Gregorio Morán (Oviedo, 1947) está enfrascado en corregir El cura y los mandarines. Cultura y política en España, de 1962 a 1996, su siguiente tocho en su obra de repaso a la intelectualidad nacional del siglo XX, centrado esta vez en Jesús Aguirre y otros personajes. En cierta forma prosigue El maestro en el erial: Ortega y Gasset y la cultura del franquismo. Morán es obligatorio cuando se trata de Adolfo Suárez, cuya biografía de 1979 decidió su vida hacia la escritura practicada sin miedo a la polémica. Treinta años después regresó al personaje y lo completó en Adolfo Suárez: Ambición y destino. Colaborador de La Vanguardia con Sabatinas intempestivas, también sabe de vascos ("Los españoles que dejaron de serlo: Euskadi, 1937-1981" y "Testamento vasco: un ensayo de interpretación").

-¿Adolfo Suárez está siendo canonizado?

-Por los mismos que lo apedrearon. Hay algo de cataclismo vaticano fascinante. No le apuñalaron los romanos sino sus hermanos, Judas, Pedro, todos los apóstoles. En la Fundación Transición Española aparecen textos de examigos que se convierten. Tengo delante un libro inefable de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas que recoge un discurso de Rodolfo Martín Villa al que responde Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón que contiene auténticas joyas.

-¿Mentiras?

-Más allá de la mentira. "Suárez, el coraje y la prudencia", leo ahora. Un texto de Martín Villa es un hecho insólito, porque va por escrito. A Suárez se le trató con crueldad y ahora se le ha construido el cielo, un lugar genial para la gente que está en la tierra.

-¿Por qué?

-Porque así facilitas su desaparición política y luego puedes encomiar la importancia que tuvo, en lugar de contar cómo lo laminaste. A Suárez no lo tiró Alianza Popular sino las facciones de UCD que acabaron en el PP y entonces pudieron cambiar de adversario. Después de Adolfo Suárez, el primer adversario, pasaron a por Felipe González. Es una prestidigitación en la que, más que los medios de comunicación, participaron esos llamados líderes de opinión.

-Por ejemplo.

-Puedo citar sin rubor a Pilar Urbano o a Fernando Ónega, que hoy reivindican que metieron frases en sus discursos y que gracias a ellos Suárez dijo "puedo prometer y prometo". Durante años lo ocultaron. En unos años toda la población será bisnieta de un asesor de Suárez.

-Para que sea santo en vida, ¿influyó el tipo de enfermedad?

-Eso entra en el terreno delicado de la manipulación política de la enfermedad. "Demencia senil" es una expresión políticamente fea para políticos con pasados difíciles. Suena mejor decir que un político "pierde la memoria" que decir que "pierde la cabeza". Es mejor decir alzhéimer como nos cuenta ese Einstein que es el hijo de Suárez, el genio de "las cebollas rellenas"

-¿A qué se refiere?

-Cuando ETA asesinó a un policía asturiano que había protegido a Suárez y su familia, el expresidente ya no estaba bien y entonces intervino el genio del hijo declarando: "Ay, ya no podrá comer más cebollas rellenas". Cuando perdió como candidato en Castilla-La Mancha en unas elecciones que se daban por ganadas pese a que el rival era José Bono, Aznar se preguntaba cómo podía haber sido aquel desastre sin paliativos. Pues el genio de Adolfo Suárez Illana le llamó para pedirle manos libres para ganar las próximas elecciones. Aznar no quiso saber nada más de los participantes en aquella derrota.

-Usted dedicó mucho tiempo a Adolfo Suárez para hacer dos biografías. De la primera, Suárez dijo que era la más objetiva que le habían hecho. ¿Cómo era?

-Versátil: muchos Suárez al mismo tiempo. Se quería saber de su vida sexual pero para él eso era como comer fabada. Con independencia de que pueda haber tenido polvos extramatrimoniales era un seductor y los seductores no consuman. También era implacable.

