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Análisis electoral

Fin al bipartidismo; hora del diálogo y pactos

El PP y Rajoy ganan las elecciones con 123 diputados, muy lejos de una mayoría tras perder uno de cada tres votos, pero anuncia diálogo para formar gobierno - Sánchez y PSOE suman 90 escaños, el peor resultado de la historia, y creen abiertas sus opciones de llegar a La Moncloa - Iglesias y Podemos obtienen 69 actas, empujados por las alianzas territoriales como las Mareas, y se sienten claves para decidir quién será el nuevo presidente - Ciudadanos y Rivera se quedan en los 40 diputados, por debajo de los sondeos

Fin al bipartidismo; hora del diálogo y pactos

Mariano Rajoy experimentó anoche un triste consuelo. El Partido Popular ganó las elecciones pero los 123 escaños obtenidos, el peor resultado de su partido desde 1989, le dejan a años luz de la mayoría absoluta (176) y con serias complicaciones para revalidar su presencia en La Moncloa. La crisis económica y el peso de los escándalos fruto de la corrupción le han pasado una gravosa factura. Si los populares ya tenían antes de la cita electoral notables dificultades para sellar alianzas, tras la decepción de Ciudadanos (pese a los 40 representantes) sus opciones han menguado.

La supervivencia del todavía presidente, a sus 60 años y tras haber concurrido cuatro veces como cabeza de cartel, está en el aire. Haber perdido 63 escaños y el respaldo de uno de cada tres votantes de 2011 le dejan en una posición delicada. En su favor está que ningún barón regional del PP puede sacar pecho y exhibir un éxito personal. Sin embargo, tras 38 años en la vida pública, el futuro de Rajoy es una incógnita y su hasta ahora casi inédita capacidad de pacto pasará una prueba de fuego, porque Felipe VI será al primero al que llame para que busque su investidura.

El presidente adelantó anoche ante cientos de simpatizantes su intención de formar gobierno, "un ejecutivo que sea estable, que dé seguridad y confianza". Está, sin duda, ante su mayor reto político.

Más allá de la suerte que corra el futuro de Rajoy, los electores -que votaron de forma masiva (73%)- enterraron el bipartidismo (PSOE-PP) y con sus votos dibujaron un Parlamento español diverso, plural, fragmentado. Se acabaron las fuerzas hegemónicas, que gobernaban a golpe de mayorías absolutas y en juego de alternancias: ahora yo y luego tú. Si PP y PSOE agrupaban en 2011 al 80% de los diputados, ahora apenas controlarán al 50%.

Complicada gobernabilidad

Llegan nuevos tiempos. La cultura del diálogo y el pacto se convertirá en el protagonista central de la nueva legislatura. Hora de negociar y acordar. Quizá también de inestabilidad y, en el peor de los casos, de ingobernabilidad. Porque la posibilidad de una legislatura corta está, ahora más que nunca, a la vuelta de la esquina. Y para complicar la situación, el PP tendrá mayoría absoluta en el Senado.

La agridulce victoria de Mariano Rajoy no se corresponde con un triunfo de su eterno rival, los socialistas. Al contrario, Pedro Sánchez arrebató ayer a Alfredo Pérez Rubalcaba un récord negativo al firmar el peor registro de su partido en unas elecciones generales: 90 diputados frente a los 110 de 2011. Si entonces este resultado fue considerado malísimo por los dirigentes socialistas, los obtenidos ahora por Sánchez serían toda una catástrofe que le abocaría a la dimisión y a su adiós a la vida pública... si no fuera porque paradójicamente podrían ser suficientes para gobernar, en una suerte de carambola en la que entrasen hasta cuatro o cinco partidos seducidos por la idea de formar una plataforma de izquierda-nacionalista alternativa al Partido Popular.

El líder del PSOE ha conseguido salvar los muebles, es decir, ser la primera fuerza de la izquierda al superar tanto en porcentaje de votos como en escaños a Podemos. Aunque su victoria ha sido raquítica y ha estado empañada por sonoros fiascos como en Madrid - en donde el PSOE es ya la cuarta fuerza por detrás de PP, Podemos y Ciudadanos-, Sánchez tiene opciones de llegar a La Moncloa, un hecho que hubiera firmado antes de salir a competir. De momento, se limitará a esperar su turno porque la primera ficha que mover le toca a Rajoy. Aunque esperar en política no significa necesariamente quedarse quieto.

Pablo Iglesias, líder de Podemos, se siente el vencedor moral de la batalla. Dos años después de haber puesto a andar su proyecto político acaba de sumar 69 diputados, si bien de una forma un tanto singular pues esta formación en realidad se presentó en cuatro listas -la marca propia de Podemos y otras tres diferentes en Valencia, Cataluña y en Galicia con En Marea- y, por tanto, recoge sufragios de grupos heterodoxos, extraordinariamente plurales, pero también susceptibles de fugas, fisuras y contradicciones. De momento, Podemos ha fagocitado a Izquierda Unida (sólo dos escaños) y al Bloque Nacionalista (sin representación por primera vez en veinte años).

Reforma constitucional

Este singular artefacto electoral ha obtenido un éxito de incalculable valor, pues podría jugar un papel determinante, incluso para decidir presidente. Iglesias lo sabe. Por eso anoche ya adelantó que cualquier apoyo que dé su partido pasa antes por reformar la Constitución. El listón para Pedro Sánchez no podría ponerse más alto ya para empezar. Las relaciones entre PSOE y Podemos tampoco son extraordinariamente cordiales. Es cierto que los socialistas le dieron la Alcaldía de Madrid a Manuela Carmena, pero también que el PSOE gobierna en Andalucía gracias a Ciudadanos, tras despreciar las condiciones que imponían los podemistas.

Y el bipartidismo también se extingue por la irrupción de Ciudadanos, el cuarto partido en votos con 40 escaños, un resultado más que digno pero por debajo de sus expectativas. Ciudadanos le ha dado un verdadero bocado al caladero del Partido Popular -de ahí procede buena parte de sus tres millones de votos-, sin embargo apenas parece haber tocado el de los socialistas. Así que esa imagen de centralidad, de equidistancia entre la derecha y la izquierda, que quiso proyectar no ha cuajado entre el electorado más progresista, que desconfió de Ciudadanos y optó en su mayoría por enrolarse en las filas de Podemos.

Albert Rivera, que decidió hace apenas un año dar un salto con su proyecto político al ruedo nacional, tendrá un grupo importante, pero no parece que decisivo, por lo que el papel que se arrogó de hombre clave en el cambio tendrá que aguardar.

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