– Siempre se dice que las próximas elecciones son las más importantes. ¿Va en serio esta vez?

– Son muy importantes por la situación económica. Existe una incertidumbre muy grande, no por el resultado, ya que todas las encuestas anuncian que ganará el Partido Popular, pero sí por la encrucijada sobre la política económica que va a hacer el próximo gobierno. Estamos en medio de una turbulencia económica y no parece que las elecciones vayan a despejar el panorama. Ahora bien, si el PP saca mayoría absoluta, sí que se abre una etapa de mayor estabilidad política.

– ¿Lo fiamos todo a la única carta del cambio de gobierno?

– El problema es de psicología política. Es como cuando uno tiene una enfermedad muy grave y decide ir a otro médico para ver si le dice otra cosa. La gente quiere a otras personas en el gobierno para ver si la situación cambia. Es algo puramente psicológico. De todas formas, el nuevo médico no va a hacer cambios mágicos, porque las recetas se dan desde Alemania. En momentos de gran incertidumbre, la psicología política pesa mucho. Se ha extendido la idea de que todos los males son culpa de Zapatero y que, en cuanto se vaya, se van a solucionar. Eso ha calado en la gente, aunque es una posición ingenua.

– ¿Es cierto que estamos en situación de emergencia nacional?

– Con tantos parados y cuando la economía parece que se va a volver a estancar, es obvio que estamos ante una situación de emergencia nacional. Ahora bien, el caso es saber cómo se soluciona. No parece fácil, porque el problema del crédito financiero es complicado de resolver. Además, hay un diagnóstico erróneo de la crisis. Se ha simplificado todo por motivos electorales. Decir que en España se ha gestionado mal la crisis porque Alemania y Francia tienen menos paro es una falacia, porque el modelo económico de estos países no tiene nada que ver con el español. Así que no todo se va a resolver con unas elecciones. Ahora bien, también es cierto que la gestión ha sido mala: primero se negó y, después, se tomaron medidas como el plan E, que no fueron precisamente en la dirección correcta.

– ¿Los recortes son inevitables?

– Cuando hay menos ingresos, es necesario racionalizar el gasto. En eso se diferencia la derecha de la izquierda: en qué se gasta y cómo se recauda. Por eso, en estas elecciones se enfrentan dos modelos diferentes, aunque también es cierto que el gobierno socialista se ha plegado a las políticas de derechas que ha impuesto Merkel. Hay un error en los términos. El ciudadano cree que el que ha despilfarrado es el Estado, cuando la deuda española en realidad es muy pequeña en comparación con otros países. El que ha despilfarrado es el ciudadano, con la complaciente irresponsabilidad de los bancos. Se ha transmitido mal a los ciudadanos el diagnóstico del problema.

– ¿Era necesaria la reforma constitucional?

–Sinceramente, no era necesaria, aunque creo que oculta un mensaje. Se ha vendido que era para los mercados, pero ya se ha visto que les da igual cualquier cambio de este tipo. El mensaje era para las autonomías, para frenar su endeudamiento. O, como mucho, era un mensaje a los mercados para decirles que se iba a controlar a las autonomías. La idea de estabilidad presupuestaria es lógica, pero no es necesario ponerla por escrito en la Constitución. Como principio está muy bien, pero se podría haber desarrollado por ley.

– Esa reforma la pactaron PP y PSOE. ¿España es bipartidismo?

– Esto merece un capítulo aparte. Existe una crisis económica, pero también hay una crisis política que los partidos, sobre todo los mayoritarios, no quieren ver. La crisis política está ligada a varios aspectos. En primer lugar, la Constitución prevé una democracia de partidos, pero se ha creado un Estado de partidos, que han fagocitado las instituciones, como el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial... Y además han modificado las leyes para hacer posible esta situación. En segundo lugar, es necesario iniciar una reforma de la ley electoral, porque no es normal que existe una proporcionalidad inversa. Y, por último, existe un problema real de corrupción, que es muy grave porque se generaliza la idea de que todos los políticos son iguales.

– Fuerzas minoritarias han propuesto crear una circunscripción única para elegir una parte de los diputados. ¿Van por ahí los tiros?

– Los grandes privilegiados del sistema electoral son los principales partidos. ¿Es eso democrático? Sí, porque la ley electoral no solo sirve para generar representatividad, sino también para generar estabilidad. Lo que ya no es democrática es la proporcionalidad inversa, es decir, que un partido como Izquierda Unida tenga menos escaños que el PNV a pesar de que cuenta con más votos. El problema no está en el PNV, que tiene la representación que, más o menos, le corresponde. Los que están sobrerrepresentados son los grandes partidos. Solo hay dos maneras de cambiar: modificando la Constitución, para que la provincia deje de ser la circunscripción, o que una parte de los diputados se asignen virtualmente a una circunscripción única, pero que estos diputados se adscriban después a una provincia en función de los votos que cada partido saque en cada una. En todo caso, hay que cambiar el sistema electoral.

– Es lunes, 21 de noviembre. ¿Qué pasa entonces?

– El PP querrá dar la sensación de que se pone a gobernar. Tendrá ya preparada una batería de medidas económicas para que parezca que la economía española se dinamiza. Será como el ciclista que está en los rodillos, que está sudando, pero que no se mueve, no avanza.