A pesar del día lluvioso, inestable y destemplado que hace en Palma, la calma y el control como costumbres continúan acompañando a la presidenta del Parlament balear, María Antonia Munar (UM), imputada por el caso Can Domenge, tranquilidad que alcanza incluso a los partidos.

El "día después", el Parlament vive una jornada sin pena ni gloria, cotidiana y ajena a la realidad de que su máxima autoridad, la segunda de Baleares tras el presidente socialista Francesc Antich, tenga que dar cuentas el próximo día 16 de noviembre al Tribunal Superior de Justicia de Baleares (TSJB).

El tema es sencillo de entender y difícil de explicar, al menos para muchos ciudadanos: ¿por qué el Consell de Mallorca en la pasada legislatura, presidido por Munar y Unió Mallorquina (UM) con el apoyo del PP, vendió el solar de Can Domenge de Palma a una empresa cuya oferta era de 30 millones de euros cuando la segunda que concursaba, la del ex presidente del Barça Josep Lluís Núnez, estaba dispuesta a pagar el doble?"

En Baleares, llueve sobre mojado. Munar se suma a la veintena de políticos y altos cargos de Baleares imputados en más de una decena de causas abiertas por la Justicia. Munar es el segundo presidente de una Cámara legislativa española que, estando todavía en el cargo, tiene esa condición procesal.

En 2003 le tocó al presidente del Parlamento Vasco, Juan María Atutxa (PNV), no por un presunto asunto de corrupción, sino por desobediencia al no disolver el grupo de los diputados de la ilegalizada Batasuna en la Cámara vasca, como le ordenó con insistencia el Tribunal Supremo.

Son tantos los casos y los imputados en las islas, que los propios periodistas se lían en el Parlament, y fuera de la Cámara, acerca de quién cuenta con esta calificación y en qué caso, al tiempo que se bromea con que a estas alturas de esta película de corrupción balear de gran metraje, "para ser noticia, o eres imputado o no eres nadie".

La noticia ayer fue "la Princesa", como popularmente se le conoce a Munar. Nadie duda de que es un "animal político" que ha sabido dirigir con éxito y eficacia Unió Mallorquina durante años -ahora es presidenta de honor-, y pactar y romper si era necesario legislatura tras legislatura con PP y PSOE para presidir o formar parte de las principales instituciones de las islas.

Fue el caso de la pasada, cuando UM presidió y gobernó en prácticamente todas las áreas del Consell de Mallorca con tres diputados electos, pero con el apoyo del PP, que tenía 16, mientras que los populares dirigían la comunidad con Jaume Matas al frente gracias a su confortante mayoría absoluta parlamentaria.

El hechizo se rompió tras las elecciones de 2007, después de que el PP se quedara a un ansiado diputado de la mayoría absoluta en el Parlament. Cuando Munar y Matas se encontraron a mantel puesto en una lustrosa finca mallorquina, la suerte ya estaba echada: UM había sellado su pacto autonómico con el PSOE y Matas terminaría exiliándose en Washington para iniciar una nueva vida profesional, dejando huérfano a su partido.

Aunque la profesión periodística no llega al interior de las personas, sí puede describir el exterior: a Munar, ayer, como siempre, se la vio tranquila y segura. Paseó con su habitual solemnidad solo para que las televisiones y fotógrafos pudieran tener imágenes suyas del día, gesto que se le agradeció. Además, afirmó que su citación es "normal".

Una tranquilidad que también se observa en las declaraciones de los partidos políticos, de todos los colores, pues ninguno exige a día de hoy la dimisión de la presidenta, aunque los aliados de UM en el Govern balear, el Bloc, le ha sugerido que piense si debe presentarla.

Solo el tiempo y los tribunales dirán qué pasará en el Parlament, y con los gobiernos de Baleares, Mallorca y el Ayuntamiento de Palma, donde UM es ahora mismo la "llave mágica" que, gracias a pactos, permite a los partidos de centro izquierda, liderados por el PSOE, gobernar con la siempre ansiada mayoría absoluta.