De los mismos autores de "Rajoy mide los tiempos como nadie", "los socialistas han de apoyar la investidura de un candidato del PP", "Susana Díaz debería ser presidente del Gobierno" y "el PSOE no suma para llegar a La Moncloa", ahora llega "Vox no impondrá sus posiciones por la madurez de la ciudadanía". Este discurso dominaba Brasil antes del fulgurante desembarco de Bolsonaro. En este paréntesis de la ultraderecha moderada, que se ha empantanado ligeramente en las encuestas, se puede analizar el riesgo de su implantación sin ser tildado de propagandista.

Los proyectos políticos no son exportables, pero a Bolsonaro le ha funcionado Vox a la perfección. La perplejidad que obliga a anotar que más de la mitad de las estadounidenses blancas votaron a Trump, sirve para reseñar que el presidente brasileño tampoco sufrió merma alguna en sus expectativas, cuando se refirió a una rival política con el aberrante "no sirve ni para violarla".

Antes de minimizar el impacto electoral del neofranquismo exhumado, conviene recordar que nadie apostaba por la carrera del presidente brasileño sustentado en idéntico lenguaje, o quizás más desaforado todavía. Jon Lee Anderson ha confeccionado un perfil de Bolsonaro para The New Yorker que deja sin aliento al lector. Entre los grandes éxitos del gobernante del quinto país del mundo por tamaño y población, uno de los cacareados BRICs, destaca el homófobo "prefiero que mi hijo muera en accidente a que se presente en casa con un tío con bigote". Este discurso fue refrendado por cincuenta millones de votantes a doble vuelta.

Así en Vox como en Brasil, conviene recordar que la mayoría de votantes de la extrema derecha guay no suscriben íntegramente los desvaríos de sus líderes, aunque la cuenta del admirador brasileño de Pinochet en Twitter congrega a más de tres millones de seguidores. "No hablan en serio" adquiere la fórmula de muletilla habitual, un enunciado que implica que la voluntad de oponerse al lenguaje antes unánime patrocinado por la izquierda no se detiene ante un discurso irracional. La reivindicación de la dictadura funciona a ambos lados del Atlántico. Cuando se confronta a Bolsonaro con la tortura a cargo de los militares, responde que deberían haber matado a los detenidos.

Reflexiones de este tipo deberían plantear algún problema a quienes equiparan alegremente a Podemos o a los independentistas con Vox, para pactar a continuación con los segundos. La cosecha de la cólera viene limitada en España por el setenta por ciento de votantes que aseguran que jamás respaldarían a la extrema derecha, pero incluso este bloqueo deja un margen amplio en un mapa fragmentado. Y los patrocinadores económicos tradicionales observan con disgusto que su capacidad de arbitraje ha retrocedido, porque Bolsonaro confió su estrategia al apoyo escueto de las redes sociales.

Bolsonaro ha penetrado en las favelas, Vox no es el candidato de las clases opulentas. Ocho de los 22 ministros brasileños son militares, una tendencia inaugurada en Washington y que la ultraderecha cañí también ha incorporado. Se podría continuar por la liberalización de la posesión y uso de armas de fuego. Tanto el presidente de Brasil como Abascal han jaleado al contribuyente que liquide de un tiro al intruso en su domicilio. Desde la muerte de Franco, ni las formaciones más descabelladas hubieran homenajeado a la violencia con tal énfasis.

Las coincidencias entre los líderes de los fascismos light obligan a buscar un nexo entre ellos, dentro de la tendencia a explorar una mente diabólica que solo podrá ser derrotada por James Bond. El papel maquiavélico corresponde actualmente a Steve Bannon, que puede presumir sin duda de haber fabricado a Donald Trump, el primero de los candidatos mundiales que no perdería ni un voto si disparara a un ciudadano en plena Quinta Avenida.

Bannon posee un discurso tremendamente original, en las antípodas de antiguos trotskistas como el inolvidable Christopher Hitchens. Oportuno y oportunista, presume de localizar a candidatos exóticos que parecen atascados en el límite del quince por ciento de los sufragios. Tiene la virtud de llegar inmediatamente antes o después del triunfo inesperado de los candidatos ajenos a la ortodoxia, para permitir que los comentaristas insinúen su papel decisivo en la contienda. De acuerdo con la leyenda cebada por el propio Bannon, ha promocionado a una pléyade de héroes para enfrentarlos a un enemigo superior, sea China o Isis.

La autenticidad reseca parece la característica mas señalada de Vox o Bolsonaro, frente a la ironía del liberalismo. Cuando incurren en el humor, los ultraderechistas moderados son tan desafortunados como el presidente brasileño anunciando que su Gobierno con dos mujeres entre 22 ministros es paritario, "dado que cada una de ellas equivale a diez hombres".