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Las sumas, a veces, restan

Los estrategas del progresismo tendrán cuatro años por delante para meditar y, si acaso, interpretar de otro modo la realidad de nuestro país

Decenas de votantes aguardan en fila para ejercer su derecho en el colegio electoral abierto en la lonja del Concello de Vigo. // M.G. Brea

En tiempos en los que la aritmética parece sustituir cada vez más deprisa a la política -porque ésta resulta condicionada por los balances financieros-, la suma de las cantidades que se esperan a modo de salvavidas y/o la mezcla de elementos contradictorios entre sí ya no se tienen por anatema los pactos.

Aunque siempre hay una excepción que confirma la regla, y por eso no faltan quienes opinan que el mayor error de la oposición gallega en su conjunto fue presentarse ante los votantes, y desde el primer momento, como perdedora y por tanto confiar su suerte a una serie de combinaciones cada cual más compleja porque dependía del número de factores. Que sí alteraban el producto, a la vez que generaban dudas demoscópicas previas acerca de quién sería el más beneficiado.

En resumen, la izquierda jugó a ver quién encabezaría la posible alternativa futura y ese papel, por méritos propios y errores ajenos, le corresponderá sin duda al BNG y a su candidata Ana Pontón, mientras se confirmaba la cuarta mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo, que iguala el récord de Fraga.

En esta ocasión había que sumar una circunstancia agravante a mayores para explicar el resultado: aquí, en el Antiguo Reino, las coaliciones le han salido siempre mal a sus inductores. La primera, en 1987, tras una moción de censura que derribó al gabinete de Fernández Albor y produjo un presidente socialista duró media legislatura; la segunda, de 2005 a 2009, con un acuerdo postelectoral entre el PSOE y el BNG.

Ambas desembocaron en sendas mayorías absolutas del PP, pero aun así los estrategas del llamado progresismo demostraron que a la hora de la verdad no supieron obtener las conclusiones adecuadas de los hechos y mantuvieron la estrategia -sin matices- de "todos contra Fraga", y más tarde contra Núñez Feijóo. Ahora tendrán una legislatura para meditar y, si acaso, interpretar de otro modo la realidad del país.

Todo ello sirve, en un análisis rápido y en caliente, con la urgencia del filo de la medianoche, para demostrar que la tesis del introito según la cual a veces la suma resta, ha vivido su tercera generación que, como las anteriores, trasluce una preocupante ausencia de realismo. Y por tanto debilita la construcción de esa alternativa a plazo razonable, retraso que será tanto mayor cuanto más insistan, quienes pudieran estructurarla, en fijarse en las minucias y olvidar el meollo que se resume en garantizar una trilogía de conceptos para ser percibida desde la sociedad gallega como relevo: credibilidad, coherencia doctrinal y un programa claro, viable y sostenible.

De lo contrario surgirá la apariencia de un bigobierno, como el de hoy en Madrid y el de hace quince años en Santiago con la sociedad PSOE-BNG, que logró la Xunta merced a la avanzada edad de Fraga y la afortunada elección por el después presidente Pérez Touriño de un eslogan -"El cambio tranquilo"- que la gente corriente estimó necesario y creyó en él.

Después, la disputa entre los socios acabó con la tranquilidad y los votos se fueron por vez primera a Feijóo. Que ahora se apunta a la victoria con la sensación generalizada del dejà vû y sin mayor esfuerzo.

Otro dato. Es verdad que estas elecciones estuvieron influenciadas por el Covid-19. Pero no tanto en la participación, baja como la de los primeros tiempos, pero incluso superior a la de 2016. cuando no circulaba el virus.

En la interpretación se oirá y leerá de todo, como siempre, pero el dato de afluencia elimina las críticas por lo ocurrido en A Mariña y el veto a los infectados, y más aún cualquier discusión seria acerca de la legitimidad del triunfo del PPdeG o, mejor dicho, de don Alberto Núñez.

Sí es probable que su victoria hubiese podido ser mayor con una participación más alta, pero también, sensu contrario, el aumento habría hecho crecer el porcentaje del Bloque, el gran beneficiado del batacazo del PSOE y la práctica liquidación del podemismo gallego.

