Economía, clima y comunidad: el monte como palanca de vida
» El valor esencial de los «servicios ecosistémicos» protagonizó la mesa redonda organizada por Ence para conmemorar el 5 de Junio

De Izq. a Dcha: Verónica Marcos (Fademur); Celestino Veiga (propietario forestal); Gaby Barreiro (Faro de Vigo); Noemí García (Ence) y Pilar Orol (Tenzas). / Xoán álvarez
«Montes vivos: sostenibilidad, biodiversidad y futuro rural» fue el título de la mesa redonda organizada por Ence con motivo del Día Mundial del Medioambiente. El encuentro, celebrado en una de las fincas de la compañía en la fraga de Santarandel, concello de Boimorto, reunió a voces destacadas del ámbito forestal, la gestión sostenible y el desarrollo rural.
Moderado por la periodista Gaby Barreiro, de Faro de Vigo, el diálogo contó con la participación de Noemí García, responsable de Biodiversidad y SSEE de Ence Energía y Celulosa; Pilar Orol, administradora de la consultora forestal Tenzas Xestión Forestal; Verónica Marcos, presidenta de Fademur Galicia; y Celestino Veiga, propietario forestal desde el año 1976.
Ante problemáticas cada vez más urgentes como los efectos del cambio climático o el abandono del medio rural, todos los ponentes coincidieron en lanzar una llamada de atención: proteger y gestionar bien los montes es imprescindible; de hecho: vital. Una palanca de valor territorial que va mucho más allá de la producción de madera. Los montes son aliados clave frente a la crisis climática, refugio de biodiversidad y pieza fundamental para fijar población y dinamizar la economía rural.
Funciones «vitales»
«Cuando hablamos de gestión forestal, siempre le añadimos el apellido ‘sostenible’», introdujo Noemí García desde Ence, destacando los tres pilares fundamentales que la sostienen: económico, social y ambiental. Y es que, le cogió el guante Pilar Orol, de Tenzas, si «un monte que no es viable económicamente acaba abandonado a medio plazo», «una comarca con un monte bien gestionado es más próspera también en términos de bienestar y salud»: «Vivir en un entorno cuidado y equilibrado mejora la calidad de vida».
Un contexto en el que ambas quisieron destacar el valor fundamental de los denominados «servicios ecosistémicos»; o lo que es lo mismo: todos esos beneficios esenciales que los montes bien gestionados ofrecen no solo a las comunidades rurales, sino a toda la sociedad. «Se habla muy poco de esto, pero es clave», coincidieron para revelar cómo propietarios y gestores forestales, a través del cuidado de los montes, contribuyen a regular los ciclos del agua, prevenir incendios, absorber CO₂ y mantener espacios naturales para el ocio y la salud.
«Auténticos pulmones del planeta»
Uno de los temas centrales de la jornada fue, de hecho, el papel estratégico de los montes en la lucha contra el cambio climático, especialmente como sumideros naturales de carbono. «Los montes son uno de los lugares donde se absorbe mayor cantidad de CO₂», recordó García desde Ence para describir cómo «mientras crecen, los árboles capturan carbono y convierten a los ecosistemas forestales en auténticos pulmones del planeta».
De este modo, quedó claro que su contribución va mucho más allá del entorno rural inmediato. Los montes y quienes los protegen desempeñan una labor fundamental para toda la sociedad, siendo literalmente garantes de la vida. Una contribución a menudo invisibilizada que, concordaron los presentes en varias ocasiones, merece y debe ser reconocida y recompensada.

