat, Llach, Raimon, María del Mar Bonet y otros como Labordeta, Luis Pastor ("Vamos juntos"), Hilario Camacho (con sus inolvidables canciones de amor y desamor), Víctor y Ana y su "Muralla", aquel aire de hippy discreto de Nuestro Pequeño Mundo, Rosa León ("Al alba", de Aute), Cecilia (con su pose de folki estadounidense), Pablo Guerrero, Paco Ibáñez, Sabina y La Mandrágora. Súmense los importados de Sudamérica y su canciones, Víctor Jara, Mercedes Sosa, o los del folk de allá Quilapayún, Inti Illimani y Calchakis. Sin olvidar la Nueva Trova cubana.

La mayoría de las canciones tenía sus años, se habían escrito a finales de los sesenta, pero en España habían sufrido el apagón de la Dictadura. Con lo que se enrolaron en los directos de la Transición y todo el mundo convirtió aquellas piezas, políticas o no, en "sonido Transición".

Aunque todo eso se podría resumir en "Libertad sin ira", de Jarcha, una pieza, que fue tan simbólica como excesiva. Fue una especie de padrenuestro en misa, de canción de viaje de estudios en autobuses con vomitonas y tema de paz para arrancar la democracia. Como el otro símbolo que también quedó fijado en el cerebro de una generación, "Habla, pueblo, habla" de Vino Tinto y sintonía del referéndum del 15 de diciembre de 1976.

Otra cosa fue el rock, que despertó y se redescubrió con grupos como Topo y Asfalto y el sello creado por el Mariscal Romero: Chapa Discos. ¡Quién no tarareó alguna vez "El Capitán Trueno" de Asfalto! O más adelante grupos como "Leño". Hubo escenas muy de rock de liturgia, como Los Burning, que picoteaban por salas menores hasta que se hicieron famosos con una pieza de cine, la del filme de Colomo "¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?".

También a arrancaba el sonido psicodélico flamenco de la escena andaluza con Triana y los demás. Con discos tan de Transición como "El patio" (1975) y, sobre todo, "Hijos del agobio". O el jazz rock de Iceberg.

El "sonido Transición" fue un batiburrillo liderado, eso sí, por la canción protesta de intérpretes con estética barbuda, gafa pasta y pantalón pata elefante (una combinación entre hippy de antaño indie y hipster), un sonido donde los llamados cantantes "ligeros" daban codazos porque cantautores de protesta política o de amor protesta les estaban comiendo terreno.

Así que ahí andaba Perales dando goma con su "Velero" y Camilo Sesto, que ya había entrado en escena "rebelde" con Jesucristo Superstar días antes de morir Franco. Hubo muchos más de estos "crooners" que competían en sus peores momentos ante aquel amanecer del nuevo rock y la "canción protesta"; voces como Raphael o, claro está, Julio Iglesias, que ya venían de hacer festivales de Eurovisión y de Benidorm. Sin olvidar grupos vocales como Mocedades. Y, claro, la armada italiana de cada década, entonces con Sandro Giacobbe, Umberto Tozzi oRichard Cocciante.

La movida estaba llegando con una avanzadilla que lideraba Tequila", a medio camino entre fenómeno fans y rock de calidad. Hablando de fenómeno fans, aparecieron los primeros grandes fenómenos, "Los Pecos" y Miguel Bosé, que arrollaba en esos años con "Linda". Hay una parte de este movimiento que tiene su tiempo de Transición si tomamos como tal los dos primeros años de Gobierno de Felipe González. Y en esa miscelánea imperial contaba -y mucho, como de costumbre- lo que venía de fuera. Era una barbaridad con los discos de Lou Reed y la "Velvet" o los de "Pink Floyd" o Dylan con "Desire" y "Slow train coming" (Mark Knopfler a la guitarra), por nombrar algunos. Pero lo que impresionaba eran los punkis liderados por "Sex Pistols". Comercialmente conectó en España un grupo muy de Transición, "Supertramp". Y, claro, hay que descubrirse ante el dominio absoluto del "sonido disco". Y eso que en aquel entonces un seguidor de "Bee Gees" y el Travolta de "Fiebre del sábado noche" estaba mal visto. Era obligatorio cantar a la libertad y llevar barba desaliñada. De lo contrario se era hortera (los modelitoos de la música disco daban su cantazo). Con el tiempo se quitaron esas tonterías de la cabeza y se respetó aquello que inundó pistas durante años con el "sonido Europa" de "Boney M", los de la Motown, el funky exquisito, el sonido Filadelfia y tantos otros.