«Carlos, soy John, tenemos que hablar»
El Consejo de Administración de Stellantis decidió el cese adelantado de Tavares el viernes en una reunión a la que no fue invitado
Le afean haber puesto unos objetivos inalcanzables para 2024 y obviar sus advertencias: «Prefirió morir con sus ideas»

Carlos Tavares / FDV

«Carlos, soy John, tenemos que hablar». La frase es inventada, pero es muy probable que la llamada que el pasado viernes John Elkann, presidente del Consejo de Administración de Stellantis, le hizo a Carlos Tavares para pedirle que hiciera un hueco en su agenda del sábado para hablar con él y con otros miembros del consejo comenzase así. Como también es muy posible que el ejecutivo luso ya supiera entonces lo que estaba por venir: «Carlos, tienes que irte ya».
A Tavares, el adelanto de su salida —prevista para enero de 2026— lo cogió en Arabia Saudí, donde el ya ex-CEO estaba de viaje para intentar abrir mercado en el país, lo que da pie a pensar que por mucho que se hubiesen deteriorado las relaciones entre el luso y los representantes del consejo —donde la familia Agnelli y los Peugeot, aunque no suman la mayoría de capital, llevan la voz cantante—, él no se lo esperaba. O al menos no se lo esperaba ya.
Reunión «secreta»
Según recogen varios medios internacionales, entre ellos el rotativo económico francés Les Echos, el futuro de Tavares quedó sellado el viernes en una reunión «secreta» del consejo a la que ya no fue invitado pese a ser miembro. La decisión formal se le comunicó el sábado y durante esa jornada y la del domingo quedaron perfilados los detalles de su salida, como por ejemplo, a cuánto ascenderá su finiquito, que algunas fuentes, no oficiales, elevan hasta los 100 millones de euros.
¿Cómo perdió Tavares, tan acostumbrado a batir récords en positivo y a reflotar mercantiles con su política de reducción de costes, la confianza de los miembros del consejo de administración de Stellantis? No hay una única causa, aunque distintas fuentes apuntan a que el portugués impuso unos objetivos inalcanzables en 2024 para mejorar los resultados y que desde que estalló la crisis en el seno del grupo, el pasado septiembre, había tomado decisiones contrarias a las recomendaciones del consejo. Es decir, que Tavares prefirió «morir con sus ideas» antes que dejar que otros interfirieran en el gobierno del grupo.
En las empresas, como en el fútbol, lo que imperan son los resultados, y estos, por primera vez, no le acompañaron. Se cuestionó su gestión, como su preocupación excesiva sobre el flujo de caja a corto plazo —lo que podría poner en peligro la salud financiera del grupo a largo plazo—, así como las prácticas de ventas forzadas a empresas de alquiler y el uso intensivo del factoring —una vía que tienen las empresas para adelantar e lmecanismo de cobro; de nuevo, el corto plazo—, lo que generó inquietud entre los inversores.
Las salidas de Natalie Knight, directora financiera, y de Carlos Zarlenga, responsable de Norteamérica, solo lograron echarle gasolina al fuego. La situación de Tavares se volvió insostenible y el grupo ha dado un volantazo para intentar resolver la delicada situación financiera a la que se enfrenta, con Elkann como CEO interino y varios nombres como posibles sustitutos, como el italiano Luca de Meo, ahora al frente de Renault, aunque tampoco se descarta que el nuevo CEO salga de la casa, con Maxime Picat y Antonio Filosa como los mejor posicionados.
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