No fue Ourense esta vez: la provincia que más apoyó la candidatura de Alberto Núñez Feijóo fue la de Lugo. La que ha protagonizado buena parte de los titulares de la desescalada de la pandemia, con rebrotes y polémicas mediante por la imposibilidad de electores de acudir a las urnas en comarcas de A Mariña. El Partido Popular se hizo con el 54,7% de los sufragios, casi dos puntos superior al porcentaje cosechado hace cuatro años, aunque se hubiese dejado atrás cerca de 8.500 votos.

El expediente de regulación de empleo (ERE) en Alcoa San Cibrao, que avivó las disputas entre Xunta y Gobierno central a cuenta de la política industrial gallega, tampoco hizo mella. Si acaso en el concello de Cervo, donde los populares perdieron cuatro puntos. Pero sin consecuencias en el cómputo global de la provincia; en el mismo municipio los socialistas dijeron adiós a 152 papeletas (-4,49%). Con 14 diputados en la terna, el PP se encaramó hasta los nueve, uno más que en los pasados comicios, en los que En Marea había logrado dos. El vendaval que asoló la candidatura de Antón Gómez-Reino en toda Galicia fue incluso más severo en el caso lucense, donde apenas superó en dos décimas (2,2%) los apoyos del partido ultraconservador Vox. Es más, entre ambas formaciones apenas se contabilizaron 300 papeletas de diferencia. Los 28.125 votos que había recibido En Marea en 2016 huyeron al BNG, que superó el 21,5% de los sufragios (tras una subida de más de catorce puntos) y le sirvió para hacerse con tres representantes en la Cámara por esta circunscripción. El PSdeG obtuvo cerca de 28.250 votos, el 17,4% del total: perdió un diputado.

Pese a la actual situación de emergencia sanitaria, especialmente acusada en el norte de Lugo en las últimas semanas, el Covid-19 no amilanó a sus electores. La participación alcanzó el 60%, seis puntos y medio superior a la de las pasadas elecciones autonómicas.