X. A. Taboada / valencia

(ENVIADO ESPECIAL)

Aunque el congreso del PP concluyó oficialmente ayer, para un gran número de los 300 compromisarios gallegos convocados en Valencia, el cónclave ya había acabado el pasado sábado tras la votaciones de la ponencias y para elegir al nuevo presidente del partido. El tener que pagarse cada uno el viaje y la estancia en Valencia y el hecho de que no haya demasiados vuelos con Galicia y por tanto haya que recurrir al coche y nueve horas en la carretera constituyen poderosas razones para que la dirección del PPdeG entendiera perfectamente el destacado absentismo registrado ayer entre los delegados gallegos. Y además, para mayor comprensión, su presidente, Alberto Feijóo, se mostró radiante. "Misión cumplida" fueron sus palabras cuando se apagaron definitivamente los focos y se disponía a abandonar las instalaciones de la Feria de Valencia.

Tenía poderosas razones para tanta satisfacción, según explicó. Se consiguieron reformar los estatutos del partido -del que era uno de los ponentes- con el delicado tema de las elecciones primarias por ser caballo de batalla de los críticos con Rajoy, hay un gallego más en la ejecutiva nacional y el reelegido presidente del partido cosechó más respaldo en las urnas que los esperados inicialmente. Sólo hubo un 15% de abstención frente al 20% que calculaba el aparato. "Objetivo cumplido", volvía a repetir.

Pocos eran los delegados gallegos que se dejaron ver ayer en el congreso, al margen de los miembros de la junta directiva, unos setenta, que tenían más responsabilidad de ocupar su sillas.

Entre ellos estaba, como no, el más disciplinado, que no es otro que Manuel Fraga. Él fue de los primeros en ocupar su sitio aunque antes tuvo que pasar por entre decenas de longevos afiliados a quienes el PP había invitado a la sesión de clausura en previsión de que los compromisarios ya estuvieran de vuelta en sus casas y las sillas no se llenaran de simpatizantes. Y lo que le pasó al veterano político raras veces sucede, tanto que el presidente del PP de Lugo, Xosé Manuel Barreiro, que lo acompañaba en esos momentos, se descolgó con un significativo comentario: "Nunca había visto nada semejante".

A las habituales muestras de afecto al fundador del PP, tanto a su entrada al plenario como a la salida, se añadieron otros comportamientos más propios de la devoción por santos: algunos militantes, entrados en años, tocaban al presidente y le pasaban pañuelos por la espalda, al igual que en numerosas procesiones, como si esperaran un milagro.

Los del PP gallego no esperan milagros del congreso, pero sí salen convencidos que si no ruptura, sí se ha producido un chasquido entra la anterior etapa y la que se abre ahora con Rajoy, ya liberado de las herencias y del equipo de Aznar. Más que ruptura, los delegados gallegos prefieren hablar de "salto" o "adaptación" a la realidad, que suena más suave y resulta eufemísticamente aceptable en lugar de distanciación o separación.

"El partido ha hecho una intensa reflexión, que era del todo inevitable. La sociedad se mueve y el PP tiene que moverse también. Mantenemos nuestros principios y nuestras ideas, pero también tenemos la obligación de escuchar a la gente e incorporar a nuesta acción sus demandas. No se trata sólo de tener razón, sino de que la gente entienda por qué tenemos la razón", se refería así Feijóo a la nueva etapa de Rajoy al frente del PP, en la que con nuevo equipo y otra estrategia pretende cambiar la forma de hacer política.