Mi dilatada experiencia vital y profesional me permite ofrecerles una visión personal sobre temas claves para el sector empresarial e industrial así como para la mejora social y económica de nuestro país. 

Mejorar nuestra capacidad competitiva, lograr una mayor internacionalización de nuestra actividad empresarial y prestigiar la “marca Galicia” y la “marca España”, a base de la cultura del trabajo y el esfuerzo y de la calidad de nuestros productos, deben ser una de nuestras máximas prioridades a corte y medio plazo.

Para ello juega un papel fundamental la educación, como eje sobre el que debe girar toda la planificación de futuro de nuestra sociedad. No me refiero solo a formar a las nuevas generaciones en una ética y unos valores determinados sino en fomentar la cultura del esfuerzo, la superación y la responsabilidad que deben ir unidas de una mayor dotación de medios materiales, humanos y tecnológicos a los centros educativos y universitarios.

La formación, la Universidad y la empresa deben ir juntos para adecuar la preparación de nuestros jóvenes a las necesidades del mañana de nuestras empresas. Fomentar la investigación, el I+D+i y convertir nuestras facultades de ingenería en auténticos laboratorios tecnológicos que eviten la “fuga de cerebros” hacia la emigración. Sólo así seremos más competitivos y podremos poner fin a la lacra del desempleo y a la falta de mano de obra cualificada y relevo generacional que dé respuesta a la demanda de las industrias.

Debemos salir, ver mundo y conocer lo que hacen otros para inspirarnos en ellos y superarlos. Asistir a ferias internacionales, muestras tecnológicas, simposios formativos y centros expositivos de interés mundial deben ser nuestra prioridad y hacia ahí deberían también enfocarse los euros para favorecer la internacionalización de nuestras empresas, y fortalecer nuestro PIB.

Así, se debe dar apoyo a los emprendedores, premiar la exportación, como ya existe en otros países, y velar para que aquellos proyectos estratégicos que avala o subvenciona la administración pública tengan un mínimo de rigor y no caigan, a veces, en modelos especulativos que desaparecen a corto o medio plazo llevándose parte del dinero del erario público y acabando con el aliento y el coraje de los auténticos empresarios. 

La administración debe ser más rigurosa en el seguimiento de las subvenciones. Son innumerables las ayudas públicas en empresas inexistentes, proyectos que nunca se ejecutan, cursos de formación que no se realizan, empresas que tras recibir millones a fondo perdido cierran en corto plazo de tiempo, construcciones faraónicas sin uso ni fundamento, fraudes y más fraudes que dejan al descubierto un sistema con grandes deficiencias.

Las enormes cargas fiscales y burocráticas generan un descontento generalizado porque asfixian tanto a empresarios como a trabajadores, disminuyen las capacidades de consumo e inversión, y son un gran impedimento para la creación de empleo pues cortan y limitan las acciones y proyectos de las empresas en expansión por la diferencia de costes entre los países.

Según varias publicaciones de prensa, las empresas españolas somos las que más cotizaciones pagan de la UE. El encarecimiento de las naves industriales se disparó un 25% en 2018. Falta una política industrial favorecedora de las empresas electrointensivas. Este año, los precios de los carburantes, la electricidad, el gas natural y la inflación registran en nuestro país máximos historicos. Pagamos más por los peajes y el tren, y las empresas en concurso en Galicia siguen en aumento y aumentan las familias con dificultades para llegar a fin de mes. Cada bebé gallego nace con 30.148 euros de deuda. Los españoles pagan 80 millones de euros al día en intereses para financiarse. Es una barbaridad, hay que adelgazar el erario público. 

El ejemplo portugués: Portugal se ha convertido en un centro de captación de empresas a menos de hora y media de distancia de nosotros y con una oferta en polígonos industriales con servicios de logística, energía, extensión de terreno y sin trabas burocráticas en caso de necesidad de ampliaciones, financiación, impuestos razonables y costes adsequibles y similares a de otros países de la UE que hacen peligrar la permanencia de las grandes empresas en Galicia que miran hacia un modelo más expansivo y menos restrictivo. 

Finalmente, aunque no quiero extenderme mucho más, sí me gustaría hacer una pequeña referencia al sector agroganadero, alimentario y forestal gallego, un sector estratégico que se encuentra infravalorado e infrautilizado. Una política ordenada podría permitir que Galicia le sacara un mayor rendimiento sostenible a sus grandes recursos naturales y el enorme potencial económico que tiene. Sería obligado hablar de completar las concentraciones parcelarias, favorecer la plantación de especies frondosas autóctonas, árboles frutales y dar respuesta de una manera ordenada al problema mediambiental que debemos combatir en un plazo aproximado de no más de cinco años si pretendemos erradicar el crecimiento de maleza, especies invasoras y destructivas como el eucalipto y, por tanto, la proliferación de incendios, los cuales están dañando las capas del subsuelo de valles y montes, así como incluso de los ríos, a los que las aguas subterráneas y fluviales arrastran esa ceniza acidulada. 

Los problemas precisan de soluciones imaginativas y acordes con la nueva realidad que tenemos que lidiar y ahí están elementos que combatir como el cambio climático, la disminución de la capa de ozono o los incendios forestales, auténtica amenaza de nuestros bosques que se encuentran mal administrados e incluso abandonados. 

Otros olvidados de este siglo son la agricultura y la ganadería, esenciales para el sustento humano, que por motivos meramente económicos se han ido abandonado en favor del sector industrial. Fruto de ese abandono paulatino tenemos dos de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI, el sobrepeso y la obesidad infantil, verdaderas epidemias causadas en una alimentación precaria a base de alimentos ultra-procesados. Sin duda, es otra de las asignatura pendientes.

La comarca Ulla-Umia posee una gran riqueza en el sector primario. Por ello, animo a la administración local y autonómica a retomar la puesta en marchar de una destilería para dar cabida a todos los productores que sin una cooperativa abandonarán sus viñedos al igual que lo hicieron anteriormente con el ganado. Y todo por falta de apoyo y divulgación de la producción y comercio del aguardiente de calidad de esta zona, así como sucede con el vino catalán rojo. En países como Italia el comercio del aguardientes es tan importante que en Verona todos los años se celebra la feria Vinitaly en la que participan más de 4.000 expositores, a la que he asistido acompañando a personal del municipio valgués.

“No importa lo lento que vayamos mientras no nos detengamos.”

“Si se siembra la semilla con fe y se cuida, sólo será cuestión de tiempo recoger sus frutos.”

*Presidente del Grupo Quintá