Noemí García, responsable de Biodiversidad y SSEE de Ence. / Xoán Álvarez
«El medio natural tiene que ser, y va a ser, el foco de la transformación»
Generador de oportunidades de negocio verde
Y es aquí donde pequeños y medianos propietarios forestales, especialmente de áreas protegidas, pueden empezar a ver como se les abre una oportunidad inédita. Estándares internacionales como FSC y PEFC, principales sellos de garantía forestal, no solo certifican una gestión ambiental responsable, sino que también avalan la prestación de uno o varios de estos servicios ecosistémicos. Un valor ambiental en sí mismo que los pequeños propietarios pueden monetizar mediante patrocinios y colaboraciones con grandes empresas que buscan compensar su huella de carbono invirtiendo en sumideros naturales.
«Las compañías de cierto tamaño están obligadas a calcular su huella de carbono. Lo que no puedan reducir en sus procesos, deben compensarlo, y por eso invierten en sumideros», explicó García, destacando cómo distintas normativas están impulsando los llamados mercados voluntarios de carbono e insistiendo en la importancia de «hacer las cosas con sentido, respetando la biodiversidad, y apostando por proyectos con rigor técnico y un impacto positivo real». «Además de seguimiento», añadió Pilar Orol.
«Esto apenas está empezando, pero hay un mundo de posibilidades por desarrollar. Los espacios naturales tienen que ser, y van a ser, el núcleo de esta transformación», concluyó la responsable de Biodiversidad y SSEE de Ence.

PIlar Orol, administradora de Tenzas Xestión Forestal. / Xoán Álvarez
«El monte necesita presencia, planificación y orgullo»
La certificación forestal emergió así como una herramienta clave, tanto por su función de control como por su capacidad para generar nuevas oportunidades de negocio verde. Por un lado, garantiza a la sociedad que las buenas prácticas de gestión se aplican de forma rigurosa y verificable. Por otro, ofrecen beneficios concretos a quienes las implementan, como la revalorización de sus productos y el acceso a nuevas líneas de negocio y/o financiación.
«La certificación asegura al consumidor final que un producto procede de un monte gestionado con criterios ambientales, respeto al entorno, gestión local y plena trazabilidad», explicó García, recordando el punto de inflexión que supuso en Galicia a partir de 2012, cuando pequeños propietarios comenzaron a adoptarla.
Desde entonces, la superficie certificada se ha multiplicado y han proliferado los grupos de certificación, una figura que se adapta muy bien a las características del minifundio gallego al facilitar asesoramiento técnico y cumplimiento normativo a propietarios que en muchos casos gestionan el monte como actividad secundaria. «En comunidades como la nuestra, permiten que propietarios con recursos limitados accedan a asesoría legal en procesos complejos como la certificación, que de otro modo serían inasumibles», explicó Pilar Orol para reivindicar también la importancia de revitalizar el tejido social y la gestión conjunta a través de figuras tan prometedoras como las Agrupaciones Forestales.

Celestino Veiga, propietario forestal desde el año 76. / Xoán Álvarez
«Tenemos que involucrar a los jóvenes para que le den valor a la tierra»
Desarrollo rural
Así, la jornada reafirmó una verdad esencial: el monte puede ser productivo sin renunciar a sus valores ecológicos y sociales. De hecho, para conservar esos valores es imprescindible una gestión activa, sostenible y responsable del mismo. Economía, clima y comunidad son las tres formas en la que el monte nos da «vida» y cada una de ellas necesita de la otra.
Una idea transversal a toda la jornada que cobró nombre y apellidos en el testimonio de Celestino Veiga, protagonista indiscutible del encuentro. Con 80 años y una naturalidad desarmante, compartió sus inicios en una de las fincas históricas más emblemáticas de Galicia: el Coto do Muiño, más conocido como A Piosa. Esta finca, hoy una de las mayores gestionadas por Ence —con 612 hectáreas de eucaliptal en el municipio de Zas— alberga además varios yacimientos arqueológicos que conviven con la producción forestal, demostrando que preservar patrimonio y aprovechar económicamente pueden ir de la mano.
Celestino habló sin tapujos de la llegada de la gestión forestal profesional a su zona: «En casa éramos pobres y no teníamos ni para caldo», recordó para apuntar cómo «todo empezó a mejorar cuando hubo salarios. Ahí comenzó la economía de estos pueblos, vivíamos solo de ese jornal y a partir de ahí empezó a llegar el aceite, el vino, los ibéricos». Palabras que retratan con precisión el impacto del sector en muchas zonas de Galicia, donde la actividad forestal lleva décadas siendo palanca de desarrollo.

