Parece que esta vez es sólo una casualidad. Que no existe ninguna relación entre el desarticulado "comando Vizcaya" de ETA y Galicia más allá de la presencia "por razones personales" de Aitor Kotano Sinde, uno de los nueve detenidos ayer, en Nigrán. Un respiro. Porque la sombra de la banda terrorista es alargada y la comunidad ha estado en varias ocasiones entre sus objetivos para sembrar el miedo. Hasta en nueve ocasiones atentó o intentó hacerlo, con bombas en A Coruña, Santiago de Compostela y varias localidades turísticas de las Rías Baixas; dos grandes operaciones para asesinar al entonces presidente de la Xunta, Manuel Fraga, que la Policía y la Guardia Civil lograron abortar; y otros dos intentos para consolidar aquí un comando fijo, que también se dieron de bruces con las fuerzas de seguridad y fracasaron. Desde entonces, y pese al evidente debilitamiento de la banda, el temor de que ETA vuelva a actuar en Galicia, como ocurrió este fin de semana en Cantabria, nunca se ha llegado a disipar del todo.

Los terroristas aparecieron por primera vez en Galicia el 9 de agosto de 1987. Un comando, de los denominados "legales" y bautizado como "Txarito", se trasladó a A Coruña para colocar un artefacto en un centro comercial. Llegó a explotar, aunque sólo causó daños materiales. En pleno verano, una constante desde entonces en el modus operandi de la banda en la comunidad, que tuvo un antes y un después en el mes de julio de 1996.

Una llamada telefónica de un vecino de Sabón, en Arteixo, alertó a la Policía de los movimientos extraños de una furgoneta en el polígono industrial de la localidad. Faltaban pocas horas para las celebraciones del Día de Galicia. La investigación del vehículo llevó a los agentes hasta una vivienda de Pontevedra donde fueron detenidos tres miembros de la organización que habían pasado por el "comando Vizcaya" y estaban implicados en varios atentados. A Aitor "Asterix" Fresnedo Guerricabeitía, María "Arantxa" Garbayo Ruiz y Carlos Emilio Cristobal Martínez, se les intervino una larga lista con 200 nombres de políticos, jueces, militares y empresarios gallegos, a los habían seguido la pista en los últimos meses, además de armas, gran cantidad de explosivos y varias granadas de carro. Un arsenal sin precedentes en aquel momento. El primer intento por formar el "comando Galicia", que disponía ya de un piso franco en A Coruña, se frustró y con él los planes para asesinar a Fraga con un coche bomba en los actos de las fiestas del Apóstol. Al frente de todo, un histórico de la organización, José Javier Arizkuren "Kantauri".

Fue el anticipo de la "campaña de verano" más intensa de ETA en Galicia. Sólo un mes después de la desarticulación del comando, la banda avisa de la colocación de dos artefactos en Santiago y un tercero en un parque de Baiona. Dos de ellas fueron desactivadas. La que quedaba, al lado de la iglesia compostelana de Santa Susana, no se localizó hasta el 13 de noviembre. Antes, entre el 23 y el 25 de agosto, las fuerzas de seguridad descubren tres nuevas bombas que no habían estallado en el Parador de Turismo de Baiona y en dos arenales de Sanxenxo, dos de los corazones del turismo gallego.

De nuevo en Santiago, de nuevo un intento para consolidar un grupo fijo en la comunidad o con infraestructura suficiente para alimentar a un comando itinerante. 26 de marzo de 2001. Esta vez, la encargada de prepararlo todo fue Alicia Sáez de la Cuesta, la famosa etarra que dirigía la "caravana de la muerte" con la que la organización pretendía hacer estallar 1.700 kilos de explosivos en Madrid en el que hubiera sido su mayor atentado. Tenía un piso franco en Santiago de Compostela, que compartía con una segunda etarra, Nerea Garaizar -detenida meses después-, y abundante documentación que reveló un nuevo plan para matar a Manuel Fraga y los datos del seguimiento a varios conselleiros, políticos de distintas fuerzas, empresarios otra vez y gente del mundo judicial. El arresto después en Francia de Javier García Gaztelu "Txapote" permitió conocer las verdaderas intenciones de Sáez de la Cuesta: abrir una gran ofensiva de atentados en el territorio gallego.

El golpe a este segundo intento de revitalizar la célula gallega de la banda provocó que ETA se olvidara de la comunidad durante los siguientes tres años, hasta el 21 de agosto de 2004. Galicia volvió a sufrir el zarpazo terrorista durante la época estival. Y de nuevo también las localidades de Sanxenxo y Baiona. Una voz anónima llamó a FARO para avisar de la colocación de dos artefactos, ubicados en contenedores de vidrio y de basura en los puertos deportivos. La onda expansiva de la explosión en el Real Club Náutico de Sanxenxo causó heridas leves a cuatro personas; en las instalaciones de Baiona, un guardia civil sufrió una lesión de tímpano con la detonación del artefacto mientras realizaba labores de rastreo en la zona. La vigilancia en las principales zonas turísticas gallegas se reforzó en los días siguientes en busca de un comando integrado por cuatro etarras.

Quedaba todavía una aparición más hasta ahora. El 28 de agosto de 2004, con dos bombas de escasa potencia en la Alameda de Santiago -con una explosión controlada-, y otro en A Coruña, que no llegó a estallar por fallos del temporizador.