-No encaja con su imagen.

-No venía de un mundo en el que pudiera conocer banqueros así que hizo una ronda para conocerlos. Recibió a Emilio Botín padre, que puso los pies encima de una mesa baja y le montó una bronca de campeonato. "¿Quién le ha dado permiso para poner los pies en la mesa?". El banquero alegó que tenía gota y él le dijo que ni gota ni nada y lo echó con cajas destempladas.

-¿Era chulo?

-Yo pienso ahora que el valor y la audacia son elementos de la inteligencia. Suárez era un hombre sin miedo, no lo acojonaba nadie, ni en saberes, ni en dinero, ni en nada. Ahora todos los gobernantes de la transición eran partidarios de la legalización del Partido Comunista pero en 1977 no fue así. Eso fue un acto de valor de Suárez, de esos en los que, si te equivocas, la hostia la llevas tú y si aciertas será un logro de todos. Torcuato Fernández Miranda creía que él mismo legalizaría el PC porque le sería fácil entenderse con Santiago Carrillo, siendo los dos de Gijón. Lo dijo.

-¿Torcuato?

-Fue el que descubrió a Suárez. Torcuato presentó a aquel joven a una persona que no tenía demasiadas luces y a la que le gustaban más José María Areilza o un empresario del Opus. El exgobernador de Segovia no podía llamar la atención del Rey haciéndole la pelota porque al Rey todos le hacían la pelota. No se podía ver en Suárez a la persona con capacidad para sostener una política tan complicada como fue hacer la transición.

-¿Cómo lo logró?

-Tuvo mucha suerte y no había personas muy capacitadas ni a la izquierda ni a la derecha.

-¿Cómo trató el Rey a Suárez?

-Como a un perro. Llegó a acumular tanta inquina contra él que llevó al condensado del 23-F. Santiago Carrillo se asustaba de lo que decía el Rey de Suárez porque, si se lo contaba a él, qué no contaría a los de su confianza. Por eso es importante también la famosa foto del Rey abrazando a Suárez enfermo en un paseo, los dos de espalda, que se supone que sacó el hijo de Suárez y que está hecha por un profesional. El Rey hace una reconciliación póstuma, ya que Suárez está fuera de circulación mental.

-¿Le importaba el dinero?

-No hasta que se arruinó por el leñazo que se pegó el CDS. Ahí el que más perdió fue Agustín Rodríguez Sahagún, que vendió la colección de arte para hacer frente a las deudas. Ese sí fue un santo laico. Las cosas del cuñado eran piraterías, que si vendía corderos a Egipto o marcadores de fútbol a no sé quien pero eso no llegaba al partido. La patronal CEOE, que tan buenas relaciones tiene con el PP, estaba en pelea continua con Suárez. El presidente de entonces, Carlos Ferrer Salat, me contó personalmente su animadversión por Suárez.

-¿Qué le interesaba a Suárez?

-El poder. A sus hijos los descubrió cuando perdió el poder. No le interesó tampoco la religión. Fue y dejó de ser del Opus a conveniencia. Cuando la viuda de Herrero Tejedor, ministro-secretario general del Movimiento, a quien tanto debía, fue a verle porque Francisco Fernández Ordóñez preparaba una ley de Divorcio, la escuchó turulato y no le hizo el más mínimo caso.

-Usted dijo que Suárez nunca dimitiría y dimitió.

-Lo dimitieron. Una lectura atenta de su despedida, hecha por Josep Meliá y él -no por el "pull" de cerebros de Gabilondo, Ónega y esos- en su "no quiero que" se percibe una gravedad que no correspondía con lo que parecía, porque nadie iba a plantearle una guerra civil. Los conspiradores creían que no iba a dimitir y para ellos hubiera sido más cómodo que hubiera quedado. Para Tejero era bueno que se mantuviera; para Armada que dimitiera.