Verónica Marcos, presidenta de Fademur. / Xoán Álvarez
«Tres de cada cinco personas que se van del rural son mujeres»
Mujeres, territorio y tejido social
«Tres de cada cinco personas que abandonan el rural son mujeres», señaló Verónica Marcos, presidenta de Fademur Galicia, para visibilizar una realidad preocupante: la escasa participación femenina en la toma de decisiones del sector forestal. «En Galicia hay cerca de 3.000 comunidades de montes, y el 75 % o más están presididas por hombres. La falta de mujeres en estos espacios es preocupante», recalcó.
Una ausencia que supone también perder talento y visión. «Las mujeres lideran proyectos innovadores y sostenibles: cosmética natural, mermeladas artesanas, etc… Están ampliando la mirada del sector», afirmó. Para revertir esta situación, reclamó corresponsabilidad, empoderamiento y más flexibilidad: «Muchas veces las asambleas se convocan a horas en las que ellas no pueden asistir. Hay que facilitar su participación real». Otra de las propuestas compartidas fue vincular ciertas ayudas públicas a la presencia de mujeres en los órganos de gobierno. «A nivel empresarial ya se están cumpliendo estos criterios, sería cuestión de llevarlos también al ámbito forestal», apuntó Pilar Orol. Ambas destacaron también la importancia de revitalizar el tejido social. Un contexto en el que «las asociaciones de mujeres hacen una labor increíble», según reivindicó Marcos a modo de conclusión.
El encuentro en Santarandel no solo puso en evidencia la complejidad de los desafíos del monte gallego, sino también su enorme potencial. Unir esfuerzos públicos y privados, apostar por la gestión responsable, la innovación social y el reconocimiento de quienes viven y cuidan el territorio son algunos de los primeros que nos marcan el camino para lograrlo, tal y como se desprendió de las palabras de Noemí, quien para despedirse quiso reivindicar que la coexistencia de los distintos usos del monte no solo es posible, sino también deseable.
«Presencia, planificación y orgullo. Sin gente, sin ordenación y sin conciencia del valor que aportamos a la sociedad, el monte pierde sentido. Tenemos que ser capaces de transmitirlo», resumió por su parte Pilar Orol, dando paso a Verónica Marcos, quien insistió en que el futuro del monte depende de que haya vida real a su alrededor: «Si no hay oportunidades ni servicios, la gente se va y el monte queda solo». Desde su experiencia, Celestino Veiga apeló a las nuevas generaciones y a la transmisión generacional del saber heredado y el apego por la tierra. Nadie lo dijo mejor que él: — ¿Qué le hace falta al medio rural? — «Xente».
- Aurelio Rojas, cardiólogo, recomienda este cambio cuando salgas a caminar: «Es como pasar de ver la tele a entrenar tu sistema cardiovascular»
- Si ves una cría de pájaro caída del nido, no la cojas: esto es lo que dice la Sociedad Española de Ornitología
- Andrés Millán, abogado laborista: «Nunca me jubilaría 24 meses antes, como mucho lo haría 19 o 20 meses antes»
- Vuelos ya cancelados y billetes «trampa» en Santiago: despega la operación cierre de Lavacolla
- Antonio Guerrero, gastroenterólogo: 'El cáncer de hígado es asintomático, pero una simple ecografía puede salvarte la vida
- Un tiktoker logra acceder a la Isla de Toralla y muestra a sus seguidores lo que nunca se ve: «Qué locura»
- Devuelve la cartera de un joven de Aldán con el dinero que tenía para viajar a Tenerife: «¡Personas que son ángeles!»
- Su hija se corta el pie en una piscina de Samil: «El socorrista me dijo que le había pasado a otros niños, pero aún no se arregló»