Capital gallego lleva una década financiando el ladrillo portugués con más de mil millones

El norte luso concentra la mayor inyección en proyectos inmobiliarios, incluida una ‘ciudad coliving’ en Matosinhos

Seguridad jurídica y ventajas fiscales, claves de estas operaciones

Primera fase de "Natura", dentro de Jardins Elanor, a la venta en Matosinhos.

Primera fase de "Natura", dentro de Jardins Elanor, a la venta en Matosinhos.

Esta es la cuenta que dejan diez años de movimientos de dinero hacia el exterior, con la discreción de un grifo que gotea, perdidos entre las páginas naranjas de unos pocos periódicos nacionales. Más de mil millones de euros en inversión directa desde Galicia hacia Portugal, una cifra que ha pasado desapercibida pero que reflejan las estadísticas oficiales de transacciones internacionales del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. La ingente cantidad de dinero se corresponde con inversiones de empresarios e industriales gallegos, algunos de ellos, cuyos apellidos son verdaderos estandartes del éxito ‘patrio’ y que han servido como modelo y orgullo para una comunidad, la gallega, que ha visto cómo estas figuras preferían el país vecino para multiplicar sus fortunas.

Durante esta última década este selecto grupo de inversores ha inyectado su patrimonio en Portugal en diferentes proyectos inmobiliarios de un calado espectacular. Los más importantes en el norte del país (desde Viana do Castelo, Caminha y Vilanova de Cerveira hasta Oporto). Entre ellos, la soñada y conocida como “ciudad dentro de otra” en Matosinhos, que el crack de los negocios, fundador y cabeza pensante de Sociedade Nacional de Estratificados (la compañía portuguesa todopoderosa Sonae, de la que luego se crearían entre otras, sus filiales inmobiliaria y de capital, que mueven algunos de los suelos más cotizados para negocios en el sector del ladrillo en Portugal), el industrial luso Belmiro de Azevedo ideó para el área metropolitana de Oporto, en los cerca de 120.000 metros cuadrados que dejó baldíos la antigua (y mítica) fábrica textil Efanor.

Solo ese proyecto, intentado por los propios vecinos portugueses y paralizado porque la crisis empobreció a quienes lo iniciaron, dejándolo sin futuro a la vista, supone para Portugal la friolera de 250 millones de euros, gran parte de ellos procedentes de Galicia, cuyos inversores son vistos por la prensa local como los ‘salvadores’ de un legado inconcluso. Unos millones que serán desembolsados a medida que se desarrolla el macroproyecto hasta 2025.

Se llama ’Jardins Efanor’ y supone la creación de un complejo de apartamentos, centro empresarial, residencia de estudiantes (uno de los convenios cerrados hasta ahora es el firmado con la Universidade de Porto), hotel de lujo y espacios comunes para convertir esta zona de Matosinhos en un reclamo para empresas y perfiles profesionales, por su innovación arquitectónica, diseño práctico y modernidad al lado del mar.

Construido por fases (y con pisos ya a la venta desde 240.000 euros), la primera ha completado el característico edificio Delfim Pereira da Costa (dedicado al empresario que fundó la Empresa Fabril do Norte, Efanor) e iniciado a finales de 2009. Formaba parte del condominio residencial que iba a estar integrado por 700 apartamentos. Pero la crisis dejó el hormigón a la intemperie, hasta que llegó el dinero gallego.

Una operación que por su volumen dejaba automáticamente fuera a la mayoría de los inversores privados, a expensas de fondos o grandes conglomerados empresariales. Pero que estuvo promovida desde la provincia de Pontevedra, en silencio, sin llamar la atención. Un nivel de discreción tal, que cuando los propios portugueses afincados en Brasil, movidos por la búsqueda de rentabilidad y el sentimiento de la patria, dieron el paso para hacerse con el proyecto en Porto se llevaron una sorpresa. Los terrenos tenían nuevo propietario. Habían sido adquiridos en 2018 por un industrial cuyo centro de actividad principal radicaba en Galicia. No podía ser cualquiera, porque había aflojado los primeros 30 millones de euros para hacerse con un solar, tan valioso para los portugueses, que estaba en la cartera de suelos de Sonae Capital. Era un consignatario del Puerto de Vigo.

