Plataformas digitales
Entregas más caras y más espera en días de fútbol: así se divisa el futuro del ‘delivery’ tras contratar Glovo a sus repartidores
La plataforma empieza a funcionar con 'riders' asalariados el 1 de julio, asegurando que espera que el cambio no se note pero admitiendo que valora tener que subir precios

Un repartidor de Glovo en bici en una imagen de archivo / / JAIME GALINDO
Glovo está a puntísimo de cruzar el umbral que marcará un antes y un después en la historia de la empresa. La plataforma de entrega a domicilio pretende comenzar este mes de julio operando, por primera vez, con una flota de repartidores asalariados. Mucho se ha hablado de ello desde la óptica política (ha sido el Gobierno quien no ha dejado otra opción), judicial (tras varias sentencias en uno y otro sentido, hasta el cofundador de Glovo, Oscar Pierre, tuvo que declarar como imputado) y empresarial (la plataforma siempre ha defendido que un modelo así no era viable económicamente), pero, ¿qué hay del consumidor? ¿Cambiará el negocio del ‘delivery’ al mutar la estrategia de la jugadora líder?
“La idea y objetivo que tenemos es que nadie se entere de este cambio. Ni usuarios, ni restaurantes. Que no se tenga que subir tarifas a nadie”, afirmó hace unos meses el propio Pierre en una entrevista con EL PERIÓDICO, en la que también reconoció que valoraba, por supuesto, que no todo saliera según lo esperado. “No descarto que este nuevo modelo nos dé problemas que ahora no sepamos identificar y que tengamos que acabar subiendo tarifas”, admitió el emprendedor y empresario.
Todas las fuentes consultadas afirman, de hecho, que es más que probable que ocurra algo así. Lo auguran tanto Jeremías García-Seoane, exGlovo y exUber Eats, y, actualmente, fundador de la consultora The Rest, centrada en asesorar a pequeños y medianos restaurantes para incorporar el delivery, como David Ortega, profesor asociado en Eada Business School y director del programa online en dirección de marketing y comercial en la misma universidad.
La alta y la baja demanda
La primera consecuencia tiene que ver, efectivamente, con la subida de precios. “El nuevo modelo provoca costes laborales directos: los salarios fijos, las cotizaciones sociales, vacaciones pagadas, bajas médicas… además de los costes indirectos”, apunta el docente, en referencia a cuestiones sindicales, formaciones, seguros… “Es muy probable que todo esto se traslade al consumidor final”, apuesta. Esto –coincide García-Seoane– puede ocurrir tanto porque se encarezca el servicio, como porque haya promociones menos atractivas.
De hecho, la otra consecuencia que ambos ven evidente es un “empeoramiento” del servicio. “En el medio plazo, como en toda transición, es esperable que se vea un empeoramiento de la operativa y que un viernes noche tengas que esperar más para recibir tu pedido, pero creo que eso se va a corregir en el medio plazo”, suma el mismo. Ortega, en cambio, detecta un peligro del que se ha hablado menos: que haya zonas y franjas horarias en las que se convierta en casi imposible pedir, si la demanda es escasa. “Piensa que si tienes a la gente en nómina un día de partido, puedes asegurarte de que los repartidores trabajen y no apaguen la aplicación para ver ellos el partido”, sostiene. “El problema es tener el servicio en marcha cuando no hay demanda”, indica.
Sirva como precedente –dice– lo que se ha encarecido la entrega de paquetes y mercancías a cliente final, en general, en Francia y Alemania, tras tocar las condiciones laborales de los trabajadores: entre un 5% y un 12%. “Uno está acostumbrado a que pedir a domicilio sea barato, porque hay competencia entre aplicaciones, habrá que ver cómo influye esta subida de precio a la demanda”, prosigue el Ortega.
Crecimiento más lento
García-Seoane explica que, desde la pandemia, la entrega a domicilio crece cada año un 20%, sea con nuevos clientes o con el uso cada vez más asiduo de los usuarios ya registrados en las distintas aplicaciones. “Más precio deja fuera a potenciales clientes, pero también reduce la frecuencia de compra”, agrega el analista, en una idea que responde a por qué lo que ocurra en una compañía puede impregnar también a sus competidoras, en este caso, JustEat o Uber Eats.
La apuesta del consultor es que, como mucho, se reducirá ligeramente la velocidad de crecimiento. En el caso concreto de Glovo, elucubra el profesor David Ortega, quizás pueda incluso ganar clientes por lanzar el mensaje de que ahora tiene trabajadores en mejores condiciones.
Estratagema para subir precios
Este experto da con una clave, además, que explicaría por qué el cliente puede encajar mejor de lo que dicta la lógica una subida de precios: lo más probable es que, de haberla, no sea tan evidente como que la tasa de entrega pase de oscilar entre los 2 y los 4 euros, a alcanzar los 10, sino que quizás se aumenta sutilmente el precio del producto (que una pizza pase de 14 euros a 16 euros en su aplicación) y que solo se le sumen céntimos al ‘delivery fee’. Y esto, en un consumidor completamente volcado en priorizar la comodidad, no parecerá para tanto.
“Es un tema del valor que genera, y estamos en una sociedad donde el tiempo es un recurso cada vez más escaso y que valora cada vez más que la propuesta diferencial no sea tanto el precio como en el servicio. Cómo paga, si le ahorra tiempo, si es seguro, si es cómodo de utilizar…”, reflexiona Ortega, que tampoco cree que vaya a haber una caída de la demanda. “Hay sensibilidad al precio, pero también hay consciencia de que son servicios que hasta hace poco eran solo accesibles para unos pocos”, prosigue. Aventura posibles salidas del mercado, como que haya una doble escala y si pagas más tendrás una entrega más rápida. “La ventaja de los servicios es que se pueden adaptar hacia arriba, se pueden hacer ‘upgrades’ muy rápidamente sin afectar a la comodidad", zanja.
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