Casi 90.000 personas al año padecen en España una discapacidad tras sufrir un ictus, relacionada con la dificultad para controlar voluntariamente sus movimientos, asegura la Dra. Belén Moliner, Directora Médico de NEURORHB - Servicio de Neurorrehabilitación del Hospital Vithas Nuestra Señora de Fátima de Vigo. De hecho, la hemiplejia, la hemiparesia o afectación motora de la mitad del cuerpo contralateral a la lesión cerebral es el síntoma más común después de un ictus. Esta secuela compromete, frecuentemente, las funciones o habilidades motoras del equilibrio o la marcha, dos aspectos que condicionan totalmente la autonomía y la calidad de vida de una persona.

Cuando a nivel médico hablamos de alteraciones en la marcha, explica Moliner, nos referimos a las dificultades que una persona presenta para caminar después de un ictus. El reto inicial es lograr mantener el equilibrio, primero en reposo, estando parado, y luego durante el movimiento, dos elementos que son claves para poder empezar a caminar. Es más, varias semanas después de un ictus, casi la mitad de los pacientes no pueden desplazarse por ellos mismos dentro de sus hogares. Y, aunque puedan caminar con poca ayuda o sin ella, la marcha que se logra en muchos casos es poco eficaz, lenta e inestable, lo que provoca mucha fatiga y un elevado riesgo de caídas.

Nuevas tecnologías de rehabilitación de la marcha empleadas en el servicio Neurorhb de Vithas Fátima de Vigo

Según la directora médico de NEURORHB, los movimientos concretos de las partes del cuerpo durante la marcha después de un ictus están alterados de múltiples formas y, para determinar u orientar su calidad o funcionalidad, existen escalas específicas de valoración clínica, con las que profesionales expertos pueden realizar una valoración. Pero, la observación clínica, aunque sea de profesionales expertos, muchas veces es insuficiente o poco específica. En estos casos, resulta muy útil recurrir al análisis instrumental de los aspectos mecánicos de la marcha.

Tras la valoración, para conseguir la máxima recuperación, Moliner asegura que: “es esencial diseñar un programa rehabilitador individualizado para cada paciente y empezar lo antes posible, proporcionar la intensidad precisa en cada momento con el nivel de dificultad óptimo”. Además, este plan de tratamiento debe elaborarse -como sucede en el Servicio de Neurorrehabilitación de Hospitales Vithas de Nuestra Señora de Fátima- tras un análisis minucioso de las alteraciones del equilibrio y de la marcha, pero siempre en el contexto de una valoración global física y cognitivo-conductual, ya que son muchos los aspectos implicados tanto en mantener el equilibrio como en realizar una marcha eficaz que pueden haberse alterado después de un ictus, y que necesitan una adecuada rehabilitación.