“¿No irás a entrevistar a los piratas?”. “¡Ojalá, ya me gustaría!”. Así de claro lo tenía José Cendón, y así se lo contó a su padre cuando llamó a la casa familiar de Santiago para contar que se iba a Somalia a hacer un reportaje de los modernos bucaneros somalíes.

Sobre las siete de la tarde, cuando el matrimonio formado por Julio Cendón y María del Carmen Docampo entraban por la puerta de su piso en Santiago, recibían una llamada de Manuel, el jefe directo de su hijo en Etiopía, que medio en español medio en francés les intentaba explicar que su hijo había sido secuestrado en la ciudad de Bossaso antes de tomar el avión de regreso a Etiopía.

Esa fue la primera llamada de teléfono, pero el aparato ya no dejaría de sonar hasta bien entrada la noche.“Es como un formigeo.No sé de dónde sacan el teléfono”. Familiares, amigos y en especial medios de comunicación hacían que la madre de José no tuviese ayer por la tarde ni un minuto de sosiego.

“Siempre andábamos con miedo, aunque él estaba convencido, y trataba de convencernos, de que era un sitio tranquilo”, relata el padre.La última vez que su familia habló con el fotógrafo secuestrado fue hace diez días, poco antes de coger el vuelo en Adis Abeba hacia Somalia.“Cada vez que iba a un sitio, avisaba”, y si no, una vez a la semana.

José Cendón nació en Venezuela, donde su padre estuvo 21 años emigrado -de los 19 a los 40-, pero regresó a Santiago de Compostela con apenas unos meses.Tiene una hermana, Julia, cuatro años mayor que él.

En Santiago estudió en el colegio Quiroga Palacios y luego empezó Económicas, carrera que dejó tras cuatro años.Tenía claro que no iba a dedicarse a eso.Se marchó a Madrid,a estudiar Periodismo y Fotografía, y empezó a trabajar como fotógrafo para la empresa de transportes Monbús. Pero se cansó y empezó a viajar.“Conoce medio mundo y parte del otro”,cuenta su padre,que no es capaz de relatar todos los países por los que pasó su hijo.“Como él dice: Por estar quieto no le dan cuartos”.

José Cendón ya había contado en casa que tenía ganas de cambiar de aires tras tres años y medio en África. Había decidido irse el próximo verano a América del Sur, aunque dudaba entreVenezuela,Colombia o Brasil.Antes del cambio,pasaría el estío en Galicia, siempre con la base de operaciones en su casa de Santiago, como el verano pasado. Desde allí viajaba con sus amigos a diferentes puntos de la costa.“Son más jóvenes de lo que parecen”, disculpa su padre la constante juerga veraniega de su hijo.