En estos últimos 150 años el mundo ha cambiado a una velocidad de vértigo. Hemos visto la llegada de la luz, cómo los aviones surcaban el cielo o cómo las mujeres ejercían su derecho al voto. Hemos sido testigos del hombre pisando la Luna y de la radio narrando el final de la Segunda Guerra Mundial.

En todo este tiempo, la Navidad tampoco ha sido ajena a todos estos cambios. Y ALBO, la conservera con sede en Vigo, ha sido un testigo de excepción de estas pequeñas transformaciones. Porque llevan, nada más y nada menos, que siglo y medio acompañándonos en nuestras mesas.

Desde ese lugar privilegiado han visto cómo los villancicos han perdido fuerza, dejando paso a los tecnológicos karaokes, o cómo los móviles han reclamado su espacio en la mesa. En estos 150 años han visto cómo la llegada de la fotografía consiguió inmortalizar estos momentos únicos, y cómo ahora los filtros de perros se han encargado de llevar esos mismos instantes a cada rincón del planeta.

Sí, desde luego los tiempos han cambiado, pero la esencia de la Navidad se ha conservado durante estos 150 años. Seguimos dándonos abrazos sinceros cuando alguien entra por la puerta para cenar. Seguimos contando las mismas historias de primos, seguimos sufriendo al cuñado y la abuela sigue tomando un poco de cava ese día. Seguimos disfrutando de esos a los que hace tiempo que no vemos. Seguimos regalándonos con el corazón, y sabiendo que, nos guste o no, lo importante es la intención.

Seguimos pasando la ilusión de este día de generación en generación. Como si de un tesoro se tratase, la conservamos para que, cambie lo que cambie, no perdamos las ganas de celebrarlo juntos. Porque en estas fechas, seguimos haciendo de la cena de Navidad un momento único. Preparándola con dedicación, una gran dosis de cariño y un menú un poco más especial de lo habitual.

En siglo y medio los platos que servimos esa noche han cambiado, y mucho. Hoy el típico bacalao con coliflor ha dejado paso a recetas un poco más innovadoras. Los hace años eran pequeños que correteaban antes de la cena, ahora son mayores que se encargan de elaborar el menú, o al menos en parte, porque a un gran cocinero es difícil de desbancarlo. Y con ellos, con su paso al frente en los fogones, han llegado estos nuevos sabores.

Un giro en tu mesa

En este sentido, en la conservera ALBO también son conscientes de este cambio, y han hecho nuevas propuestas para esta noche tan especial. Porque, aunque siguen conservando la tradición y el saber hacer en sus productos, también se han adaptado a los nuevos tiempos.

Así, desde su blog de recetas nos proponen elaborar platos tan deliciosos como un turrón blando de mejillones y atún. Una elaboración sencilla con la que sorprender a nuestros comensales. Tan sólo necesitarás una lata de mejillones en escabeche ALBO y el mejor atún en aceite de oliva ALBO. Un plato con el que no renunciar a lo mejor de nuestro mar, pero elaborado con una vuelta de tuerca.

Un saber hacer que se conserva

El mundo gira, cambia y se transforma. De hecho, nunca ha dejado de hacerlo. Es un tren en marcha al que nos subimos durante unas estaciones, para bajarnos tiempo después y dejar sitio para los siguientes. Por eso, poder aferrarnos a cosas que, con ciertos cambios, pasan de generación en generación es tan importante. Así lo es la Navidad, que mantiene intacta su espíritu, y así también lo son los productos de ALBO. Esta conservera gallega lleva siglo y medio haciendo las cosas casi sin cambiar, y eso se nota.

En 150 años solo han tenido un secreto para sobrevivir al paso del tiempo, seleccionar las mejores materias primas y tratarlas con la delicadeza y dedicación que se merecen. Casi sin alterarlas, para no perder ese sabor tan único. Un proceso que se ha repetido año tras año, como un tren invisible al que las trabajadoras y trabajadores se han ido subiendo y bajando. Donde, sentados en sus vagones se han ido traspasado el saber hacer de uno a otro. Todo para que, aunque los métodos y las máquinas cambiasen, la esencia se mantuviese intacta.

Un buen ejemplo de esto es Victorio Iglesias, el cocinero y encargado de elaborar las salsas que acompañan a algunos productos ALBO, como las famosas sardinas picantonas. Para elaborarlas sigue una receta secreta que ha pasado de generación en generación. En una gran olla vuelca zanahorias recién cortadas y un buen número de pimientos picados. Todos ingredientes naturales, porque como dice Victorio "lo hago como si estuviese en casa, pero en mucha más cantidad". El resto de la receta se la guarda para él, pero desde luego el olor a pimentón flota en el ambiente.

Otro ejemplo son Josefa y María, madre e hija. Dos generaciones unidas por esta fábrica, y donde el saber ha pasado de unas manos a otras. Ambas retiran con delicadeza las molestas barbas que acompañan a los mejillones. Lo hacen con sus propias manos y solo con la ayuda de un pequeño cuchillo. Después, esas mismas manos colocan con mimo cada mejillón en la lata, dejando un espacio suficiente para que no lleguen a la mesa machacados. Entre descanso y descanso hablan del menú de Navidad y se debaten entre tradición o innovar. Lo que tienen claro es que ALBO estará en su mesa, desde luego, al igual que ha estado todos estos años en sus vidas.

Por otras 150 navidades

No sabemos lo que nos depararán los próximos 150 años. Puede que las mesas a las que nos sentemos por Navidad sean un holograma o, puestos a imaginar, que leviten a unos cuantos centímetros del suelo. De lo que estamos seguros es de que seguiremos reuniéndonos para celebrar, que aplaudiremos la buena mano del cocinero y de que los invitados se recibirán con una sonrisa en la cara y otra en el corazón.

En ALBO también están convencidos de que será así, por eso siguen trabajando para que dentro de 150 años, cuando todo haya cambiado, en el interior de sus latas se siga conservando el auténtico espíritu de estas fechas.