El liquidador apunta a una quiebra culpable de Ganomagoga: “Operó siempre en riesgo”
Aprecia una “dirección financiera errónea” y reprueba la nula capacidad de la dirección por ser rentables pese a la elevada facturación
La cabecera perdió 7,7 millones el año 2022

Imagen de archivo de la carga de dos arbotantes fabricados por una filial de Ganomagoga / Pablo Hernández Gamarra

Talleres Ganomagoga fue una de las principales compañías de la industria metalúrgica gallega, y enfocada en la prometedora actividad de las energías renovables, con proyectos para astilleros como el gigante francés Chantiers de l’Atlantique, pedidos para montañas rusas, soportes para cohetes espaciales o las columnas elevadoras del nuevo Santiago Bernabéu. Pero se disolvió como un azucarillo, con un vertiginoso cerrojo sobre sus instalaciones y la destrucción de 155 puestos de trabajo.
En la documentación remitida al juzgado de lo Mercantil número 2 de Pontevedra, la dirección de la empresa, en manos de una sociedad comandada por Cándido González Lorenzo, aludió a tres causas para explicar su quiebra. No las rebate la administración concursal –ejercida por FCH Social y Mercantil, en la persona de José Manuel Mosquera–, pero porque son muchas más que tres. Su informe, dentro del proceso de liquidación, apunta a una causa culpable para la insolvencia de la compañía, que conformaba un grupo diversificado de puertas para afuera pero que había coqueteado siempre con el colapso. “La sociedad –reza el documento, al que ha tenido acceso FARO– ha convivido permanentemente con el riesgo de impago”.
Las tres causas señaladas por Cándido González para explicar la solicitud de concurso son las siguientes: excesiva dependencia de un único cliente (GRI Towers, de torres para molinos eólicos), descenso de la cifra de negocios y el impago de las compañías que construyeron la central de biomasa de Curtis (Acciona e Imasa Ingeniería). Cada una de ellas tuvieron impacto suficiente para hacer mella en el balance de Ganomagoga. A saber, más del 80% de la capacidad laboral de la compañía se dedicaba íntegramente a GRI Towers, con quien había suscrito además un acuerdo de exclusividad hasta el año 2027. De modo que la propia metalúrgica se ató irremediablemente a las decisiones de GRI, lo que fue fatal. “Tal era la dependencia de la concursada –prosigue el documento– que incluso se prohibía [...] que pudiera fabricar ningún tipo de componente eólico para otra” empresa. En diciembre del año pasado, GRI informó a su proveedora que no cumpliría los encargos que había anticipado –hasta 600 tramos al año–, y para los que Ganomagoga había realizado fuertes inversiones. La cartera se quedó en unos raquíticos 58 tramos eólicos; se acabó.
Esa decisión de GRI resultó determinante, pero la salud económica de la firma gallega eran muy precarias. De hecho, el administrador concursal enumera una extenuante retahíla de factores adicionales que precipitaron la suspensión de pagos. Por ejemplo, “préstamos millonarios a sociedades del grupo que acaban deteriorados ante una previsión de impago, elevada cuantía de facturas pendientes de cobro, desproporción del pasivo corriente frente al más deseable endeudamiento a largo plazo...”
“Errática”
“Y todo ello –prosigue– en un entorno de una cifra de negocio estabilizada a la que no se consigue extraer una rentabilidad más allá del 3%”. El estudio de FCH es pormenorizado e ilustrativo, y detecta asimismo una “evolución errática de la masa patrimonial” o “iliquidez absoluta” de Talleres Ganomagoga, con un manejo de las decisiones financieras hasta profano. “La suma de patrimonio neto y pasivo corriente nunca llegó a dar cobertura al activo no corriente, de lo que se infiere una estructura financiera incorrecta”, y de ahí que Ganomagoga haya vivido permanentemente bajo la soga de la insolvencia.
Incide este examen en que el grupo carecía de una planificación a largo plazo, sin una “dirección financiera profesional” y con una gestión de la tesorería similar a prácticas de cash pooling. “El dinero disponible en una empresa estaba a disposición de aquella otra del grupo que más inmediatamente lo necesitara, como si se tratara de una caja única”. El cash pooling es un sistema de enorme utilidad en grupos con diversas empresas porque permite centralizar la tesorería, pero sin ejecutar vaciados de una sociedad para compensar a otras, y al revés. Talleres Ganomagoga alcanzó en 2019 su techo de volumen de negocio, con cerca de 19 millones de euros, que se precipitó hasta los 12,3 a cierre del pasado ejercicio. Fue entonces cuando, ya en situación de disolución técnica, registró unos números rojos de 7,7 millones de euros. Las únicas instalaciones de la que es propietaria la concursada, una nave en Ponteareas, tiene una orden de demolición por irregularidades durante su ampliación.
Además de Talleres Ganomagoga, otras sociedades del grupo también están en fase de liquidación: Aplicaciones metálicas de Galicia (Aplimega), Cedval Marine Solutions y Ganomagoga Logistics.
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