En todo caso, lo que pasó ayer en Galicia no es sólo el producto de una aritmética torpemente planteada de partida por la izquierda, ni tampoco el índice de participación, ni se explica por supuestas intenciones malignas de la autoridad sanitaria poniéndole inconvenientes al vivero norteño de la oposición que se da en la comarca de A Mariña.

Es -desde una opinión personal- también el resultado de la escasa calidad de buena parte de los candidatos incluidos en las filas derrotadas. Un detalle que se daba también en las triunfadoras, pero con una diferencia: el centroderecha gallego -así lo vio una notable proporción de electores después del desdichado debate "a siete" en RTVG- era el PPdeG, que además tiene un líder sólido, con experiencia en la gestión y que supo manejar las mayorías parlamentarias anteriores en las que se apoyó. Enfrente no lo había del mismo calado.

(Se han citado, como de pasada, los programas razonables y articulados como una de las claves para intentar convencer. Y no se trata de proclamar que una buena parte de la gente corriente se los haya leído, ni siquiera una porción de las distintas militancias; sólo de destacar que los resúmenes contenidos en los mensajes le dieron una ventaja adicional a la experiencia del PP antes que a la vehemencia de la mejor de sus oponentes, que fue la candidata del Bloque Nacionalista Galego.

Es más que probable que ese factor influyera en el resultado, como sin duda influyó la gestión de la crisis del coronavirus desde la Xunta e incluso, en su momento, su respuesta a la otra, la financiera: la monserga de los recortes, aunque con un fondo de verdad, fue inútil ahora siquiera por déficit del Gobierno de Sánchez.)

Ya en este punto, resultaría absurdo omitir el factor personal como quizá el más influyente en el balance de lo sucedido ayer. Siempre desde un punto de vista particular, destaca el sorpasso del BNG sobre el PSdeG-PSOE.

Ana Pontón hizo algo este momento reservado al líder histórico del nacionalismo gallego, el profesor Beiras Torrrado, superando a todos sus oponentes directos y obteniendo no sólo un incremento de escaños que es un récord si se tiene en cuenta de donde partió en 2016.

Doña Ana hizo vibrar a la izquierda con un discurso inteligente en el que obvió temas delicados como el soberanismo, o su alianza estratégica con Bildu y ERC, y también se benefició de la mediocridad del candidato Caballero. Y todo esto le dio su fruto. Espectacular pero insuficiente, y conviene que asuma ese matiz pasado el entusiasmo de la primera hora. En todo caso, sí puede presumir de haber colocado al Bloque en la órbita de catalanes y vascos, aunque con menor recorrido todavía.

El gran derrotado en Galicia -aparte de Podemos, por supuesto- es el PSOE de Pedro Sánchez. La mediocridad política de su candidato, sordo y mudo al clamor que en el país existe por el maltrato a la tercera nacionalidad histórica.

Gonzalo Caballero firma un enorme fracaso, comparable en cierto modo al del actual indiscutible alcalde de Vigo que en su momento fue candidato a la Presidencia de la Xunta a la cabeza de -otra- extraña coalición y fue batido por Fraga y por Beiras al final de la década de los años 90. Su sobrino, Gonzalo, ahora, abre el debate, inaplazable seguramente, sobre su relevo, en primer lugar, y acerca de quién aspirará a asumir su herencia sin apenas al beneficio de inventario.

Todo lo demás es silencio. Desde el podemismo, aniquilado, hasta Ciudadanos o Vox pasando por Marea Nacionalista, sólo emiten como sonido lo que el poeta definió como "tañido funeral de las campanas". A alguno le queda algo de poder en municipios o diputaciones, pero el equilibrio estratégico ha variado, y a buen seguro también lo hará el precio que los nacionalistas pongan a su colaboración. Que será al alza, y que apenas podrá discutirse por los depauperados presidentes o alcaldes adscritos al PSOE. Pero tiempo habrá para dar cuenta de todo ello.

¿No??

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