Nunca entra en las quinielas, seguramente por su discrección -que también tiene su parte buena, porque las polémicas en las que se ha visto inmersa se cuentan con los dedos de una mano-, pero lo cierto es que al final siempre acaba subiendo un peldaño. Fiel a su espíritu de montañera. A manos de Elena Salgado, la ministra ourensana a la que muchos no le acaban de ver el tirón gallego, llega la cartera estrella, y delicada, de un país en recesión. Zapatero dice que confía en ella porque en su larga trayectoria en la Administración -con cargos en Industria y Economía en las legislaturas de Felipe González- ha demostrado una enorme capacidad de trabajo. Los que la conocen lo confirman.

Pese a no tener ninguna relación con el mundo de la Medicina, hizo de su paso por el Ministerio de Sanidad una de las etapas más prolíficas para el departamento. Una lucha encarnizada por los hábitos saludables, la investigación y contra el tabaco -suya es la norma que cambió los hábitos de los fumadores desde el 1 de enero de 2006 y provocó una caída en picado del consumo-, que sólo el sector del vino logró frenar ante el polémico proyecto de ley contra el alcoholismo. Una economista e ingeniera con dos especialidades que llegó a ser candidata para dirigir la OMS.

En los últimos meses se encargó de una de las medidas estrella del Ejecutivo, los 8.000 millones de inversión para obras en los ayuntamientos. “La crisis se puede combatir”, dijo entonces. Ahora depende, y mucho, de ella. De una mujer a punto de cumplir los 60 años, perfeccionista, rotunda en sus decisiones, que se relaja de la tensión con un poco de ópera.