Para más inri, esa misma sociedad de capital había gestionado otra de las ventas a gallegos que ha capitalizado Portugal en los últimos años. La de los 30.000 metros cuadrados en la península de Tróia (a 50 kilómetros de Lisboa), por los que Sandra Ortega había pagado 116 millones de euros, según publicaba la prensa especializada lusa el año pasado, para hacer un complejo turístico de lujo llamado ‘Valdecañas’ o “la nueva Ibiza” (no sin problemas con la justicia relacionados con el impacto ambiental del proyecto). Toda una huida de capitales de Galicia.

¿Por qué el dinero gallego prefiere el país vecino?

Cuando se habla de inversiones gallegas en el exterior por valores de 200 o 300 millones, en realidad se trata de la descapitalización local. Galicia, incapaz de captar un volumen de inversión extranjera directa como su socio en la ‘excepción ibérica’, sangra también por la pérdida del dinero de casa.

“¿Qué busca un inversor? Seguridad jurídica lo primero. Para eso, es fundamental tener un plan de urbanismo aprobado y claro. Y rentabilidad. Es imprescindible reducir los tiempos de la administración y burocracia en general”, subraya el presidente de Federación Galega de Empresas Inmobiliarias (Fegein), Benito Iglesias. Apunta también a las ventajas fiscales que ofrece el país luso para grandes inversores. Junto con las conexiones que proporciona el aeropuerto de Oporto, y que dejan fuera de la ecuación a Vigo y su área metropolitana, en este tipo de megaproyectos, al no ser atractivos para el capital extranjero. “Hay que colocar a Vigo y Galicia en la ruta de la inversión inmobiliaria extranjera para ser competitivos. El sector inmobiliario gallego no se puede quedar impávido observando cómo los grandes fondos de inversión deciden el futuro y cómo importantes inversores (gallegos) se están deslocalizando al norte de Portugal. Debemos ser legítimamente ambiciosos y Vigo, con su área metropolitana, es la zona urbanística ideal para ello”, valora Benito Iglesias.

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El proyecto inmobiliario ‘Jardins Efanor’ era un sueño hasta que un consignatario, de origen asturiano pero cuyo peso en Vigo es incuestionable, orientó algunas de sus inversiones hacia Matosinhos. Su nombre es Gonzalo Alvargonzález, miembro de la prolífica saga dedicada a los negocios y primo de los Rato, dueño de la naviera Ership y poseedor de más del 50% de Pérez Torres Marítima S.L. La compañía consignataria está entre las 25 primeras empresas dedicadas al transporte marítimo de mercancías en España, tiene su sede fiscal en el Puerto de Marín y un volumen de operaciones en el de Vigo impresionante y vital para la ciudad olívica.

Pues bien, Alvargonzález sería el principal inversor de este lado de la frontera y contaría con el apoyo de, al menos, otro empresario del área de Vigo con un poder de inversión menor, pero que habría sucumbido a los posibles beneficios de semejante proyecto, depositado su confianza en el movimiento del consignatario, acostumbrado a cosechar éxitos, según apuntan fuentes del sector.

Así, ‘Jardins Efanor’ deja de ser portugués, con un fuerte componente sentimental ‘tripeiro’, para que la principal inversión inmobiliaria del país esté en manos del capital gallego.

Alvargonzález tiene además un vínculo estrecho y cruzado (por su participación en sus empresas) con otros dos potentes socios extranjeros que también están fuertemente vinculados a Vigo y Pontevedra. Uno portugués, Pedro Gabriel Pacheco de Couto. Perteneciente a otra familia ligada a los negocios, pero en el país vecino, es dueño de la promotora del proyecto de Efanor (Grandavenue72) y propietario de Telhabel Construções S.A, cuya sede permanente en España está en Vigo.

El otro socio es Daniel Klein, el suizo (que lleva décadas moviendo los hilos de empresas españolas en la sombra, como la agroalimentaria SOS), es también propietario de la inmobiliaria vinculada a ‘Jardins Efanor’.

galicia frente a oporto

  • Galicia no es competitiva

    Por escasa conectividad, falta de suelos disponibles, tiempos de más de dos años para licencias y los impuestos a inversores.

  • Pensamiento transversal

    Portugal aúna los intereses de sectores inmobiliario, empresarial y turístico.

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