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Las fundiciones se pasan a la impresión 3D ante la escasez de modelistas tradicionales

Cada vez son más negocios los que apuestan por esta nueva tecnología, que además emplea materiales biodegradables y reduce sustancialmente los tiempos de fabricación

Lucía y Diego, de la empresa viguesa Rysia, junto a algunas de las piezas que crean.

Lucía y Diego, de la empresa viguesa Rysia, junto a algunas de las piezas que crean. / Alba Villar

VIGO

Son muchos los oficios tradicionales que se están perdiendo, en muchos casos por las duras condiciones que les rodean, por la falta de atractivo o porque las nuevas tecnologías han llegado para cambiarlo todo, y entre esas profesiones están los modelistas. Maestros del tallado, su huella ha ido desapareciendo con la ausencia de relevo generacional, y las obras que elaboraban minuciosamente son cada vez menos frecuentes. Antes solían ser de madera, confeccionadas a mano durante días, en función de su complejidad incluso semanas. Ahora se componen de un sinfín de materiales, hasta biodegradables, pero son fabricadas por impresoras 3D.

A estas máquinas se están lanzando sus principales clientes, las fundiciones, que comienzan a reemplazar al mítico artesano por una solución que ha proliferado casi al mismo ritmo que este se ha ido extinguiendo. Entre sus ventajas, la facilidad a la hora de adaptarse a cualquier diseño, pero también la rapidez con la que se preparan los encargos, fundamentalmente del naval.

La mayor parte de los encargos llegan del naval: “Muchos pedidos de barcos”

“Hay muchos pedidos vinculados a barcos”, cuenta Lucía Míguez, impulsora de la compañía viguesa Rysia y que utiliza impresoras 3D para elaborar los prototipos con los que después se fabrican los moldes que sirven para crear las piezas que necesitan las embarcaciones. Esa es una de las líneas de negocio de la empresa, que además produce componentes para la industria (por ejemplo para una línea de ensamble) gracias a estos robots que escupen plástico o metal.

Sobre por qué se iniciaron en este campo, la emprendedora resalta que se debió estrictamente a una cuestión de demanda. “Empezamos porque modelistas no hay, no hay casi en ninguna parte de España ni en Portugal”, dice, subrayando que en su caso conocen algún taller que todavía se mantiene activo aunque la tónica es que acabe cerrando y cubran la oferta que deja.

  • Cuqui Piñeiro regenta en Goián una fundición de bronce única en Galicia. Licenciada en Historia del Arte, no dudó en seguir los pasos de su padre, el gran escultor Xoán Piñeiro, y sumergirse en un oficio duro y exigente que la artista y comisaria disfruta cada día

Carmen Fernández, administradora de Fundiciones Vall-Miñor, constata esta situación y evidencia que ellos ya trabajan con una tecnológica para hacer sus modelos. “En lugar de englobarlo dentro de la propia empresa, de tener nosotros las máquinas, lo que hacemos es contactar con profesionales del medio y colaborar. Lo hacemos así para evitar el sobrecoste que implica comprarlas y mantenerlas”, manifiesta.

El ahorro con las impresoras 3D está en los tiempos de fabricación, porque normalmente uno de madera conlleva plazos de semanas e incluso meses. También se emplean materiales biodegradables para un solo uso”, añade, considerando aun así que hoy en día todavía es pronto para crear piezas metálicas directamente con estos aparatos.

Diego, de Rysia, realizando un molde para una pieza de impresión para el naval

Diego, de Rysia, realizando un molde para una pieza de impresión para el naval / ALBA VILLAR

“Estas máquinas, como utilizan distintos tipos de materiales, hace piezas que se pueden aportar ya a cualquier maquinaria. Son útiles. Pero luego hay otras que utilizan metal y sigue siendo muy caro, por eso no lo hacemos aun. De momento no es viable hacerlo, no es competitivo hacerlo, pero ya se está empezando a utilizar”, sentencia.

El bronce, contra las cuerdas de la inflación

Lejos de la industria, negocios familiares como Fundiciones Narciso, en A Guarda, dan cuenta de las complejidades que atraviesa la parte más humilde del sector. Con más de 43 años de experiencia, su propietario, Luis González, evidencia que los costes productivos se han incrementado con fuerza. Tanto en los materiales que emplean para elaborar metopas, placas de inauguración, trofeos o medallas, como en los combustibles que utilizan para derretir el bronce y el latón que darán vida a esos objetos. La alta temperatura necesaria para transformar en líquido estos metales llega a través del gasóleo de calefacción que encargan cada mes y que, al igual que los productos que manipulan artesanalmente, se ha encarecido “brutalmente”. El bronce y el latón “han llegado a duplicar su valor”, dice, y el carburante cuesta ahora mismo 1,2 euros por litro. Contra las cuerdas de la inflación, como consecuencia de las alzas se han visto obligados a trasladar el aumento a las elaboraciones que fabrican. “Hemos aguantado apretándose el cinturón y subiendo los precios”, confiesa González: “Si pudiera los aumentaba más, pero si no no los vendo”.

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